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Juan Pablo II pide a la comunidad internacional que no abandone Kosovo

ENVIADA ESPECIALEn Split, a un paso de la frontera con Bosnia-Herzegovina y no demasiado lejos de la de Yugoslavia, Juan Pablo II concluyó ayer su segundo viaje a Croacia con una breve mención a "la tragedia que se está consumando en la región de Kosovo". En un momento en el que se debate la posible intervención militar de la OTAN, el Papa hizo votos para que "la comprensión, el respeto recíproco, el perdón y la conciliación sustituyan a la violencia y la devastación" en aquella provincia serbia de mayoría albanesa. Para lograr tan ambicioso objetivo es necesario, según el Pontífice, que la comunidad internacional se muestre solidaria y no deje de aportar su ayuda oportuna.

Decenas de miles de croatas y de católicos venidos de la vecina Bosnia asistieron a la misa celebrada ayer en Split, la turística capital de la costa dálmata. El lugar elegido por los organizadores era perfecto. Tanto el altar, desde el que debía contemplarse una espléndida vista, como el espacio ocupado por los fieles estaban colocados en una inmensa plataforma construida sobre terreno recuperado al mar.

La ceremonia, a la que asistió de nuevo la plana mayor de la jerarquía católica croata y bosnia -además de un alto representante del clero ortodoxo de Serbia- y todas las autoridades de la República, con el presidente Franjo Tudjman a la cabeza, estaba dedicada a san Domnio, arzobispo de Split, asesinado en el año 304. Después de proclamar beato y "mártir" de la Iglesia al polémico Stepinac, arzobispo de Zagreb, Wojtyla rendía tributo al pasado cristiano de esta costa (Croacia se precia de ser el primer país eslavo convertido al catolicismo) y evitaba, de paso, avivar las susceptibilidades entre Zagreb y Split.

En una jornada apretadísima, que incluyó una visita a la catedral, que aún conserva restos de sus orígenes del siglo VII, el Papa tuvo tiempo para pronunciar cinco discursos (dos en la misa, uno dedicado a los miembros de la Conferencia Episcopal Croata, otro a los catequistas y enseñantes de religión y un quinto al abandonar el país). En todos ellos, pero especialmente en el de despedida, recordó a los croatas la necesidad de asentar la democracia sobre bases sólidas. "La democracia tiene un precio alto; la moneda con la que pagarlo está acuñada con el noble metal de la honestidad, de la razón, del respeto al prójimo, del espíritu de sacrificio, de la paciencia". Mientras en el discurso pronunciado el viernes, a su llegada, el Papa se sirvió de unas palabras de Pío XII para afirmar el derecho de todas las naciones, "grandes o pequeñas", a su independencia, ayer se despidió de Croacia aludiendo a la Unión Europea y a la necesidad de que se dé cabida en ella cuanto antes a los países que proceden del ex bloque soviético. "Europa afronta una nueva etapa en su camino de unidad y crecimiento. Para que la alegría sea completa, no debe ser olvidado ninguno a lo largo del camino que conduce a la casa común europea".

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