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Reportaje:

Alerta con los lunares congénitos

Los dermatólogos aconsejan revisar todas las pecas que tengan más de 5 milímetros

Un adulto puede acumular a lo largo de su vida unos 25 lunares por término medio. Y en principio no tienen por qué presentar problemas, incluso han sido útiles para alimentar la mitología erótica de algunas estrellas. Los dermatólogos distinguen dos grandes tipos de lunares o nevus: los que se adquieren y los congénitos. Y sobre éstos recae el mayor riesgo de malignizarse. "Hay una mayor proporción de lunares congénitos que tienden a evolucionar hacia un melanoma . Este tipo de cáncer aumenta un 4% anual. La ventaja es que ha aumentado la supervivencia. Por eso ante un lunar congénito siempre hay que consultar", explica Aurora Guerra, profesora titular de dermatología del hospital Doce de Octubre, de Madrid.Sin embargo, la fealdad de algunos lunares congénitos les favorece: los que tienen forma de mora, los que tienen pelos y los que parecen verrugas suelen ser benignos y seguramente lo serán toda la vida.

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En cuanto al otro tipo de lunares -los que se han ido presentando a lo largo del tiempo o adquiridos-, "presentan mayores problemas los denominados nevus displásicos, que tienen una apariencia totalmente plana o levemente elevada en el centro. En cualquier caso yo recomiendo consultar todos los lunares que tengan un tamaño mínimo de cinco milímetros (poco más del tamaño de una lenteja), de color marrón y negro", añade Pedro Jaén, jefe clínico del departamento de dermatología del hospital de Guadalajara.

Cinco señales

Y ante un cambio que experimente cualquiera de los tipos de lunares, "siempre hay que consultar", advierten los especialistas. Sobre el tipo de variaciones que necesitan vigilancia, la dermatología aplica una regla de oro: A (asimetría), cuando el lunar deja de tener una forma entera y se escapa el dibujo; B (bordes), cuando se hace más ondulado; C (color), cuando cambia la pigmentación, por ejemplo si era negro o marrón y se aclara, o viceversa, y D (diámetro). "Yo añado la E, que supone vigilar su evolución. Un lunar que antes no se notaba y que de alguna manera se hace patente porque pica, sangra o duele y sin saber por qué lo vemos diferente, ése también hay que vigilarlo", dice Guerra. "Hay que estar atentos con esos lunares que están en un lugar de roce de alguna ropa o cinturones", observa Miguel Aizpún, de la Academia Española de Dermatología. La Fundación del Cáncer de Piel norteamericana (The Skin Cancer Foundation) recomienda una autoexploración en el pelo, entre los dedos, debajo de las mamas, la espalda y la zona interna de las piernas.Los dermatólogos alertan sobre algunos remedios populares, como el que aconseja quemar un lunar. El tratamiento de los lunares siempre es quirúrgico, a diferencia de las verrugas, que sí pueden quemarse en frío con nitrógeno o con calor líquido. El lunar se elimina con anestesia local y después se analiza (biopsia).

Sólo cuando se está muy seguro de que el lunar no corre ningún riesgo de malignizarse -y se quiere eliminar por estética- puede utilizarse la técnica láser, pero aun en esos casos los dermatólogos prefieren el sistema convencional de cortar y coser. Si no se eliminan bien las células y quedan restos, los lunares puede reproducirse en forma de mancha sobre la cicatriz, y sería necesaria una segunda extirpación.

Desde hace dos años la dermatología dispone de un sistema de vídeo y ordenador para digitalizar la imagen del lunar y poder observar con precisión los cambios producidos.

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