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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El séptimo canciller

GERHARD SCHRÖDER se convirtió ayer, con más votos de los esperados, en el séptimo canciller de la República Federal de Alemania y el tercero socialdemócrata. Schröder rompe moldes en muchos aspectos, no sólo porque da entrada por primera vez a Los Verdes en el Gobierno, sino porque es el primer canciller que no guarda una vivencia directa del nazismo y de la Segunda Guerra Mundial -nació en 1944-, aunque sí de sus secuelas, como hijo de viuda. Con su elección llega al poder la generación de los nietos de Willy Brandt, lo que marcará una impronta en la política alemana e incluso en la europea. Schröder reclama un trato normal para una Alemania que cambia de capital, de Bonn a Berlín, donde Schröder tiene prisas por instalarse.De sus predecesores socialdemócratas, Brandt, deprimido por el escaso resultado de su política de apertura hacia Alemania del Este, acabó dimitiendo a la sombra de un escándalo de espionaje. Le sucedió Helmut Schmidt, que vio amargados sus últimos años en la cancillería por la rebelión de su propio partido, que no controlaba. ¿Y Schröder? En teoría, quien controla el partido es Oskar Lafontaine, quien se ha construido un superministerio de Finanzas con tantas competencias que algunos medios le han apodado el "canciller secreto" y es sin duda el hombre fuerte del Gobierno.

Pero Schröder tiene muchos resortes para afianzarse en el poder. En primer lugar, la propia dinámica de la construcción europea refuerza el papel de los jefes de Gobierno frente a los ministros, por muy poderosos que éstos sean. Se notará de inmediato, pues Alemania ha de asumir en enero la presidencia semestral del Consejo de la Unión Europea. En segundo lugar, si Lafontaine y los socios verdes pretendieran presionarle para una política más a la izquierda de lo que defiende Schröder, éste siempre podría contar con romper la coalición rojiverde y dar entrada a los liberales.

El nuevo canciller, que venció sobre todo gracias al cansancio del electorado hacia Kohl, tras 16 años de mandato de éste, proclama un "nuevo principio" para su "nuevo centro". Su obsesión es la industria alemana, que arrastra una pérdida de competitividad, además de un desempleo que afecta al 10% de la población activa, y aún más en los antiguos territorios del Este (17,4%). Ésta es la segunda gran tarea: soldar la fractura social, económica e incluso cultural que existe entre las dos Alemanias. Es significativo que el nuevo Bundestag (Cámara baja) haya elegido como presidente a un socialdemócrata del Este, Wolfgang Thierse, y como vicepresidenta, a la neocomunista Petra Bläss. Son otros tiempos.

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Alemania comienza una nueva experiencia política. En el nuevo Gobierno, Los Verdes han obtenido tres carteras, entre ellas la de Exteriores, que desempeña el realista y ahora encorbatado Joschka Fischer, comprometido con el rumbo internacional y europeo de esta Alemania. Los primeros desplazamientos al extranjero de Schröder tras las elecciones han sido a París y a Washington. El siguiente, ya como canciller, se anuncia a Londres, mientras Fischer viajará a Polonia. Esta Alemania va a contar mucho en Europa. Por ello sería conveniente que la prevista visita de Aznar a Bonn no se postergara demasiado. Pese a estar en el euro, hay un riesgo importante para España de quedar en la periferia política de Europa, con una excesiva dependencia del amigo Blair.

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