"La LOGSE no es el punto de llegada, sino el de partida"
Si el nuevo sistema educativo español tiene nombre y apellidos son los del catedrático de Psicología Evolutiva Álvaro Marchesi Ullastres, de 51 años. Entró en el Ministerio de Educación como experto en educación especial y salió a los 12 años como secretario de Estado de Educación, cuando el PSOE perdió las elecciones. Es uno de los autores de la Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo, la famosa y controvertida LOGSE, en cuya elaboración trabajó con un reducido equipo de colaboradores. Su abandono del despacho oficial, en el que llegó a trabajar con cinco ministros, no ha significado en absoluto su alejamiento del terreno de juego. Su nombre ha estado presente en algunas de las iniciativas más destacadas de los dos últimos años, como el manifiesto a favor de la reforma promovido por la Fundación Encuentro y suscrito por las organizaciones educativas o, mucho más en la sombra, el dictamen de la comisión de humanidades que presidió Juan Antonio Ortega y Díaz-Ambrona.
Ayer presentó su libro Calidad de la enseñanza en tiempos de cambio (Alianza Editorial), escrito en colaboración con la profesora Elena Martín, que fue su jefa de gabinete en la Secretaría de Estado, y dedicado a la memoria del periodista Esteban S. Barcia, que fue responsable de Educación de EL PAÍS hasta su muerte, en agosto de 1996. El libro fue presentado por el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, ex ministro de Educación, y el democristiano Raúl Vázquez, viceconsejero de Educación de la Comunidad de Madrid.
Pregunta. En su libro dice que reflexionar sobre educación es interesante, pero colaborar con el cambio educativo es apasionante. ¿Añora el poder?
Respuesta. Lo que de verdad echo de menos es la capacidad de llevar a la práctica las ideas, la capacidad de influir en la realidad.
P. Pues usted se ha agitado mucho en la sombra.
R. Me sigo moviendo, pero no es lo mismo. Los amigos me dicen a menudo: "¡Qué bien estarás ahora, con lo que sufrías en el ministerio!". Pero no; la verdad es que de aquel tiempo no tengo más que recuerdos positivos.
P. ¿Qué le dicen ahora los profesores cuando se los encuentra?
R. Aunque hay un sector bastante crítico, a medida que pasa el tiempo noto un mayor reconocimiento. Imagino que, en parte, por lo que está haciendo el PP.
P. ¿Cómo ve la reforma a distancia?
R. Yo la veo de cerca, no a distancia. Estos dos años he estado muy en contacto con el mundo educativo. He podido comprobar cómo funciona la LOGSE, he analizado los problemas, las necesidades. Mi principal conclusión es que la LOGSE no es el punto de llegada, sino el de partida. Se trata de un buen marco, pero ahora hay que desarrollar iniciativas.
P. ¿Para enmendar errores?
R. Para ir más allá de la LOGSE, aunque es evidente que en su momento tomamos decisiones desacertadas.
P. ¿Cuáles?
R. No acertamos en el tema de la inspección educativa. Hasta 1995 estuvimos dando tumbos sin un modelo sólido de la inspección, la responsable de controlar y evaluar el sistema. Tampoco se estableció una buena conexión entre el bachillerato y la universidad: el instituto se orientó hacia una formación general más polivalente y la universidad, hacia una especialización temprana. El tercer desajuste es el de la formación universitaria inicial de los nuevos profesores de secundaria. No tenemos un buen modelo todavía.
P. ¿Cree posible conciliar más calidad y más igualdad?
R. Imposible no es. Pero hay tres maneras de abordarlo, tres ideologías educativas. La liberal considera que la manera de mejorar la calidad es que los centros compitan, de forma que los buenos reciban y elijan a los mejores alumnos y los malos centros se queden con los peores o los de niveles sociales inferiores. La consecuencia es la desigualdad.
P. ¿Y las otras ideologías?
R. Está la igualitaria, que era mayoritaria cuando empezamos a gobernar. Se basa en criterios de igualdad absoluta. El problema es que carece de mecanismos que incentiven la autonomía y las iniciativas propias de los centros. Y luego está la ideología que sustenta la LOGSE, la pluralista, que defiende la enseñanza pública como base del sistema, pero apuesta por la autonomía de los centros, los proyectos de innovación, la atención diferenciada a los centros y a los alumnos y la compensación de las desigualdades.
