Continuismo vasco
A UNA semana de las elecciones vascas, el sondeo que hoy publica EL PAÍS retrata un panorama muy similar al existente desde hace cuatro años: no varía la posición relativa de cada una de las siete formaciones con representación parlamentaria y apenas se modifica la relación de fuerzas global entre nacionalistas y no nacionalistas. Las ligeras variaciones detectadas se producen dentro de cada uno de esos bloques, sin que haya síntomas de trasvases significativos entre ambos. El elevado porcentaje de ciudadanos que no hace explícito su voto -la mitad de los consultados, algo insólito en cualquier país- indica que la nueva situación creada por la tregua de ETA no basta para que desaparezcan los condicionantes que marcan desde hace años la vida política vasca.Un estudio académico difundido el mes pasado -el llamado eusko-barómetro- indicaba que dos de cada tres vascos dicen tener miedo a participar activamente en política, y el 60% incluso a expresar libremente sus opiniones. La desviación entre los que confiesan haber votado a determinados partidos y el porcentaje que esos partidos consiguieron realmente en las urnas parece indicar que ese fenómeno de ocultación de voto afecta en particular al electorado del PP y el PSOE, pero también al de Herri Batasuna.
Comprobar el efecto de la retirada temporal de ETA del escenario en los resultados que obtenga Euskal Herritarrok (EH, nueva marca de HB) es precisamente una de las cuestiones más interesantes de estos
comicios. Hace un año, en la primera encuesta realizada por el Gobierno vasco tras la movilización que siguió al asesinato de Miguel Angel Blanco, se detectaba que hasta un 14% de los votantes de HB confesaba haber decidido abstenerse en las siguientes elecciones. No parece aventurado suponer que la tregua haya dado a ese sector un pretexto para volver a casa. El sondeo pronostica para EH un resultado similar al de hace cuatro años (16%), ligeramente inferior a la media obtenida por la coalición desde su primera comparecencia electoral en 1979. En las últimas elecciones legislativas descendió al 12,5%.
Desde hace años, el voto de los dos grandes partidos nacionales guarda relación directa con el índice de participación. Así, en las legislativas de 1996 votó un 13% de ciudadanos vascos más que en las autonómicas de 1994 y PSOE y PP sumaron 200.000 papeletas más. El sondeo anticipa una participación del 65-67%, y pronostica una ligera subida del PSOE, tal vez a costa de IU -firmante de la Declaración de Estella-, y algo mayor en el PP, a costa fundamentalmente de Unidad Alavesa.
El PNV sigue siendo la primera fuerza vasca, con el 30% de los votos. Menos del 20% del censo, algo que suele sorprender a quienes identifican a ese partido con el conjunto del País Vasco. Seria la tercera convocatoria autonómica en la que repite el mismo resultado, unos cinco puntos por encima del que suele cosechar en las generales. Desde hace una década, ese mantenimiento del PNV coexiste con un lento pero constante retroceso del conjunto del nacionalismo, por la pérdida de votos de EA y HB.
La tregua parece haber detenido ahora esa tendencia, aunque siguen existiendo factores de incertidumbre. En primer lugar, la participación, pero también el arrastre de los líderes que participan por primera vez. Ninguno de los dos políticos que obtienen más alta valoración, Ardanza y Atutxa, son candidatos a la presidencia. El PNV se ha beneficiado desde hace 12 años de la imagen centrada del primero y, aunque se ha buscado un sucesor con un perfil similar, no se sabe si lbarretxe tendrá la misma capacidad de arrastre del electorado moderado que no se identifica con la ideología nacionalista. Hay una tercera incógnita, la más difícil de detectar por los sondeos: cuántos de los que se niegan a revelar su voto pertenecen al sector de quienes hace un año, tras la movilización de Ermua, decidieron no volver a apoyar a su partido de siempre y están dispuesto a mantener esa decisión.
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