Vacío en el frontón
En la exposición de Antxon Hernández (San Sebastián, 1958), que estos días de septiembre puede verse en la galería DV de San Sebastián, todo son frontones vacíos convertidos en auténticas esculturas por el ojo del autor. Además, el azar, o quizás la intención, hace que esta colección resalte de manera especial entre las paredes de una sala austera en su belleza donde la sencillez rima con las lineas que conforman el perímetro de las imágenes. Como profesional de la fotografía, la trayectoria de Antxon empezó a forjarse en Barcelona. Moldeó su mirada en New York durante cuatro años como ayudante de distintos fotógrafos. Fue un tiempo en que como freelance estuvo para un roto o un descosido. La experiencia no cayó en saco sin fondo. En la actualidad, a caballo entre su ciudad natal y Madrid, su trabajo discurre por un amplio abanico del espectro comercial. Resuelve temas de moda, publicidad o de fotografía industrial. Ha preparado libros y catálogos sobre la obra de artistas como Barceló, Jan Vercruyse o Txomin Badiola entre otros muchos. El mundo de la información no entra de manera estricta en su recorrido pero revistas especializadas en arquitectura de Italia, Francia, EE UU y también de España demandan con frecuencia su colaboración. Es precisamente este último terreno donde busca nuevas perspectivas para su mirada que luego enriquecen los resultados de su labor cotidiana. Un libro suyo, Madrid mira a sus estatuas, con textos del arquitecto Antonio Ruiz Barbarín, es claro paradigma de como renueva la visión de las cosas, una reflexión sobre el valor del ángulo de toma y su combinación con el entorno próximo que envuelve el sujeto principal de la imagen. En este volumen editado en 1992, premiado por el Ayuntamiento madrileño como mejor trabajo editorial del año, se intuyen algunas de las claves que, en clara evolución, indagan en el camino de un estilo propio. En el monográfico de frontones el fotógrafo se ha enfrentado a un arriesgado ensayo de formas. Las ha conseguido extraer de esos lugares que tienen una función específica, donde nace, crece y se desarrolla el juego de la pelota. Allí se mide la fuerza de los contrincantes. Son cuna de envidias y disputas. Templos de diversión y de ocio. Centro de reunión para vecinos y donde los adolescentes traman sus primeras fantasías amorosas. Espacios de vida repletos de contradicciones que conforma la esencia de un pueblo. Pues bien, con todo ello, Antxon Hernández ha podido abstraerse de estas peculiaridades, ha vaciado de gentes estos espacios públicos, no ha dejado ser humano que dominen el escenario, y nos muestra unas lineas desnudas, unas superficies de textura variada enclavadas en un entorno que ayuda a comprender su significado. La ausencia del elemento vivo facilita una observación más reflexiva sobre las formas pero es incapaz de hacer obviar su trascendencia. Se trata de una clara apuesta a favor del espacio que relega a un segundo termino al tiempo como segundo factor básico de la expresión estética, pero esta acentuación sobre la estructura geométrica no priva de cierto acento romántico que, en el transcurso de los años, el paso del hombre ha ido imprimiendo en los entornos. Como en otros casos de la obra expuesta, en los que también podría ratificarse esta idea, tenemos el frontón de Arcangues donde su única pared, pintada en blanco purificador, queda envuelta por su lateral derecho por las cruces del local que nos retrotraen a la voz y figura del cantante de Irún Luis Mariano. No se trata de un reportaje, tampoco de un documento, mucho menos de un censo de frontones del País Vasco, La Rioja, Burgos o Soria, es una reflexión fotográfica sobre el vacío y el espacio. Algo que se alimenta, en el sencillo catalogo donde se recogen once muestras de esta colección, con un breve texto titulado Muro recogido del diccionario crítico comparado del arte prehistórico y arte actual que recoje Jorge Oteiza en su libro Quosque tandem.. !, donde el veterano artista, ya en 1963, profundizaba sobre la interpretación estética del alma vasca y el termino vasco uts-une entendido como instante puro.
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