P. ¿Cómo se consigue eso?
R. Primero, con más estabilidad del profesorado. Los centros públicos no desarrollan proyectos porque cambian demasiado de profesores. Segundo, con programas de evaluación, para que la comunidad educativa y la Administración conozcan los resultados de sus centros; pero sin que compitan unos con otros, sin elaborar clasificaciones, que son injustas porque no tienen en cuenta el contexto socioeconómico. Un tercer factor es la incentivación de los profesores, que en España no tienen ni estímulos ni promoción profesional. Y hay algo esencial: el tamaño de los centros. En contextos sociales altos o medios da igual que sean grandes o pequeños. Pero en contextos sociales bajos no da igual en absoluto. Los institutos grandes tienen muchas dificultades para organizar la enseñanza y la atención a la diversidad.
P. A los socialistas se les acusa de no haber previsto estas dificultades, cuando no de haberlas propiciado.
R. Es cierto que en determinados contextos las hay. Y abundantes. Pero eso no debe conducir a cambiar la reforma, sino a ver qué condiciones facilitan la educación para avanzar en la calidad sin detrimento de la igualdad. Uno de cada tres alumnos de la actual secundaria antes iba a la antigua formación profesional o a la calle. No podemos dar la espalda a esa tercera parte del alumnado; tenemos que hacer algo.
P. La conclusión obvia de los docentes es: "De acuerdo, nosotros nos ocupamos; pero necesitamos más medios, más formación, más plantillas y mejores sueldos".
R. Es evidente que necesitamos más medios. Pero para determinados objetivos y para algunos centros más que para otros. Porque en algunos sitios se trabaja bien con 30 alumnos por aula, pero en otros resulta imposible con 25. Depende del contexto social. Uno de los errores que cometimos fue no tratar de forma diferenciada a los centros.
P. Pero eso exige conocerlos a fondo, definirlos objetivamente, distribuirlos en grupos, articular un nuevo sistema de asignación de recursos humanos, materiales y económicos...
R. Pero es así como se avanza en la calidad. En nuestro libro proponemos un pacto centro a centro, un compromiso de cada Administración con cada centro. ¿Qué problemas tiene usted, qué tipo de alumnos, qué entorno, qué conflictividad? Pues debe tener tantos profesores, tal servicio de orientación, tantos alumnos por aula y tantos gastos de funcionamiento.
P. ¿Tanto confía en las administraciones?
R. Es que ésa es la vida y el futuro, con toda su complejidad. Lo contrario es el tratamiento burocrático de los problemas.
P. A ustedes se les acusa de haber creado una reforma con ideas pedagógicas de despacho. ¿Está proponiendo ahora flexibilizar la LOGSE para resolver los errores?
R. Flexibilizar no la ley, sino su aplicación. Y enviar a los profesores el mensaje de que es bueno que se comprometan no sólo con la reforma, sino con su propio proyecto de enseñar.
P. El panorama dista mucho de esto: abundan más las quejas que las satisfacciones.
R. ¿Y cómo se abordan estas quejas? Precisamente con una política de acuerdos específicos. Los centros públicos corren el riesgo de sentirse desamparados. La Administración debe cuidarlos de forma individual.
P. Usted colabora con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). ¿Cómo queda España cuando se compara con los países avanzados?
R. Muchos países europeos hicieron sus reformas en los sesenta; nosotros, en los noventa. En los grandes países europeos, la educación era obligatoria hasta los 15 y 16 años en 1968. En aquel tiempo, en España lo era hasta los 10 años. Treinta años de diferencia no se resuelven en ocho o diez. El 80% de los mayores de 40 años en Canadá tiene estudios de bachillerato o superiores. En España, el 30%. La formación de las generaciones españolas de más de 40 años es de las más bajas de la OCDE. Hemos hecho en 20 años un esfuerzo que a otros países les ha costado 40 años. Nuestro sistema es el que más ha mejorado en los últimos años en la OCDE. Con diferencia.
P. Y las familias, ¿qué deberían hacer que no hagan?
R. No hay tradición de seguimiento de los hijos, de colaboración con los centros. Cuando la familia colabora en los estudios de los hijos en su propia casa, el progreso está bastante asegurado. Por ejemplo, si las familias dedicaran sólo 10 minutos cada día a leer con los hijos, los resultados serían extraordinarios.
P. Pues a ustedes les acusaron de querer erradicar los deberes en sus primeros tiempos de gobierno.
R. No recuerdo bien, porque yo estaba entonces en el campo de la educación especial. Pero, si fue así, fue un error. Las tareas escolares son buenas y necesarias.
P. Y los políticos españoles, ¿tienen conciencia de la urgencia de incorporar la educación a la política de Estado?
R. Aquí se valora poco, no como en Inglaterra, en donde Tony Blair habla continuamente de educación. En los discursos de los políticos españoles, la educación apenas existe. Y eso es una pena.
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