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Tribuna
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Nuevo centro

En las elecciones alemanas del 27 de septiembre, a primera vista, la izquierda parece haber ganado con una ventaja sin precedentes. Si a los votos que ha obtenido el SPD sumamos los de los verdes y los de los poscomunistas del PDS, nos colocamos en un 53%, frente al 41% que representan los de la CDU y del FDP. La izquierda aventaja a la derecha en casi 12 puntos. Aunque hiciéramos la corrección oportuna y añadiésemos a los perdedores los 5 puntos de la ultraderecha, que por estar dividida no ha obtenido representación parlamentaria, la diferencia de 7 a favor de la izquierda sigue siendo impresionante. ¿Se puede decir, sin embargo, que el electorado alemán de la noche a la mañana se ha convertido a la izquierda? ¿En una UE en la que, con la sola excepción de Irlanda y España, gobiernan los socialdemócratas en solitario o en coalición manda acaso la izquierda? Si fuese así, se nota poco en la política comunitaria. ¿Será mayor esta influencia con el cambio de Gobierno en un país de tanto peso como Alemania?El pésimo resultado de la democracia cristiana en las elecciones alemanas, más que por una conversión repentina del electorado a la izquierda, puede explicarse por dos factores circunstanciales que se refuerzan mutuamente. Después de 16 años de Kohl, fuesen los que fueren sus méritos en el pasado, en todas las esferas sociales se sentía una necesidad fuerte de cambio que los medios han sabido percibir y recalcar. El mayor error de la CDU es no haber obligado a Kohl a cumplir su palabra, dimitiendo a mitad de la legislatura, pero en una estructura de partidos que se caracterizan por el liderazgo indiscutible del caudillo de turno, ¿quién se hubiera atrevido a poner el cascabel al gato?

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Y el que se haya producido un cambio, mucho más deseado de lo que cabía imaginar, se ha visto favorecido por el hecho de que personificase la oferta un político preocupado ante todo en dar una imagen más a la derecha que Kohl, que en su campaña había vuelto a poner en un primer plano los aspectos sociales del viejo concepto de "economía social de mercado". Por lo demás, ambos candidatos coincidían en sus prioridades, luchar contra el paro y la delincuencia, sin extenderse mucho en exponer los medios que emplearían para conseguirlo.

El electorado alemán identificaba a Lafontaine con la izquierda, mientras que Schröder había basado su campaña en el lema de "un nuevo centro", con el que seguro también se identificaría Aznar. Schröder sabía que para ganar necesitaba, además de la clientela tradicional de la socialdemocracia, de cuya movilización se encargaba el partido, de la benevolencia de la gran industria y el apoyo de amplios sectores empresariales y profesionales que no podían desperdiciar la ocasión que se les ofrecía de lograr el cambio que la sociedad exigía sin que en el fondo cambiase nada.

La sorpresa ha consistido en que, después del sonado triunfo de Baviera, ante el temor de que repitiese Kohl, los resultados han sido tales que no cabe "el nuevo centro" planeado, es decir, la gran coalición, a la que sin duda aspiraba Schröder, como forma de deshacerse de Lafontaine, y con él, de la presión a la izquierda de su partido, y también no pocos políticos de la CDU, encantados de jubilar a Kohl sin dejar por ello de participar en el Gobierno. La coalición de la socialdemocracia con Los Verdes representa una alternativa a la izquierda que muchos de los votantes del SPD no querían y sobre cuyos contenidos concretos poco sabemos. Lo único que queda claro es que con estos resultados se ha fortalecido la posición de Lafontaine, pero Schröder, pasado algún tiempo, siempre podrá buscar la alianza con los liberales, si se le pusiesen mal las cosas.

La "tercera vía" de Blair, el "nuevo centro" de Schröder y el viejo socialismo democrático de Jospin constituyen posiciones muy distintas sin que se vislumbre cómo podrían converger en una "nueva izquierda" todavía por inventar. Podrían muy bien diluirse en un "centro" que acabe por difuminar las diferencias entre derecha e izquierda. La socialdemocracia europea se debate ante el dilema de una "nueva izquierda" o un "nuevo centro", pero hasta ahora la izquierda que gobierna, como la francesa, es la vieja, y lo único nuevo, en Gran Bretaña o en Alemania, es claramente de centro.

Ignacio Sotelo es catedrático excedente de Sociología.

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