El PSE dice que entrará en un Gobierno vasco "político, no aritmético"
El PSE encara la segunda ronda de negociaciones con Juan José Ibarretxe con un doble discurso posibilista. En pacificación, el punto 10 de Ajuria Enea es la llave elegida por los socialistas para superar "las contradicciones" entre Lizarra y la Mesa, junto a un liderazgo del proceso por el nuevo Gobierno vasco, compartido con los partidos. Además fijan un programa no basado en la mera gestión: "Entraremos en un gobierno político, no en uno aritmético".
En ese baile de apareamiento, todos los partidos sacan pecho para condicionar a Ibarretxe en la negociación. Las advertencias de Carlos Garaikoetxea, Xabier Arzalluz y Arnaldo Otegi hay que interpretarlas como un intento de rodear de ruido la ronda negociadora. Cuando Otegi califica de "muy negativa" la posibilidad de un acuerdo entre nacionalistas y socialistas, porque los partidos nacionalistas se situarían en una etapa pre-Lizarra, está presionando para evitar que el PNV descarrile el tren de Estella. Cuando Garaikoetxea hace lo propio o cuando incluso Arzalluz amaga con un discurso en el que califica de "plantear lo imposible" el que el PNV abandone los postulados de Lizarra para que entren los socialistas, estamos ante meras tácticas negociadoras.En ese marco de negociación, cuyos ritmos y contenidos va a marcarlos Ibarretxe, el PSE ha elaborado un discurso posibilista para entrar en un ejecutivo en el que lo que importa al PSE no es lo que pueda decir Arzalluz, sino la política que está dispuesto a llevar adelante Ibarretxe estos cuatro años. Esa separación entre candidato y partido que inteligentemente ha realizado Nicolás Redondo supone un apropiado colchón negociador y el paracaídas necesario para que los socialistas resitúen su discurso sin que las sensibilidades encontradas del partido afloren con fuerza. Y ahí, pese a las dificultades, hay un gran caudal programático en el que socialistas y nacionalistas pueden hacer confluir en un "programa razonable y moderado", como el que intuye Redondo que les propondrá Ibarretxe. El PSE planteó el sábado cinco problemas a Ibarretxe. El PSE propone en primer lugar la búsqueda de un camino que permita acercar Lizarra al Pacto de Ajuria Enea con el punto 10 del Pacto de Ajuria Enea. Ibarretxe ha repetido que Estella hay que entenderlo con un carácter incluyente, no excluyente. De momento, uno de los compromisos del candidato del PNV de llamar a todos los partidos a una nueva mesa de conversaciones para la paz, ya es un hecho aceptado por el PSE con su oferta de propiciar un nuevo foro con EH. El segundo de los obstáculos son las reglas de juego.
El PSE pide a Ibarretxe un pacto estatutario para que en los próximos cuatro años el Gobierno se rija por las reglas democráticas. Ibarretxe mantiene que hay que completar el estatuto y después actualizarlo en función de las competencias que Europa se reserve para sí, y de las que queden para los nuevos estados miembros. En ese contexto no parece complicado un acuerdo sobre la base del estatuto de Gernika. El propio Arzalluz lo explicó tras el 25-O a su manera, es decir con una pregunta: "¿Qué se creen, que en estos cuatro años vamos a hablar de independencia? De lo que vamos a hablar es de empleo, de formación y de seguridad social". No se plantea la independencia a corto plazo.
El tercero de los asuntos que plantea el PSE es la respuesta del Gobierno vasco a la tregua de ETA y unido a ello el cuarto punto: que el próximo Gobierno lidere el proceso de paz y además abandone el carácter de Gobierno de gestión de los últimos años. Ahí, el acuerdo es también factible ya que Ibarretxe no se ha cansado de repetir que él dirigirá la pacificación y que el nuevo Gobierno será político. El III Congreso celebrado en octubre pasado también obliga al PSE a llegar con sus socios de Gobierno a un gran pacto por el empleo y un acuerdo cultural. Ésa es la última de las condiciones que pone sobre la mesa el socialismo vasco.
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