La campaña electoral termina sin que el PNV desvele sus planes para después del 25-O
La campaña electoral termina hoy con el desembarco en el País Vasco de los principales líderes nacionales. Ayer fueron los socialistas José Borrell y Joaquín Almunia; Julio Anguita, de IU, y Francisco Álvarez Cascos, del PP. Y hoy, viernes, el presidente del Gobierno, José María Aznar. La campaña que hoy termina no ha servido para que el nacionalismo desvele sus cartas políticas para después de las elecciones. No se sabe con certeza por qué tipo de Gobierno apuesta ni, sobre todo, qué será de la Declaración de Lizarra y del proyecto nacionalista, pese a las presiones de PP y el PSOE por aclararlo.
La campaña ha obligado a los partidos a cruzar sus papeles. Las dos principales formaciones nacionalistas -PNV y Euskal Herritarrok (EH)- han hecho un esfuerzo de moderación para acallar los temores de una radicalización nacionalista y han eludido, sobre todo el PNV, comprometerse a impulsar la Declaración de Lizarra, suscrita el 12 de septiembre entre todos los partidos nacionalistas e IU y que sirvió de colchón político a la tregua de ETA. Los peneuvistas han tratado de presentar estos comicios como si fueran unas elecciones cualquiera, como si no hubiera una tregua indefinida de ETA y los nacionalistas vascos no dibujaran un nuevo proyecto. Ha diseñado una campaña destinada sobre todo a tranquilizar a los no nacionalistas y a los nacionalistas moderados, preocupados por la decisión que pueda tomar la banda terrorista si las urnas arrojan un descenso del voto nacionalista, o atemorizados por un futuro de mayor radicalidad, una vez superada la etapa de violencia.
Para contribuir a esa tranquilidad, el líder de EH, Arnaldo Otegi, ha llegado a asegurar que ETA respetará los resultados de las urnas y no romperá el alto el fuego si en el próximo Gobierno vasco figuran partidos no nacionalistas.
Así las cosas, el PNV no ha hablado del compromiso alcanzado en la Declaración de Lizarra, que supone una profundización del autogobierno vasco por vías distintas al Estatuto de Gernika, y no ha aclarado cual será su proyecto político después del 25-O, asegurando que lo desplegará a la vista de los resultados electorales. El eje de la campaña peneuvista ha sido el lanzamiento de su nuevo candidato a lehendakari, Juan José Ibarretxe, que ha presentado una faz moderada, de gestor moderno y con un marcado discurso europeísta. "El día 26 de octubre amanecerá como todos los días", ha repetido Ibarretxe en un intento de templar ánimos. Sus alusiones a la composición del futuro Gobierno vasco han apuntado a la continuidad.
El propio presidente del PNV, Xabier Arzalluz, al que le ha correspondido el papel agresivo de la campaña, no se ha salido del guión. Ha atacado, sobre todo, al PSOE y, en menor medida, al PP, ciñendo en este caso sus críticas al ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, y al candidato, Carlos Iturgaiz, a quienes a acusado de "meter miedo" a la sociedad vasca.
La paradoja de esta campaña ha sido que los partidos con un proyecto más continuista y moderado son los que se han visto más obligados a radicalizar sus discursos. Ha sido el caso del PSOE y PP. Han exasperado su defensa de la Constitución y el Estatuto de Gernika y han enfrentado su proyecto al de los nacionalistas. El ex presidente Felipe González lo presentó simbólicamente al decir, al inicio de la campaña, en Ermua (Vizcaya), que el 25-O había que elegir "entre Ermua o Estella".
Con ello, ambas formaciones han tratado de movilizar al electorado para frenar al nacionalismo en las urnas y han querido forzar a los nacionalistas a que desvelen sus proyectos tras las elecciones. Este segundo objetivo no lo han conseguido, aunque creen que han puesto en evidencia a los nacionalistas por eludir ese debate.
La moderación de los peneuvistas ha obligado, incluso, a que el PSOE cambiase su estrategia. El temor a que el electorado pensara que había un preacuerdo de gobierno PNV-PSE para después del 25-O ha obligado a los socialistas a elevar el listón de sus ataques al nacionalismo para evitar que los votantes se queden en casa. El PP, por su parte, ha presentado al partido de Arzalluz como una formación que va de la mano de ETA para romper su imagen centrista.
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