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Zumalacárregui y el viaducto

Ormaiztegi, a la orilla del río Estanda, no pasaría de ser uno más de los numerosos municipios vascos de unos mil habitantes con cierta presencia industrial si no fuera por dos circunstancias bien dispares que han hecho de esta localidad guipuzcoana un referente en la historia de Euskal Herria de estos dos últimos siglos. En Ormaiztegi nació en 1788 Tomás de Zumalacárregui, mitificado general de la primera guerra carlista, que de no haber fallecido prematuramente hubiera llegado a ver cómo, 77 años más tarde, se inauguraba una de las principales obras de ingeniería de ese siglo en Guipúzcoa, el viaducto del ferrocarril París-Madrid. Personaje y obra tan emblemáticos confluyen en un mismo lugar como una doble metáfora del cambio del mundo tradicional al moderno en el País Vasco. Tomás de Zumalacárregui nació en Ormaiztegi en el seno de una típica familia de hidalgos vascos con ciertos posibles: su padre era escribano real de la villa de Idiazabal, ocupación para la que en principio estaba destinado el joven Tomás. Con ese fin, al menos oficialmente, se trasladó a Pamplona a casa de un procurador que acabará convirtiéndose en su suegro y abuelo de sus tres hijas, que sufrieron lo suyo a cuenta de las andanzas de su padre. En principio y según cuentan los historiadores, Zumalacárregui no destaca como "hombre de acción" tal y como representa Baroja a su antepasado Aviraneta. Zumalacárregui no era amigo de cortes palaciegas, intrigas y conspiraciones: lo suyo era la estrategia militar a la que se verá abocado, primero por el ardor propio de un joven que vive en tiempos de la guerra de la Independencia, luego más por defender unos derechos de los que había oído hablar en Pamplona que porque tuviera interés alguno en quién fuera el monarca español: Isabel II o Carlos María Isidro de Borbón. Zumalacárregui era más bien recatado, casero, apegado a la tierra (son varios los viajes que hace a Ormaiztegi para descansar); Aviraneta, todo lo contrario. Zumalacárregui es un arquetipo del militar a la antigua, Aviraneta, prototipo de militar a la moderna. Cada cual obtuvo su gloria: Aviraneta pasó a la historia gracias a las novelas de su descendiente; Zumalacárregui, como personaje mítico a cuya casa natal acudían gentes de toda condición a visitar la habitación donde nació tan insigne estratega. Así lo relata en 1916 Jesús Etayo en la revista Euskalerriaren alde. Había acudido a visitar junto con unos amigos la localidad de Ormaiztegi y recalaron en el caserío Iriarte-erdikoa, donde había vivido el general. Según cuenta Jesús Etayo, todos se quedaron pensativos y reflexionaron sobre la grandeza del personaje, "aunque había más de uno que no compartía sus ideas". Esa misma casa que visitaron los de Euskalerriaren alde es ahora un flamante museo dedicado a la memoria de Zumalacárregui y por extensión al recuerdo de aquel periodo tan convulso de la primera guerra carlista. En el espacio que permite uno de los escasos caseríos que todavía quedan en pie en el centro de Ormaiztegi, el visitante tiene la posibilidad de conocer a fondo la figura y el tiempo del militar carlista a partir de documentos, imágenes y demás elementos habituales en una exposición permanente. Pero también puede recorrer aquellos años pasando un buen rato:la planta baja está dedicada, en principio, a los más pequeños, aunque cualquiera puede disfrutar calándose los distintos sombreros de la época o jugando a descubrir las habitaciones de una casa de entonces. Sin duda, uno de los aciertos del museo es la serie de paneles móviles que están pintados con los trajes que se llevaban en esos primeros decenios de XIX y que tienen unos orificios para introducir la cabeza y las manos. Así, el visitante se puede ver reflejado en un espejo colocado al efecto como si fuera el mismísimo Zumalacárregui o la entonces pretendiente del trono, la infanta Isabel II. Y para los más sesudos, el museo también ofrece un centro de documentación sobre este periodo histórico desde donde se publican estudios sobre las guerras carlistas y los demás hechos que ocurrieron el siglo pasado. El museo se completa con una serie de objetos personales del general guipuzcoano: desde una cubertería a la inevitable tabaquera (se cuenta que los últimos días de su agonía Zumalacárregui fumaba compulsivamente). Y también está el catalejo de campaña que le regaló el general inglés Lord Eliot después de mantener una animada conversación con el general carlista. Si aquella bala no se hubiera cruzado en su camino en el sitio de Bilbao, Zumalacárregui seguro que hubiese disfrutado en su vejez observando desde su caserío Iriarte-erdikoa las obras del viaducto, signo de unos tiempos que el militar no llegó a vislumbrar. Alarde técnico Atribuido a Eiffel (como tantas otras construcciones en hierro del siglo pasado), el viaducto de Ormaiztegi, inaugurado el 15 de agosto de 1864, es la obra más importante de la vía Madrid-París, no sólo porque resuelve un desnivel de 289 metros de largo y 34 de alto, sino por el modo de construirlo. Con 18.000 toneladas apoyadas sobre cuatro pilares, el ingeniero Alexander Lavalley, predecesor de Gustave Eiffel, supo hacer un puente amplio, cómodo, ligero y muy seguro, gracias a su magistral utilización del hierro, un material de construcción entonces novedoso. Según dicen los expertos (y el folleto que explica esta impresionante obra de ingeniería que ha cumplido 134 años), "no hay una obra en toda Euskal Herria que, por sus características técnicas o por su importancia histórica, sea comparable a esta arquitectura del hierro, admirada por propios y extraños". El veterano Zumalacárregui, si hubiera vivido entonces, se maravillaría ante el puente que construyeron cientos de trabajadores vascos y otros tantos procedentes del Piamonte italiano que ya tenían la experiencia de trabajar en los Alpes. Pero también disfrutaría el general retirado ante el paso del ferrocarril, otro de los inventos de su siglo que no llegó a conocer quizás a causa de esa misma guerra en la que él participó con tanto éxito. Aunque al final el azar quiso que una bala perdida acabara con la brillante carrera de un estratega por circunstancias.

Datos prácticos

Cómo llegar: La localidad guipuzcoana de Ormaiztegi se encuentra a escasos kilómetros de la N-I. Tanto si se llega desde San Sebastián, como si se hace desde Vitoria, hay un desvío a la altura de Beasain que conduce por una carretera de doble vía hasta la propia localidad de Ormaiztegi. Desde Bilbao, también se puede llegar hasta Eibar por la A-8 y desde aquí, por Bergara y Zumarraga, hasta Ormaiztegi. Alojamiento: En Ormaiztegi no hay oferta de alojamiento, pero sí en las cercanas localidades de Beasain, hotel Urteaga (tel. 943 880850); de Idiazabal, hostal Buenos Aires (943 187082), ubicado en el puerto de Etxegarate, y de Olaberria, hotel Castillo (943 881958). En lo que respecta a las casas de agroturismo, se pueden citar Baztarrika (943 883044) en Gabiria, Mandubiko Benta (943 882673) en Ezkio-Itxaso, y Tellerine (943 582031) en Zerain. Comer: En la propia localidad de Ormaiztegi se puede acudir al restaurante Kuko (943 882893) o al asador Itxune (943 887351). Ya en Beasain, la oferta se multiplica. Por citar algunos establecimientos: Egoki (943 880037), Urkiola (943 880319), Aterpe (943 884666), Kattalin (943 889252), Artzai-Enea (943 889461), Abdon (943 160364), Ongi-etorri (943 889907) o Rubiorena (943 885760).

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