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Tribuna
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Avanzando

Estamos de enhorabuena porque en la Facultad de Ciencias de la Educación se ha creado este curso una cátedra de Historia de la educación de las mujeres. Es como para felicitarnos, más aún en estos días en los que nos ha estallado de nuevo la vergüenza de las noticias sobre el maltrato en el hogar, y muy de agradecer la iniciativa al rector de la Universidad Hispalense, don Miguel Florencio. A veces somos capaces de coger al toro por los cuernos y enfrentarnos a los problemas raíces abajo, escarbando en las mismas entrañas de la realidad humana. Me pregunto cómo mujeres con autonomía suficiente han podido resistir "solas en la oscuridad", como dice Benjamín Prado hablando de otras que no fueron capaces de resistirlo; es posible que, en ocasiones, se deba a algún tipo de psicopatía, pero también puede ser el resultado de haber sido criadas en la obediencia y la docilidad. En cualquier caso, y aunque quede mucho camino por recorrer, las circunstancias han cambiado deprisa en los últimos años; a trompicones, dos pasos adelante y uno atrás, hemos avanzado bastante y la universidad es un buen lugar para estudiar la evolución con un poco de perspectiva. Los jóvenes deben saber que no anda tan lejos aquel arquetipo femenino basado en las virtudes de la sumisión y la dulzura, en el valor de la belleza como arma de doble filo, el de conservar al marido y el de sumergir al hombre frágil en los abismos de la perdición, y en la histeria, que tan arbitrariamente nos endosaron, como única rebelión posible. Semejante horizonte no dejaba muchas posibilidades de defensa contra casi nada. La alternativa de la joven mal educada, capaz de coquetear, fingir, provocar, esclavizar y despreciar, tipo Escarlata O"Hara, tampoco solía salirse con la suya, y para penetrar en el mundo de la cultura había que pagar un precio demasiado alto o permanecer en el anonimato. Con este nuevo saber se nos brinda la oportunidad de desentrañar misterios y perplejidades, de buscar nuevos caminos a través de la experiencia del pasado y apreciar una educación que llegue más lejos del ser más o menos, mejor o peor, que nos capacite para lo que se nos antoje.

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