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Entrevista:

"Dudo mucho que sea un buen momento para adoptar el euro"

Pregunta. ¿Se puede predecir el futuro del mundo con facilidad? Respuesta. Es muy difícil saber la tendencia actual de la economía. Creo que sus problemas son muy serios. Nos encontramos en un momento muy difícil, por tres motivos. En primer lugar, Estados Unidos no está en situación de dirigir el mundo, porque está demasiado ocupado en sus propios problemas de liderazgo. En segundo lugar, la magia de Japón parece haberse desvanecido bastante. Se ha criticado su estructura económica, y el conjunto de su economía ha sufrido mucho. En tercer lugar, llevábamos 10 años creyendo que el Lejano Oriente iba a seguir creciendo al margen de lo que sucediera en el resto del planeta. Hoy día, el Lejano Oriente está en peor situación económica que ninguna otra región del planeta.

P. ¿Cree que, a pesar de todo, el mundo conseguirá evitar una crisis general?

R. Creo que no se capta verdaderamente la naturaleza de la crisis, y estoy de acuerdo con quienes piensan que, sin una política pública firme a escala internacional, podemos encontrarnos con enormes dificultades.

P. El Fondo Monetario Internacional se crea para intervenir en un mundo en el que las divisas dependían unas de otras y los Gobiernos controlaban los capitales. ¿No cree que, en el mundo actual, es una organización pasada de moda?

R. No, no me parece que el FMI esté anticuado. Soy gran defensor del FMI. Creo que es muy necesario para la estabilidad. Al mismo tiempo, creo que es precisa una mayor integración de su función más importante, que es la de estabilizar a corto plazo. No obstante, insisto en que el papel de los responsables mundiales en materia de economía y finanzas consiste en combinar el problema de la estabilización a corto plazo con el trabajo a largo plazo, por un lado, y la protección de los más vulnerables, por otro. Desde ese punto de vista, reconozco que mi posición es mucho más próxima a la del presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, que pone gran énfasis en la necesidad de redes de protección social que protejan a los pobres, además de poner en marcha programas de fomento de la democracia. Se trata de cuestiones fundamentales en el mundo actual. Mi opinión se acerca más a la de Wolfensohn, pero no creo que el FMI resulte redundante ni que cometa errores. Y lo digo porque el papel del Fondo es muy difícil. Tiene que obtener dinero del Congreso estadounidense y utilizarlo para causas con las que quizás ese Congreso no simpatiza demasiado.

P. ¿Comparte la opinión de que la economía ya no es lo que era, porque en estos tiempos está dominada por los especuladores?

R. Hasta cierto punto, la economía siempre ha estado dominada por los especuladores. El capital financiero cuenta mucho. La especulación es uno de los principales rasgos que caracterizan la economía de mercado desde hace muchas décadas. No es algo peculiar que haya aparecido recientemente, aunque, desde luego, tiene más presencia.

P. ¿Había pensado usted que las inversiones de alto riesgo acabarían produciendo un derrumbe?

R. No sabía si esa conducta iba a producir una caída. Por otro lado, desde un punto de vista personal, siempre me he sentido muy escéptico respecto a entrar en el mercado de alto riesgo. Me he mantenido apartado de los fondos de cobertura. He preferido inversiones más normales, más relacionadas con la producción industrial. Aunque en términos políticos se me considera de izquierdas, cuando se trata de inversiones, en realidad, soy un gran conservador.

P. Sin embargo, ¿se siente optimista en las circunstancias actuales?

R. Ser optimista o pesimista depende de que la gente comprenda la importancia del problema y asuma las iniciativas necesarias para obtener soluciones. Lo que necesitamos son dos cosas: políticas públicas y liderazgo. Si la situación fuera buena, no me preocuparía. Pero, en este momento, los problemas que he descrito al principio ocupan un lugar importante. Además, observo un desequilibrio relativo en las prioridades económicas europeas. Por desgracia, a Europa le preocupa más la estabilidad monetaria que reducir las tasas de desempleo.

P. ¿La adopción del euro es una política acertada?

R. Es una cuestión interesante, porque soy gran defensor de la unidad europea. Cualquier cosa que promueva la integración de la Unión Europea debe considerarse de lo más importante. Todas las políticas concretas relacionadas con la integración poseen, sin duda, un valor definitivo, y entre ellas incluyo la moneda común. No obstante, todo eso no lo digo como economista. Porque, como economista, tengo enormes dudas sobre si éste es un buen momento para que Europa adopte la moneda común.

