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Entrevista:

"La Galicia secreta la descubrí en Madrid"

El escritor y periodista Manuel Rivas nació hace 41 años en la esquina norteña donde vienen al mundo los "habitantes de la semiótica escalera de en medio", como él define a sus paisanos, los gallegos. Hijo de un albañil y de una lechera y nieto de un campesino que sabía leer, heredó de sus antepasados el arte de contar historias. Aunque creció al ritmo con que las antenas de televisión lo hacían sobre los tejados, fue acunado con historias de difuntos y meigas y llegó a tiempo para escuchar los últimos relatos que sus mayores contaban junto al fuego. Escribió su primera novela, Libro de Entroido, a los 23 años, y en 1996 fue galardonado con el Premio Nacional de Narrativa por ¿Qué me quieres, amor? Acaba de presentar en el Círculo de Bellas Artes de Madrid su más reciente novela, El lápiz del carpintero, una historia de amor durante la guerra civil española. Pregunta. Usted llegó a Madrid con sólo 16 años para estudiar Periodismo con una beca. Era el año de 1974, cuando esta ciudad despertaba del estéril letargo del franquismo ¿Qué recuerdos le quedaron?

Respuesta. Era la primera vez que venía a Madrid y los paisanos me habían advertido que algunos taxistas engañaban a los de provincias. Para curarme en salud, me fui andando con un maletón enorme desde la estación del Norte al paseo de Extremadura. Sudé horrores. A los dos días de llegar me detuvieron por participar en una manifestación. Que la Dirección General de Seguridad estuviera en el kilómetro cero me pareció, además de cómico, el símbolo más depurado al que podía llegar un régimen totalitario.

P. ¿No tuvo la tentación de regresar a su tierra?

R. "Los gallegos estamos acostumbrados a la emigración. Nacemos en Galicia y luego nos distribuimos", dice uno de mis vecinos. El mapa del mundo formaba parte de mi infancia. Tenía a Nueva York enfrente y la gente te hablaba de Namibia o de Puerto Limón con la misma facilidad con que lo hacía de Ponferrada. El mapa del mundo formaba parte de mi infancia. Madrid era un destino menor, como cruzar al otro lado de la estación, pero me pareció más interesante de lo que había imaginado. Los tres años que pasé aquí fueron los más anfetamínicos e intensos de mi vida.

P. ¿Influyeron esos años en su vocación literaria?

R. Fueron años determinantes. En aquella época conocí a Raimundo Patiño, un artista, pintor anarquista, al que le corría más la cabeza que el almanaque y que me descubrió la Galicia secreta; a Lois Pereiro, nuestro Jack Kerouac, quien puso en mis manos libros definitivos, y al catedrático Fermín Bouza, que guió mi pensamiento político. Los tres eran gallegos y a los tres los conocí en Madrid. Si no llego a venir, igual no los descubro y yo sería ahora otra persona. Porque son los otros los que te hacen.

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