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La tormentosa vida de una estrella

El cine español también tuvo sus estrellas en los años treinta. Quizás no fueron tan rutilantes como las de la industria americana, pero levantaban pasiones en las butacas de los cines y, a veces, llegaban a provocar, involuntariamente, desórdenes públicos al ser perseguidas por sus fans. Antoñita Colomé pertenece a un selecto club, en el que se codeaba con sus pares: otros actores elevados a los altares del estrellato durante la República, como Rosita Díaz Gimeno, Roberto Rey, Angelillo, Ricardo Núñez, Miguel Ligero o Rafael Rivelles. El periodista Miguel Olid ha publicado en la Filmoteca de Andalucía una biografía de la actriz del barrio sevillano de Triana. Antoñita Colomé. Recuerdos de una vida es un documentado repaso por el trabajo de la actriz. El libro despeja dudas sobre la filmografía de Antoñita Colomé y apunta, con discreción, algunos lances de la tormentosa existencia de la estrella. Antoñita Colomé tuvo una vida sentimental apasionada. Gozó y sufrió hasta apurar el cáliz. La actriz abandonó España a principios de los años cincuenta. Problemas conyugales la llevaron a cruzar el charco. Pero si el sufrimiento la llevó a sus simas más negras, Antoñita Colomé supo, como buena estrella, volar alto. El público la adoraba. Una película, El negro que tenía el alma blanca, sembró la fama de esta trianera nacida en 1912. Benito Perojo dirigió en 1934 este filme, que combina comedia, drama y musical. Basada en una novela de Alberto Insúa, la película pretende difundir un ingenuo mensaje antirracista. El éxito de la película fue rotundo en España, Argentina y Cuba. Antoñita Colomé tuvo tiempo luego de protagonizar cinco películas antes de que estallara la guerra civil. Dos de estos filmes, El malvado Carabel y La señorita de Trévelez, fueron dirigidos por uno de los grandes del cine español, Edgar Neville. Horror por la guerra Las cosas que vio en la guerra civil la horrorizaron. Escapó cuando pudo a París y allí conoció al que sería su segundo marido. Su primer matrimonio fue una chiquillada que duró menos que canta un gallo. Su segundo marido la hizo sufrir mucho. "En fin, yo es que en eso tuve mala suerte, aunque no tan mala porque tengo una hija guapísima", afirmó posteriormente en una entrevista. Su marido estuvo encarcelado en París un año por un asunto confuso. Colomé confesó en una entrevista haber estado "por equivocación" en la cárcel de San Sebastián en la guerra civil. "Cuando me metieron allí, yo pensé morir", relató en la entrevista. Luego, negó esta afirmación. Miguel Olid explica que la actriz contó esos recuerdos en una entrevista de 1990 y que "quizás ha querido olvidar aquello". Olid afirma que "la contienda civil fue absolutamente nefasta" para la estrella. Pasó cinco años sin rodar y volvió al cine en 1941 con Héroe a la fuerza, de Benito Perojo. El frente de los suspiros (1942), de Juan de Orduña, Mi fantástica esposa (1943), de Eduardo García Maroto, y El crimen de Pepe Conde (1946), de José López Rubio, son algunos de los filmes en los que trabajó en los cuarenta. En 1951 puso rumbo a Latinoamérica. A su regreso a España encontró un "panorama muy cerrado" y no quiso hacer más cine. Aunque intervino en un breve papel en una película de 1981, la memoria del público resucitó al verla en Pasodoble en 1988. La película tuvo cierto éxito comercial y reavivó el recuerdo de la actriz en el público. Posteriormente, llegaron los agasajos: el nombre de una calle en Sevilla en 1995 y el homenaje de la Academia de las Ciencias y Artes Cinematográficas de España en 1996. Antoñita Colomé vive ahora mecida por las olas suaves del recuerdo. Las cenizas de un cariño que hacía que fuera reconocida en todos los lugares reflejan a veces un pequeño destello.

Miedo a los besos de Gary Cooper

Si has vivido en París cuando eras joven, nunca lo olvidarás: serán los mejores días de tu vida, escribía Ernest Hemingway en su magnífico libro de recuerdos París era una fiesta. Antoñita Colomé también vivió en París en el periodo de entreguerras. La Paramount se fijó en la energía y la belleza de una joven que cantaba y bailaba en el Teatro Maravillas de Madrid. El cine sonoro acababa de ser inventado. En la mayoría de los países no se producían versiones sonoras y las grandes productoras aprovecharon para hacer versiones en varios idiomas. La Paramount adquirió los estudios de Joinville, en París. Antoñita Colomé trabajó ocho meses en los estudios de la Paramount y participó con pequeños papeles en tres películas: Un caballero de frac (1931), Las luces de Buenos Aires (1931) y La pura verdad (1931). Antoñita Colomé rechazó la oferta de un directivo de la Paramount para ir a Hollywood. "Me dijo, medio en francés, medio en español: "quiero hablar con usted para un contrato, un buen contrato para Hollywood". Me lo pensé. Porque me dio miedo. No de que me pasara algo, sino miedo porque veía esas escenas con los besos que daba Gary Cooper y yo que acababa de salir del colegio, educada por un padre ¡que vaya castaña! y una madre de las de verdad... Le dije: "yo no, no puedo ir" ¡se quedó pasmao!... me preguntaba: "¿por qué? ¿por qué?"... y me miraba como si estuviera tonta. Me decía: "piensa, piensa". Desde luego debió creer que estaba loca", relata la actriz en el libro. Cuando la producción en Joinville perdió intensidad, Antoñita Colomé decidió regresar a España.

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