El sargento bebedor
Miravete sufría una "embriaguez superficial" cuando disparó contra el cabo Ferrer, según dijeron ante el tribunal dos psiquiatras militares. La ingestión de alcohol, agregaron, no produjo la anulación total de su voluntad, pero sí una grave reducción de la misma.
Los psiquiatras estimaron que la cantidad de alcohol ingerida aquel día por Miravete equivale a uno o dos gramos por cada kilo que pesa, suficiente para provocar un coma etílico en una persona normal, pero no en él, que muestra una extraordinaria tolerancia a la bebida.El testimonio de los dos médicos militares es la principal baza de la defensa. Los facultativos retrataron al sargento como una persona con antecedentes familiares de alcoholismo, que se inició en su consumo a los 15 años y que con su adicción intenta ahogar su complejo de inferioridad. Según los psiquiatras, la bebida limita su capacidad de juicio. El acusador particular, Alberto Pérez, cuestionó la contundencia de su dictamen, advirtiendo que no se han encontrado secuelas físicas de alcoholismo.
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