P. ¿De dónde proceden esas dudas?

R. Sobre todo, de dos cosas muy claras. La adopción de la moneda común reduce bastante las opciones de cada Gobierno cuando tenga que afrontar problemas como el aumento del desempleo o una depresión temporal. Por ejemplo, el ajuste de los tipos de cambio es una de las maneras de graduar la marcha de la economía. El uso de la moneda común elimina esa posibilidad. Además, disminuye las oportunidades de elaborar una política pública, y ésa, a mi juicio, es una gran pérdida. Porque en Europa hay muchas cuestiones de política económica que no se han abordado, incluyendo el problema del desempleo que, para empezar, es muy elevado y, en segundo lugar, varía entre un país y otro. Ése es uno de los motivos. El otro tiene que ver con las prioridades del Banco Central Europeo.

P. ¿Cree que son desacertadas?

R. El funcionamiento de la política monetaria común va a depender, en gran medida, de la dirección del Banco Central Europeo. Como es bien sabido, los funcionarios del BCE han considerado hasta ahora, en general, que su principal tarea es lo que denominan "estabilidad monetaria". En otras palabras, prefieren mantener baja la inflación en vez de reducir el índice de desempleo. Sin embargo, me parece que necesitamos dar mucha más prioridad a la disminución del paro, y no centrar nuestra atención de forma tan unívoca en evitar la inflación. La diferencia fundamental entre las prioridades económicas de Europa y de Estados Unidos es precisamente ésa. Estados Unidos está más preocupado que Europa por disminuir el desempleo. Y creo que tiene bastante razón.

P. La impresión general es que el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, se interesa sobre todo por la lucha contra la inflación. ¿Es una impresión equivocada?

R. Sí. Cuando Greenspan habla en Estados Unidos parece, muchas veces, que sólo le preocupa la inflación, pero no es así. Voy a destacar algo que no suele tenerse en cuenta. Hay una diferencia muy importante entre los estatutos de la Reserva Federal y los del Banco Central Europeo. La Reserva Federal ha tenido, desde el principio, dos objetivos, mantener baja la inflación y mantener bajo el nivel de paro. Mientras que, según el Tratado de Maastricht, el Banco Central Europeo tiene un objetivo primordial, la estabilidad monetaria, lo cual significa mantener una inflación baja. Y eso hace que el sistema bancario europeo está mucho más predispuesto en una sola dirección que el de la Reserva Federal.

P. ¿Cree que la política económica de Estados Unidos está por encima de cualquier crítica?

R. ¡No, en absoluto! Hay muchos aspectos que se pueden criticar. El olvido de las redes de protección social es tan desafortunado como el tratamiento de la pobreza. Y lo más desafortunado es el abandono del sistema de salud. El hecho de que más cuarenta millones de estadounidenses carezcan de seguro médico es una situación desastrosa. En Europa, algo así sería intolerable. En cambio, los niveles de desempleo que se ven en Francia, Italia y Alemania -por no hablar de España-, son extraordinariamente altos. No creo que ningún Gobierno norteamericano pudiera sobrevivir con una tasa de paro del 10%, el 11% o el 12%. En Estados Unidos no se tolera el desempleo.

P. ¿Usted se opone a la moneda única europea?

R. Como he dicho, soy muy proeuropeo. Así que el hecho de que la moneda única europea favorezca la causa de la integración me parece un factor muy positivo. No obstante, temo que la pérdida de libertad sobre las políticas públicas y sobre la modificación de los tipos de cambio constituya un factor negativo. Es posible que algunos Gobiernos se den cuenta, en el futuro, de que fue una pérdida desafortunada.

P. ¿Apoya la idea de la "tercera vía"?

R. No sé qué significa la "tercera vía", y no querría comentar la cuestión. Porque prácticamente cualquier política económica que se propone hoy día implica una mezcla. Toda perspectiva económica incluye concepciones de la economía de mercado y, además, el papel del Gobierno, el papel de los partidos políticos, el de los medios, y así sucesivamente. De modo que, en cualquier caso, es una vía literalmente mixta, y las vías mixtas no tienen por qué ser terceras. Quizá hay gente que tiene alguna idea específica cuando habla de "tercera vía", pero yo no la entiendo por completo.

P. ¿Quizá es que "tercera vía" no es más que un buen lema?

R. No me parece que la "tercera vía" sea un buen lema. Creo que es una cosa algo misteriosa. Da la impresión de referirse a un modelo bien desarrollado. Pero yo no conozco ningún modelo de "tercera vía" bien desarrollado. Lo que vemos en el mundo actual es que las políticas económicas, en ciertos casos, tienden más hacia el mercado libre, mientras que en otros tienden más hacia la intervención del Estado. Pero, en cualquier caso, siempre existe un intento de combinar elementos para lograr un equilibrio. Hay un espectro, sin duda, en el que uno debe situarse. Pero añadir un concepto como el de "tercera vía", a mi juicio, no ilumina demasiado.

P. ¿Existe sitio todavía, en el mundo actual, para la izquierda y la derecha?

R. Sí, creo que, en el contexto de ciertas políticas, tiene sentido preguntar si es una política de izquierda o de derecha. Sin embargo, aunque la división entre izquierda y derecha sigue siendo importante y significativa, considero que no es la única importante.

