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Sede vacante en Terra Mítica J.

J. PÉREZ BENLLOCHPueden discutirse algunos aspectos secundarios e incluso alentar prejuicios o sospechas acerca de futuras maniobras especulativas en el entorno de Terra Mítica, el parque temático que se está construyendo en Benidorm. Ya sería extraño que siendo como somos los valencianos, y cayendo lo que cae -llámese valencianización de accionariados o amparo a clientes privilegiados- no se nos hiciesen huéspedes los dedos. Pero de lo que no cabe duda es que, en primer lugar, el proyecto está en ejecución y, de no desmentirnos quien así pueda hacerlo, se cumplen por ahora los plazos previstos para que aquel enorme tinglado recreativo funcione a finales de 1999 o comienzos del milenio. En segundo lugar, y por si alguien lo ha olvidado -que bien pudiera ser- estamos hablando de una inversión que supera los 43.000 millones de pesetas y que moviliza capitales de bancos, cajas y particulares del país. Queremos decir que no es un ejercicio baladí o de simple imagen del Gobierno autonómico, puesto que, además del citado montante financiero, su puesta a punto y explotación comportan obvias complejidades que exigen atención y seguimiento día a día y desde la colocación de la primera piedra. No es el criterio de este observador, que bien podría desdeñarse, sino el de algunas de las partes económicamente implicadas y gestoras. Esto es, de las que apuestan sus cuartos y tienen experiencia gerencial. Sin embargo, este es el momento en que esa empresa de altos vuelos -¿o habrá que pensar en una panda de amiguetes?- carece de director general, cabeza visible o ejecutivo que la rija y coordine. Funciona, ciertamente, una comisión ejecutiva representativa del capital social que va sacando adelante las papeletas que se le presentan, pero falta y se echa de menos la batuta profesional que concierte las partituras y que, por sí misma, por su experiencia, sea una garantía de un plan y unos objetivos establecidos. Ningún negocio de estas dimensiones, o muy inferiores, se permitiría tal acefalia en su organigrama, que difícilmente existirá faltando quien haya de diseñarlo. Todo ello nos lleva a formular una pregunta que se decanta de una sospecha previa: ¿por qué se demora esta elección o selección? Y la sospecha: ¿se reserva alguien el derecho a ocupar esa plaza en un futuro próximo, o no tanto? Sin pecar de malicioso, de los hechos se desprende que nadie con poderes bastantes apremia para enmendar ese vacío insólito, y cuando decimos nadie estamos señalando a la Generalitat Valenciana por ser, sin duda, el padre y la madre de esta criatura temática. ¿Se darán por aludidos o habremos de colegir que hay un tapado con expectativa de destino? Con esta millonada en vilo y con los plazos de realización comprometidos no dejaría de constituir una frivolidad monumental. Se comprenden el desasosiego y los visos de alarma entre el estamento inversor. Zaplana y la "mani" Al margen de la dudosa amenidad que desprende el debate parlamentario sobre la ley de Presupuestos para 1999, que pasará sin pena ni gloria, la semana ha deparado al Molt Honorable Eduardo Zaplana dos motivos de satisfacción, entre los que no figura, lamentablemente, el acuerdo acerca de la composición de la Academia Valenciana de la Lengua, que los más optimistas confían alcanzar a modo de regalo navideño. Los menos optimistas lo remiten ad calendas graecas. Olvidan éstos, sin embargo, que el presidente está ungido por la baraka y que vive momentos dulces. A los hechos nos remitimos. De un lado, la manifestación sindical del pasado jueves en Valencia. No parece que unos pocos -más bien pocos- miles de pacíficos ciudadanos le alterasen el sueño. En realidad le confirmaron que, como él mismo y su partido proclaman, todo les está saliendo a pedir de boca. Mejoran incesantemente las constantes económicas, si bien la inmensa mayoría de los currantes hayamos de conformarnos con la mera percepción estadística antes que con la renta percibida. El auge más constatable es el de la patronal, a la que se le conmina a disciplinar sus beneficios. Pero en su conjunto, y si no se quiere distorsionar la realidad, el clima social no es el más propicio para pasear por la calle unas reivindicaciones justas, sin duda, pero intemporales y apenas movilizadoras. El Gobierno autonómico ha podido contemplarlas con algún respingo, pero sin sobresaltos, al tiempo que los sindicatos quizá hayan tomado nota de que a su no muy oportuna o insuficientemente explicada llamada han acudido más políticos en ejercicio que trabajadores damnificados. En sincronía con este amago de protesta felizmente superado, el liderazgo de Zaplana ha sido revalidado en el cenáculo más selectivo de su partido al encomendársele la elaboración de una ponencia política para el próximo congreso nacional del PP. La España de las oportunidades se denominará el documento, cuya enjundia habrá de tener muchos quilates para enmendar la desdicha del título, fácilmente asociable a la España de las rebajas o Todo a cien, como viene aconteciendo con el desguace del sector público. Un desacierto, a nuestro entender, marginal, que no mengua el mérito personal del ponente y que en modo alguno autoriza las gruesas y hasta soeces descalificaciones que le ha dedicado la oposición, que en ocasiones parece un ciego con pistola. Y un acuse de recibo Una dama inglesa, excelente traductora de castellano y turista recurrente por las playas del sur valenciano, insta mi mediación para que las autoridades competentes (?) exijan la higiene y decencia debidas en los lavabos de la Estación de Autobuses de Alicante, que describe en términos mortificantes. Afirma no comprender tanta desidia en una ciudad que se tiene por escaparate de la "millor terreta del món". Confiemos en que el agravio llegue a oídos del alcalde Díaz Alperi y que le dé la gana de solventar ese baldón. Ignoro si la denuncia es extensible a la Estación de Valencia, pero de ese asunto ya se ocupa habitualmente el profesor García Reche.

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