Los electores rechazan el extremismo conservador
El sondeo más masivo y el único que cuenta en democracia, el de las urnas, dibujó el martes un perfil del votante medio norteamericano que debería provocar una profunda reflexión en el seno de un Partido Republicano muy escorado en los últimos años hacia el ultraderechismo político, moral y religioso. El ganador de las próximas elecciones de dimensión nacional, las presidenciales del 2000, será el que logre ganarse a ese votante, que se sitúa en lo que Bill Clinton llamó una vez "el centro vital" -un centro inclinado más bien hacia la derecha- y que rechaza tanto el estatalismo de la izquierda del Partido Demócrata como el fundamentalismo de tantos republicanos.El votante medio norteamericano, según los numerosos sondeos efectuados el martes a pie de urna, que coinciden en sus datos básicos, está satisfecho al 85% por la situación económica de EEUU; aprueba en un 60% la gestión política de Clinton, pero rechaza en un porcentaje semejante su persona. Ese estadounidense desea un final rápido y no demasiado doloroso del caso Lewinsky. Cree que la mayoría republicana en el Congreso se ha excedido en la persecución del presidente y considera que su destitución o dimisión es un castigo excesivo. Pero también estima que Clinton no debería salir de rositas del embrollo. Una sanción moral sigue siendo la fórmula preferida por la mayoría del país.
Las preocupaciones del norteamericano medio, a tenor de esos sondeos, confirmados por las victorias o derrotas de los diferentes candidatos, son, por este orden, el porvenir de la educación pública, la regeneración ética del país, la salvación del sistema de pensiones de jubilación (Seguridad Social) y sanidad para la tercera edad (Medicare), la reducción de los impuestos, el acceso a la asistencia médica y sanitaria y la protección del medio ambiente.
Ese norteamericano medio cree en Dios en un 96%, está en un 77% a favor de la pena de muerte y en un 70% a favor de leyes que limiten -aunque no prohíban- el acceso a las armas de fuego. Se opone en un 60% al aborto, y en especial a los producidos en una fase avanzada del embarazo, pero en un porcentaje superior, el 75%, es contrario a cualquier reforma constitucional para volver a prohibir la interrupción voluntaria del embarazo.
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