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El 80% de las mujeres rurales completa las rentas de sus familias con trabajos agrarios sacrificados y poco reconocidos

Un termo de café y unas aspirinas mantienen en pie a este ejército invisible en los peores momentos. En las estadísticas oficiales muchas mujeres rurales figuran como amas de casa, pero en los meses de temporada alta en el campo, las 24 horas del día se les quedan cortas. Apuran el sueño para combinar las tareas domésticas con las jornadas de hasta 16 horas que les marcan en los almacenes de fruta o con los trabajos agrícolas más ingratos en los campos de sus maridos. El 80% de las mujeres rurales completa las rentas de sus familias con estas labores hortofrutícolas sacrificadas y poco reconocidas, según las estimaciones de la Unió de Llauradors y la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA). Un informe de CC OO cifra en 30.000 las valencianas que acuden a los almacenes y sentencia que, sin esta mano de obra "dócil y flexible", no serían rentables muchos almacenes de fruta y explotaciones agrarias.

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Enriqueta Cortina, de 72 años, muestra orgullosa sus manos encallecidas y se jacta de que nació bajo un terrón en la huerta de Meliana. Esta mujer jovial, vestida de negro y con el cabello cano recogido en un moño, recuerda que a los 12 años empezó a acarrear al mercado los tomates, nabos y pimientos del huerto familiar. Durante toda su vida ha ayudado a su marido a cultivar todo tipo de verduras. Su esposo murió y ahora acude al bancal "por afición" para ayudar a sus hijos a plantar y recolectar. Pero, como la mayoría de mujeres rurales, es una agricultora invisible, que jamás cotizó a la Seguridad Social. Por eso, ahora debe conformarse con una exigua pensión de viudedad, como si jamás hubiera empuñado una azada. Enriqueta acudió la pasada semana, junto a centenares de valencianas, a la II Jornada de la Mujer Rural celebrada en el Palacio de la Música de Valencia por la Asociación Valenciana de Mujeres y Familias del Ámbito Rural (Avamfar), un colectivo vinculado a AVA. Su presidenta, Marián Corbi, explica que las rentas agrarias son tan bajas que no permiten que los dos cónyuges estén dados de alta. Sin embargo, reivindica que la Administración tenga en cuenta este trabajo anónimo de las mujeres rurales y lo retribuya de alguna forma. Avamfar se propone sacar del anonimato a las mujeres del campo potenciando su formación profesional, técnica y cultural. Para que, al enviudar, no tengan que arrendar o vender sus campos porque sus maridos se ocupaban de toda la gestión y ellas "no saben ir al banco, ni negociar con los compradores", explican en la asociación. No se quedan ahí: también pretenden que las mujeres saquen al mundo rural de su ostracismo atrayendo turistas mediante la recuperación de las tradiciones y gastronomía de cada pueblo, poniendo en marcha actividades económicas alterantivas, educando a los hijos para que no emigren y protegiendo el medio ambiente. Trabajos ingratos A pie de bancal, las mujeres tienen adjudicados los trabajos más ingratos. Maite Bataller, agricultora de 36 años de La Pobla del Duc (La Vall d"Albaida) y miembro de la Unió de Llauradors, detalla que los maridos de la comarca dejan en manos de sus esposas la tarea de despampolar: pasarse cuatro o cinco horas seguidas con la espalda doblada en ángulo recto para arrancar los brotes improductivos de las vides. También les reservan la faena de aclarir el frutals (reducir la densidad de albaricoques o melocotones de algunas ramas para que los frutos alcancen un mayor tamaño) y la de granar el bancal (reunir en montones, con una horca, las ramas podadas). El trabajo de las mujeres aún es más duro, según Avamfar, en las comarcas más montañosas, como Los Serranos, donde la mecanización del campo aún no está tan consolidada y las mujeres han heredado esfuerzo físico que realizaban sus abuelas. El último censo agrario de 1989 contabiliza en la Comunidad Valenciana 242.848 personas como jefes de explotación de unos cultivos. La superioridad masculina es abrumadora: 199.500 frente a 43.348 mujeres. Conxa Domingo, profesora de Geografía Rural de la Universidad de Valencia, aclara que muchas de estas mujeres figuran oficialmente como jefas de explotación porque enviudaron o heredaron las tierras, pero los que realmente las gestionan son sus hijos u otros agricultores a los que han arrendado los campos. Para avalar su teoría ofrece un dato significativo: en los matrimonios rurales hay 18.000 maridos y apenas 500 esposas que ejercen como jefes de explotación agraria. Domingo sitúa el gran papel de la mujer rural valenciana en los almacenes donde se calibra, etiqueta y embala la fruta, sobre todo la naranja: el 80% del personal es femenino. En un informe elaborado por CC OO, en el que ha colaborado Domingo, se analizan en profundidad las jornadas de 70 horas semanales, fines de semana incluidos, que llegan a realizar en febrero muchas trabajadoras de estos almacenes, seguidas por otras semanas donde no alcanzan las 10 horas de trabajo. "Son una mano de obra dúctil y flexible, que se acomoda a las necesidades del empresario agrícola por el carácter estacional del sector", detalla Neus Pont, secretaria de la mujer de CC OO. Los varones que trabajan en estos almacenes suelen tener un horario y un sueldo estable, pero a las mujeres encuestadas les parece lógico: "Son cabezas de familia, tienen que llevar un jornal a casa". Pont afirma que estas mujeres tienen muy baja autoestima y consideran su trabajo "una ayuda" para completar el sueldo de sus maridos. Por la exigencia del trabajo, el 10% de las empleadas confiesa haber abortado alguna vez y el 7% sufre bajas laborales frecuentes por agotamiento, enfermedades crónicas, depresión... Las varices en las piernas por pasar tantas horas de pie, los resfriados permanentes en invierno por las corrientes de aire, las contusiones por el hacinamiento de máquinas y trabajadoras, y la automedicación y los reparos a coger bajas por enfermedad para no perder un día de jornal salen a relucir en muchas de las entrevistas realizadas por CC OO para elaborar este informe. El sindicato considera injusto que, por la estacionalidad de su labor, tengan que trabajar 45 años para cotizar 15 a la Seguridad Social y reclama una "discriminación positiva" a su favor. A pesar de sus penalidades, estas mujeres apenas se muestran reivindicativas y defienden a la empresa por encima de todo. Pont lo atribuye a la visión patriarcal que tienen del empresario y a su agradecimiento por ofrecerles un trabajo. Tal vez por eso, algunas destacan como una gran mejora en sus condiciones de trabajo, la instalación de un cuarto de baño sólo para señoras.

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