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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Que hablen las urnas

EL INTERÉS suscitado por las elecciones vascas del día 25 no afecta sólo a los ciudadanos de Euskadi. Nadie ignora que el Parlamento y el Gobierno que salgan de las urnas tendrán seguramente que tomar decisiones de las que dependerá que se haga irreversible el silencio de las armas anunciado hace tres semanas por ETA. El terrorismo ha sido una constante que ha influido decisivamente en la vida política española durante las dos últimas décadas, y siempre para mal, en términos de guerra sucia y de golpismo. Tampoco es un secreto que los nacionalistas catalanes consideran que el proceso de pacificación podría dar ocasión para una reforma a su favor del actual marco autonómico. Razones que explican el interés generalizado por las elecciones del día 25, incluso si esa atención es compatible con un creciente hartazgo de la opinión pública ante el ya excesivo contencioso.Como nadie sabe qué actuaciones favorecerán la paz y cuáles no, la confusión domina el debate en este inicio de campaña. Cuenta más el ser -de Euskadi o de España- que el hacer, y los reagrupamientos son existenciales antes que programáticos. Términos sonoros -autodeterminación, soberanía- cuyas implicaciones prácticas se rehúyen sustituyen a la sobria exposición de propuestas. No se plantea la independencia, e incluso se tranquiliza diciendo que ahora no toca, sino que se denuncia la voluntad de no admitirla si un día se planteara; y se insinúa que eso demuestra la existencia de un déficit democrático. Pero entonces ninguna Constitución sería democrática. Si la afirmación de la propia identidad exige negar que España sea una nación -una de las más viejas naciones políticas del mundo-, ninguna reforma constitucional resolverá el problema del encaje de los nacionalismos. Si España no es una nación, por su falta de homogeneidad, tampoco lo son el Reino Unido, ni Francia, ni Rusia, ni desde luego Italia. Ni Cataluña, tan plural. Que la defensa de la Constitución, que ha permitido al PNV gobernar desde hace 20 años en el País Vasco, le parezca a Anasagasti propia de Millán Astray demuestra que es el nacionalismo vasco el que tiene que reformarse y ponerse al día.

El anuncio de la tregua ha creado una gran esperanza en la gente, pero sería falso decir que las elecciones se celebran sin la presión de la violencia. Porque persiste la intimidación de la población por parte de las bandas de encapuchados, y porque sobre los ciudadanos pende la amenaza de ETA de volver a matar si los resultados del proceso no satisfacen sus expectativas. Pero de lo que ha ido sabiéndose sobre la gestación de la tregua parece deducirse que no se trata de una mera operación táctica con vistas a las elecciones.

La comparación entre los últimos sondeos publicados y los anteriores a la tregua indica que en todo caso el anuncio de alto el fuego influirá en los resultados. En abril y mayo, varias encuestas pronosticaron que las formaciones no nacionalistas superarían, por primera vez en unas autonómicas, a las nacionalistas. Ello vendría a confirmar una tendencia persistente a la baja. En las locales, los nacionalistas han pasado del 68% de votos en 1987 al 56% en 1995; en las generales, del 59% de 1989 al 46% de 1996; y en las autonómicas, del 67% de 1986 al 55% de 1994. En promedio, un retroceso de 12 puntos.

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Si se confirmasen las predicciones del sondeo del Gobierno vasco conocido estos días, la tregua habría interrumpido esa tendencia. Sobre todo, por el ascenso de la coalición que sustituye a HB, que podría convertirse en la segunda fuerza del País Vasco, posición que ya alcanzó, con el 16,5% de los votos, en las primeras autonómicas, en 1980. En Irlanda del Norte, tras la tregua del IRA, también el Sinn Fein experimentó una subida importante (del 10% en 1992 al 15,4% en 1996 y al 16,05% en mayo pasado). La gente tiende a agradecer con su voto que le perdonen la vida.

De momento parece existir un escaso trasvase entre los dos grandes bloques, aunque se produzcan reajustes en el interior de cada uno de ellos. En las dos últimas elecciones generales, con una participación que supera en 10 puntos a las autonómicas más recientes, los partidos no nacionalistas cosecharon más votos que los nacionalistas, lo que no ocurría desde 1as legislativas de 1977. Pero la ambigua posición actual de Izquierda Unida obliga a matizar esos resultados. Tal vez esa formación ha recogido una parte de los votos que, hasta su desaparición, iban a Euskadiko Ezkerra, y que solían contabilizarse entre los nacionalistas.

Pero no hay sondeo que sustituya a unas elecciones. El día 25, los vascos no sólo opinan, deciden. Sólo cabe desear que lo hagan sabiamente.

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