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CRÍTICATEATRO

Piratas cantarines

Los piratas De Gilbert & Sullivan, por Dagoll Dagom. Intérpretes, Carlos Gramaje, Manel Barceló, Rosa Galindo, Rosa Serra, Oscar Más, Eva Trullás... Versión, Xavier Bru de Salas. Iluminación, Ignasi Morros. Vestuario, Isidre Prunés. Escenografía, Lluc y Josep Castells. Dirección musical y arreglos, Joan Vives. Dirección, Joan Lluis Bozzo. Teatro Olympia. Valencia, 28 de octubre.Dagoll Dagom lleva ya algún tiempo con este montaje, y se nota por la envidiable desenvoltura de los intérpretes-cantantes en una brillante puesta en escena. Lástima que el Principal haya desdeñado acoger este montaje, dada la mayor amplitud de su caja escénica, y lástima que se ofrezca una versión en castellano, dado el esmero que Xavier Bru de Salas puso en ajustar al catalán referencias a situaciones y lugares del sur de Inglaterra. En cualquier caso, eso que se llama mediterraneidad sigue vivo en el conjunto de los espectaculares números musicales que desfilan por el Olympia. Esta opereta famosa de la pareja Gilbert & Sullivan, tiene ese toque de ingenuidad que dulcifica asuntos presuntamente tremebundos, un tanto como hiciera Polanski en su película sobre piratas, en un espectáculo que pretende sobre todo divertir a toda clase de públicos. Lo consigue plenamente, y en la sesión de tarde del sábado multitud de niños seguían las evoluciones de los actores y los efectos escénicos con esa concentración asombrada que sólo los más pequeños saben manifestar. Ya de entrada, el espectáculo muestra sus cartas. Un actor disfrazado de técnico sale al escenario y simula algunas consultas sobre las luces, parece fundirse uno de los focos y de la humareda emerge el actor convertido ya en temible pirata. A partir de ahí todo va sobre ruedas, incluidos los naturales baches de ritmo en los pasajes dialogados y los aplausos al final de cada número musical, muy bien engarzados, por cierto. El tono general es como de cromo más que de viñeta, casi de recortable, y abundan esos detalles bufos que tanto divierten al público. Se aprecia el oficio de la compañía, y de Joan Lluis Bozzo, para llenar el espacio y jugar con sabiduría con las transiciones. Todo en el marco de un género menor, si es que todavía existen, que tal vez carecería de importancia si nuestro panorama teatral fuese distinto. Habiendo más o menos lo que hay, Los piratas es un trabajo muy estimable y la mar de divertido, y seguiría siéndolo si en su entorno se dieran producciones más estimulantes. Tampoco hay que desdeñar así como así la transformación del arte en un gran oficio.

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