P. ¿Hay otra división tan importante como la que se produce entre izquierda y derecha?

R. Desde luego. Es la división entre democracia y no democracia. Ésa es la división fundamental en la actualidad. En mi opinión, algunos de los grandes fracasos del mundo se han producido por la falta de democracia. China, por ejemplo, ha tenido grandes éxitos en los últimos tiempos respecto a sus objetivos económicos. Posee uno de los comportamientos económicos más logrados y, sin embargo, ha sufrido la mayor hambruna que se conoce en la historia. Entre 1957 y 1961 murieron 30 millones de personas. La causa de la hambruna fue, sin duda, una política equivocada, una política que fracasa, pero que no pudo cambiarse durante tres años porque nadie se atrevía a desafiar al Gobierno. En los países no democráticos no existen partidos de la oposición ni prensa libre. No se habla de la hambruna fuera del país, pero tampoco dentro. En cada pueblo había gente que se moría, pero no sabían que el hambre afectaba a toda China. Algo así es impensable en una democracia. Lo mismo se puede decir de África, donde existe una gran relación entre hambruna y falta de democracia. Resulta interesante que los países que no son dictatoriales, como Zimbabue o Botsuana, a pesar de tener grandes problemas de alimentación, no han sufrido jamás una hambruna. La falta de democracia agrava aún más las desigualdades.

P. ¿La desigualdad es una cuestión del entorno?

R. Desde luego, puede decirse que el entorno es uno de los factores que más influyen en la desigualdad. Creo que influye en la desigualdad.

P. ¿Qué le hizo ser economista?

R. Nací en India, donde hemos tenido numerosos problemas económicos. Así que no creo que necesitara muchas excusas para dedicarme a la economía, porque daba la impresión de que eran unos problemas enormemente importantes en mi época. Cuando era niño, cuando tenía nueve años y medio, tuve la desgracia de presenciar una hambruna en nuestra región. Murieron casi tres millones de personas. Pasé por la experiencia de ver a seres humanos atacados por el hambre y la enfermedad, muriendo a millares. Y fue una experiencia que me afectó tremendamente, que influyó cuando empecé a pensar qué dirección seguir. Más adelante, cuando ya era economista de profesión, tuve la oportunidad de estudiar la hambruna y escribir un par de libros sobre el tema.

P. ¿Procede de una familia acomodada?

R. ¡No! Mi familia era de clase media baja, en cuanto a prosperidad económica. Sin embargo, en cuanto a la situación intelectual, era una familia privilegiada, porque mi padre era profesor de química, era muy conocido, y mi abuelo era profesor de sánscrito y también muy conocido. La gente reconocía mi apellido. Desde la infancia estuve muy seguro de que quería ser profesor. Nunca pensé en ser nada más.

P. Sin embargo, ¿tuvo usted dudas sobre hacerse economista o ser alguna otra cosa?

R. Al principio no estaba seguro de lo que quería hacer, porque me sentía dividido. Me interesaba mucho el sánscrito. Estaba verdaderamente indeciso entre el sánscrito, la física, las matemáticas y la economía y los problemas sociales. Me gustaba mucho la física y creo que habría vivido muy bien siendo físico. Pero me di cuenta de que mi vida sería más completa si intentaba hacer económicas.

P. A usted se le concede el Nobel en nombre de los más desfavorecidos del mundo. ¿Cree que la atención que el premio suponga para su trabajo puede influir en que el mundo se haga más humano y menos capitalista y agresivo en vísperas del nuevo milenio?

R. Sería muy arrogante por mi parte decir eso. Porque, después de todo, el Nobel es un premio que conceden unos académicos suecos. Aunque, desde luego, la necesidad de que se preste más atención a los desfavorecidos es abrumadora, debería ser totalmente independiente de cosas o sucesos como este premio.

P. Próximamente va a publicar dos libros: Development as freedom y Freedom, rationality and social choice . ¿Cuáles son sus temas esenciales?

R. En Development as freedom pretendo, sobre todo, comprender el proceso del desarrollo económico, no como crecimiento de la renta per cápita ni nada parecido. La cuestión principal es saber que la libertad humana es lo más valioso que poseemos y que el desarrollo es un proceso de expansión de esa libertad. Freedom, rationality and human choice estudia aspectos técnicos de cómo evaluar la libertad, cómo medirla y compararla. Es más técnico, pero está muy relacionado con el anterior. Ambos libros están muy relacionados.

P. ¿Se siente el hombre más feliz del mundo?

R. Hay mucha infelicidad en el mundo... Me alegro mucho de obtener el premio y me alegro de que el Nobel dé importancia a este tema, el hecho de que la gente pueda analizar los problemas de los desposeídos. Pero me da miedo ser demasiado feliz. No estaría bien, en este mundo tan desgraciado en el que vivimos.

© To Vima / World Media Network

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