_
_
_
_

El testigo de cargo se desvanece

Conmoción en el Reino Unido por una cadena perpetua debida a un testimonio cuestionado

Isabel Ferrer

La vida de Michael Stone, un drogadicto británico de 38 años con antecedentes penales y problemas psíquicos había sido turbulenta hasta que, en 1996, se cruzó en su camino uno de los crímenes más atroces registrados en el Reino Unido. Condenado el pasado viernes a cadena perpetua por la muerte a martillazos de Lin Russell, de 45 años, y su hija pequeña Megan, así como por el asesinato frustrado de Josie, la hermana mayor, la sentencia puede ser ahora recurrida. El principal testigo de cargo, Barry Thompson, acaba de calificar su propia confesión de "montón de mentiras". Si se prueba el perjurio volverá a la cárcel, en donde ya conociera en su día al convicto. Para la familia de éste y la de las víctimas, la pesadilla ha vuelto a empezar.El juicio de Stone ha removido algo más que los cimientos legales británicos. El testigo Thompson es un delincuente habitual que pronunció una sola frase durante la vista. "Cometí un error con ella y no lo repetiré contigo", dice que le gritó el acusado desde la celda de al lado. Como Josie Russell sobrevivió al ataque y su lenta recuperación ha mantenido en vilo al país, el jurado dedujo que ella era la niña dada por muerta.

Lo malo es que no había más pruebas fiables que relacionaran a Stone con el crimen. Ni los análisis forenses ni los recuerdos de dos testigos que vieron a un hombre con la ropa ensangrentada han resultado concluyentes.

Stone tiene toda su vida en contra. Con una infancia de peregrinaje por hogares de acogida y un desorden de la personalidad calificado de "intratable" por los psiquiatras, no encajaba en ningún centro médico.

Un mes antes del crimen fue admitido como paciente en régimen de ambulatorio en su región natal, Kent, al sureste de Inglaterra. Había pedido el ingreso de forma permanente, pero el diagnóstico le negaba la cama segura que buscaba. "Cómo es posible que la psiquiatría moderna califique de intratable un desorden mental", clama el ministro del Interior, Jack Straw.

Barbara Stone pregunta con timidez por qué dejaron solo a su hermano. "¿Por qué fallaron los servicios sociales, penitenciarios y de salud?", dice, cada vez más convencida de su inocencia. En una entrevista concedida ayer a The Independent, reconoce que al principio creyó de veras que su hermano había cometido el crimen. "No quiero herir a la familia Russell pero ahora tendrán que convencerme de que es culpable", señala.

Su serenidad contrasta con las agitadas maneras de Barry Thompson. Cuando éste aseguró el pasado martes que había cometido perjurio -"no creí que lo condenaran sin otras pruebas"-, los penalistas dejaron oír su voz. Durante la vista, la defensa lamentó que "un puñado de delincuentes" tuviera tanta credibilidad. Varios de sus colegas piden ahora más garantías acerca del grado de veracidad de criminales convictos.

Los Ministerios de Interior y Sanidad trabajan para reforzar las normas para seguir más de cerca o retener a ciudadanos con alteraciones psíquicas.

¿Y Josie Russell? Con 11 años recién cumplidos y una placa metálica en la cabeza para cubrir el agujero dejado por un martillazo, no está aún curada. La labor de los terapeutas y el cariño de su padre, Shaunn, han servido para que recupere el habla, pero su capacidad intelectual sigue por debajo de su edad.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_