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EL JUICIO DEL 'CASO BANESTO'

Sáenz dice que las cuentas de la presunta estafa de Isolux estaban "arregladitas" y "sucias"

El presidente de Banesto, Alfredo Sáenz, prosiguió ayer su declaración hasta las tres en punto de la tarde, con fuertes encontronazos verbales con las defensas de algunos acusados, en particular con Jesús Castrillo, letrado del acusado Rafael Pérez Escolar, y con Juan García Alarcón, letrado de Eugenio Martínez Jiménez, con quien cruzó cifras sobre la situación de Isolux, que fue recomprada por la Corporación con un beneficio de 3.800 millones para Valyser. "Arregladitas" y "sucias" estaban las cuentas de esta sociedad.

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El nivel del debate en el plenario del juicio oral lo dio José Rofes Mendiolagaray, letrado de Arturo Romaní, quien "confesó" a mucha honra, en lo que fue un recurso sibilino más que evidente: "Yo no sé nada de contabilidad". Casi le faltó decir: "Ni me interesa". Rofes, con el rabillo del ojo izquierdo siempre en el acusado Conde, repitió media docena de veces su ignorancia contable. "A mí me interesa la cuenta de la vieja". Sáenz, metido en el debate, le replicó: "Es que la contabilidad es eso, la cuenta de la vieja".

Saénz explicó que, con arreglo a los criterios contables vigentes y a la circular 4/91 del Banco de España, las provisiones realizadas a 31 de diciembre de 1993 en Banesto fueron correctas. "El paso del tiempo ha confirmado que las normas legales, que están para cumplirse, eran también correctas. Porque a 31 de agosto de 1998, cuatro años después, las provisiones superan el arranque con el plan de saneamiento", dijo.

Jesús Castrillo, más que interrogar, como estaba previsto, sobre los artificios contables a Sáenz,volvió sobre el déficit patrimonial, las provisiones, los morosos y la teoría de la conspiración expuesta en la víspera por su cliente y codefensor, Rafael Pérez Escolar. El duelo contable financiero duró largo rato.

Según Castrillo, en el saneamiento de Banesto no se redujo el capital a una peseta, como en otros bancos en crisis, por una razón: había que eliminar el derecho de suscripción preferente para los antiguos accionistas del banco. Entre otros, para Conde y el consejo de administración destituido. La reducción de capital a una peseta, según la Ley de Sociedades Anónimas, obliga a respetar la suscripción preferente de los antiguos accionistas; en cambio, la reducción a 400 pesetas, permitió suprimir ese derecho.

Sáenz explicó que su equipo elaboró el plan de saneamiento y que la teoría de Castrillo no se correspondía con la realidad. "Me pareció que reducir a una peseta, lo que técnicamente podía ser correcto, afectaría aún más a los accionistas del banco, que también son clientes. Fue, para decirlo de manera vulgar, un caramelo", dijo.

Tanto Castrillo, como Rofes después, comparten la misma idea. Sáenz estaría, según dijeron, apilando reservas ocultas en Banesto para exhibir en su día, cuando él y su equipo ejerzan las opciones sobre acciones de Banesto que les ha ofrecido el Banco Santander.

"Yo no sé nada lo qué es una stock option", dijo Rofes varias veces. "Pero usted ha dicho que depende de los resultados, ¿no?". El tono llevó a algunos letrados de las defensas, más lúcidos, a bromear: "El colega ha construido un personaje entre el policía Torrente y el investigador privado Perry Mason". Fue durante el interrogatorio de Juan García Alarcón que saltaron chispas. Sáenz definió las cuentas de Isolux en algunos años del periodo 1990-1993 como "arregladitas" y "sucias". García Alarcón le espetó que por qué no había informado a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Sáenz dijo que en 1990 la sociedad no dio pérdidas porque su cuenta estaba "arregladita". Ganó 498 millones con un crédito fiscal de 505 millones y la condonación de deuda de Banesto de 290 millones.

En 1991, primer ejercicio completo con Eugenio Martínez Jiménez al frente, la sociedad tuvo un beneficio de 1.372 millones. En enero de 1992, Martínez Jiménez vendió el 10% al grupo Banesto por 1.100 millones. Primer golpe.

Pero he aquí que en 1992 tuvo un beneficio de 410 millones. Y en 1993, unas pérdidas de 1.600 millones solo por el hecho de que Banesto le compensó con 2.460 millones.

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