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El negocio del crimen prospera en Rusia

Al menos 15 personas fueron asesinadas por una banda en Yaroslav para robarles sus viviendas

La noticia no mereció ayer la atención de los grandes periódicos de la capital rusa: la policía de Yaroslav, ciudad de unos 700.000 habitantes en el Anillo de Oro monumental situado al norte de Moscú, reveló el pasado jueves el descubrimiento de los cadáveres de, al menos, 15 personas asesinadas para arrebatarles sus viviendas. Hay seis detenidos. Las sospechas apuntan a que el número de víctimas es mucho mayor. Más de 220 personas han desaparecido en los últimos meses de la región sin dejar rastro. La capacidad de espanto se ha perdido en Rusia y en otros países de la extinta Unión Soviética, y más en estos tiempos de crisis. Tampoco ha llamado mucho la atención que tres jóvenes de menos de 20 años invitasen a pasear a una amiga de 14, la estrangularan, le cortaran la cabeza, que luego cocieron, y se comieran la lengua como parte de un ritual satánico. El cráneo pelado de la infortunada seguía en casa del cabecilla del grupo cuando fue detenido hace unos días.

El pasado mes de mayo, sólo el sensacionalista Moskovski Konsomolets dedicó un buen espacio a otro suceso que, de ocurrir en Estados Unidos, habría sido noticia de primera página en todo el mundo: una banda dedicada al robo de coches asesinó al menos a 11 propietarios de vehículos extranjeros y los enterró bajo el suelo de un garaje. Ocurrió en Moscú.

Noticias como estas son relativamente frecuentes en Rusia, lo que, por extraño que parezca, es compatible con que las calles de este inmenso país sean tan seguras como las de París o Madrid.

Las noticias que llegan de Yaroslav son, si cabe, aún más truculentas. Según fuentes policiales y de la Fiscalía, el jefe de la banda ofrecía trabajo en pueblos cercanos a la ciudad a los propietarios de apartamentos. Una vez en lugar seguro, eran envenenados, estrangulados o tiroteados, para terminar enterrados en bloques de cemento, en la mejor tradición de la mafia siciliana.

Contratar a un asesino no siempre sale barato en Rusia. Se calcula, por ejemplo, que quienes encargaron a un tirador de élite que asesinase hace un año a Mijaíl Manévich, jefe de privatizaciones de San Petersburgo, pagaron unos 50 millones de pesetas. Sin embargo, para este otro negocio la tarifa era mucho menor, entre 30.000 y 70.000 pesetas por cada contrato.

Los crímenes de Yaroslav habrían quedado muy probablemente impunes, como el 90% de los que se cometen anualmente en Rusia (donde hay más de 30.000 muertes violentas), de no ser por la repercusión pública que tuvo la desaparición de un clérigo ortodoxo. La policía admite que hubo un poco de suerte para desarticular la red criminal,que llegaba al extremo de cobrar, con documentos falsificados, las pensiones de sus víctimas.

La privatización salvaje de los bienes estatales, ocurrida tras la descomposición de la URSS, convirtió a los inquilinos en dueños de viviendas cuyo valor se multiplicó con las nuevas leyes de la economía de mercado. En los últimos siete años, muchos de estos propietarios han pagado con la vida su supuesta fortuna. Ancianos sin familia o que viven solos son los principales objetivos de extorsionistas, estafadores y ladrones que, cuando fallan otros métodos, recurren a la violencia.

En 1995, el comprador de un apartamento se encontró en un armario el cadáver del anterior propietario pero, en la mayoría de los casos, los cuerpos desaparecen.

La alianza de funcionarios corruptos, mafiosos sin escrúpulos y fuerzas de seguridad ha convertido a Rusia en una jungla. El mismo presidente Borís Yeltsin ha llegado a afirmar públicamente que éste es "un Estado mafioso a escala mundial, comido por la corrupción de arriba abajo".

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