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Torrejón II

Pocas cosas pueden agradar y compensar más a un columnista de periódico que suscitar la controversia, aunque llegue con sabor agridulce. Hace unas semanas contaba en este espacio la pequeña aventura de un viaje por avión, en el trayecto San Sebastián-Madrid, que ha provocado molestias a un lector de EL PAÍS, que lo es, según menciona, desde el primer número. Le agradezco el encarnizamiento con que despedaza mi articulillo y el trabajo que se ha tomado redactando un escrito de queja, cosa cada vez menos frecuente. Intento deducir que don José Luis Herrero sea descendiente de aquellas audaces, beneméritas y hermosas azafatas de los primeros tiempos, o tome mis reparos hacia Iberia como agresión a sus lealtades de tripulante técnico de vuelo (¿piloto, radiotelegrafista, sobrecargo?) y a su meritoria simbiosis con la compañía. Este señor difiere radicalmente de mi estimación hacia el largo monopolio de Iberia y lo que ha sido, por ejemplo, Aviaco, en su estructura, capital y, en especial, eso que tanto identifica a los servicios públicos, como son las enormes pérdidas y su incidencia en los presupuestos. Bueno, para él la perra gorda. Es muy cierto que Iberia competía en vuelos internacionales con otras líneas; yo creo que debido al empecinamiento de Air France, BEA, KLM, TWA y otras en volar con sus propios aviones. Gente rara.

Me recuerda, con severidad, que he podido volar con avión, de San Sebastián a la capital, gracias al monopolio -o "tontipodio"-, ya que, "curiosamente, ninguna otra compañía cubre ese trayecto, quizás por ser poco rentable". Hombre, don Pepe, ¡qué más quisiera yo que volar como Ícaro, una paloma o un simple vencejo! Me limito a viajar por este viejo y acreditado medio, previo pago del boleto -y los descuentos que me correspondan por edad avanzada, ida y vuelta en firme, etcétera- sin el ánimo conturbado por la rentabilidad de la línea, pues cualquiera está informado de su tristemente adversa cuenta de resultados. No se trata de que me entusiasme volar con usted -dice "con nosotros"-. Tampoco encuentro placer o disgusto especiales cuando tomo el metro o el autobús para desplazarme. Quizás tenga don José Luis razón en mi culpable olvido al no recordar que en EL PAÍS Madrid apareció un reportaje comentando el aniversario de la reapertura de Torrejón a1 tráfico. El día que llegué, nuestro avión era el único civil en aquella inmensidad asfaltada. Reconozco la aguda percepción de don José Luis al deducir, por mis desveladas nostalgias hacia el Fokker, que peino canas. ¡Bravo! Entiendo menos que no califique de exótico que una empresa de la Comunidad Valenciana cubra el trayecto diario Fuenterrabía-Torrejón de Ardoz.

Lo que estimo gravísimo es que pase por alto mi piropo a las "competentes, jóvenes y agraciadas azafatas" y clave el rejón en la quizás desafortunada apreciación de que lo sean menos en las grandes líneas mundiales. Creo natural la juventud en el estadio más elemental de una profesión, y la veteranía en los más altos; si ello produce el mínimo malestar entre las aeromozas veteranas, lo retiro, con mis excusas, no aplicables a la tripulación técnica. Quizás debido a su trepidante actividad, este fiel y avezado lector haya interpretado sesgadamente la exposición última. Si a un simple pasajero se le informa de que el destino final ha cambiado, que allí habrá dos autobuses, uno hacia Barajas y otro a la terminal de Colón, y se le pide su opción para así hacerlo constar, ¿cómo quiere el bueno de don José Luis que ese viajero se ponga a hurgar en la bodega del aparato para rescatar el equipaje en plena pista, vigilar estrechamente que así se haga y trasladarlo al autocar idóneo? Las maletas fueron enviadas a mi domicilio siete horas después. Gratifiqué al empleado que tuvo la gentileza de subirlas hasta mi piso, a la una de la madrugada. Me dijo que aún le quedaban cinco o seis entregas, porque los extravíos son cotidianos. Si hubiera sido olvido o negligencia míos, Iberia no hubiera tenido por qué realizar este demorado y costoso servicio suplementario. Reconozco la frivolidad en la alusión a los bocadillos de "bodas de medio pelo". Yo he ido a muchas que luego no salían en Hola. Acierta a medias al imputarme la apropiación de un tema para rellenar esta columna. Han sido dos. Gracias.

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