Los subordinados de Miravete afirman que era "un mando enrollado"
"Era un mando enrollado y diferente a los demás". "Siempre intentaba dar la sensación de compañero". Ésas son algunas de las frases pronunciadas ayer por sus ex soldados para definir al sargento Juan Carlos Miravete, que desde el pasado lunes está siendo juzgado en Barcelona por la muerte del cabo Samuel Ferrer. Por eso entendieron como una broma que el sargento les pasara películas bélicas, les contase su falso pasado como mercenario e incluso les obligara a realizar 40 flexiones. Hasta que Miravete cargó la pistola.
El defensor del sargento, el abogado Enrique Trebolle, intentó abundar en el buen trato que dispensaba a sus subordinados, pero éstos fueron claros. "Era una buena persona", explicó el entonces soldado Daniel Gómez Conesa. "¿Antes de los hechos?" preguntó el letrado. "He dicho que era", replicó el testigo.En términos parecidos se explicó ante el Tribunal Militar Territorial Tercero el cabo José Alberto Sahún Pérez, ingeniero industrial de profesión. "Conmigo hablaba distendidamente en privado y era muy comprensivo, pero siempre tenía claro que él era un mando", afirmó.
Los jóvenes que estaban a las órdenes del sargento durante la madrugada del 19 de abril de 1997 comprendieron que se había acabado la broma en la cantina del destacamento de Candanchú (Huesca) cuando Miravete desenfundó su pistola reglamentaria. "Sacó el arma para impresionar, porque nadie se lo pidió", relató Gómez Conesa. "Luego, mientras apuntaba a algunos soldados, nos dijo que las armas las cargaba el diablo y las disparaba un hijo de puta", agregó.
A continuación le dió la pistola al cabo Samuel Ferrer y le pidió que le apuntase y disparase. Este se negó "y el sargento la guardó en la cartuchera, pero la volvió a sacar después y se disparó, sin gritos ni peleas".
"¿Estaba asustado cuando Miravete sacó el arma?" preguntó el fiscal. "Como todos, porque al sargento se le iba la cabeza, deliraba y decía que él era el número uno, hasta que pasó lo que pasó". En ese momento terció el presidente del tribunal e interrumpió el interrogatorio para asegurar al soldado: "somos muy conscientes que está pasando un mal rato".
Un pasado de mercenario
Sergio Terrón, otro soldado presente en la cantina, explicó que Miravete les contó que había sido mercenario en Suráfrica "y que había matado a mucha gente". Tras quitarse la camisa para mostrar unas imaginarias heridas, arengó a los soldados diciéndoles que debían temer a la muerte. Al final, cuando Samuel Ferrer cayó desplomado tras recibir un disparo en el pecho, el sargento primero les dijo: "La muerte nos acecha a cada instante".José Alberto Sahún explicó al tribunal que tras recibir el disparo mortal el cabo intento reincorporarse, pero apenas pudo levantar la cabeza y las piernas. "Le quedaban muy pocos minutos de vida y se santigüó". Miravete trató de reanimarle con el boca a boca. "No lo hacía bien y yo le pedí que me dejase a mí", explicó el testigo, quien luego puntualizó que el sargento "se desentendió" del herido y les pidió a los soldados que buscasen el casquillo de la bala. Cuando lo encontraron, Miravete se lo guardó en el pantalón y fue al lavabo de mandos que hay junto a la cantina, donde lo arrojó. La defensa cuestionó ese relato, pero el testigo se mostró muy seguro al afirmar que oyó como cayó el casquillo al retrete y cómo Miravete tiró de la cadena. Además, precisó que el agua no arrastró el casquillo y cuando llegó la Guardia Civil para detener a Miravete todavía estaba en el inodoro.
El alcoholismo del acusado también se planteó ayer. "Estaba ido de la castaña de beber", relató un soldado. El fiscal le pidió que se explicara y el testigo aseguró que tras cenar se proyectó una película en la que aparecía un teniente fallecido del mismo grupo de esquiadores de montaña del Ejército. "Cuando salía su imagen, el sargento lo saludaba con la palma de la mano".
Tras ese vídeo se proyectó La jungla de cristal 3, que a los pocos minutos fue sustituida por El sargento de hierro, en la que aparecían marines norteamericanos. "Nos dijo que nuestra compañía era mejor que los que salían en la película", explicó José Alberto Sahún. "Cada vez estaba más eufórico", añadió.
Sus ex subordinados explicaron que aquella noche el sargento bebió una botella entera de pacharán, pero el presidente del tribunal quiso aclarar hasta qué punto estaba ebrio. Por eso preguntó a un testigo cuántas flexiones les obligó a realizar, unas 40, y si Miravete también las hizo, a lo que contestó que sí.
El entonces cantinero del cuartel, Alejandro Martínez Carrión, aseguró que el sargento bebió antes de disparar una botella y media de vino y cuatro o cinco copas de pacharán. Estas últimas, incluida la que sirvió al cabo Ferrer, las consumió cada diez minutos y algunas de ellas de un solo trago.
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