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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La cuestión palpitante

EL DEBATE hoy en el Congreso de la propuesta para aprobar un cuarto supuesto de aborto presentada por el PSOE (existencia de un conflicto legal, personal o social), y de las de Izquierda Unida (IU), Nueva Izquierda (NI) y Bloque Nacional Gallego (BNG), que proponen el aborto libre en plazos de entre 14 y 16 semanas, ha desatado una intensa reacción entre los grupos antiabortistas. A la cabeza de esta reacción contra la ampliación de los supuestos de aborto aparece la Asamblea Episcopal, que movilizó a las parroquias españolas el domingo pasado para que transmitieran a sus fieles el mensaje contenido en el truculento comunicado Licencia aún más amplia para matar a los hijos; en su estela, varias asociaciones antiabortistas como la Plataforma Unidos por la Vida convocaron manifestaciones frente al Congreso para oponerse a los proyectos de ampliación y consiguieron reunir tan sólo a unos pocos miles de personas. La virulencia de la reacción episcopal y la intensa agitación en los medios más conservadores demuestran que el aborto sigue siendo una cuestión palpitante.Lo que en el fondo examina hoy el Congreso es la conveniencia de avanzar un paso más en la despenalización del aborto, una vez que la sociedad y la ley han reconocido a las mujeres el derecho a disponer de su propio cuerpo. Se trata de preguntarse si todavía deben esgrimirse supuestos legales en los que las mujeres pueden ser encarceladas por abortar o si una sociedad democrática debe dejar simplemente la decisión de abortar a su libre conciencia, en el convencimiento de que abortar no es precisamente una fiesta para quienes sienten la necesidad de hacerlo. Ni la ley actual del aborto, con regulación de los tres supuestos en los que puede practicarse, obliga a nadie a abortar, ni la aplicación de un cuarto supuesto va a empujar masivamente a las mujeres a las mesas de los quirófanos.

La polémica que ahora pretenden reeditar los obispos y los antiabortistas -con la vuelta de los argumentos esencialistas y la definición del feto como persona- está ya fuera del tiempo. La sociedad examinó, analizó y tuvo en cuenta tales argumentos; hizo lo propio con los contrarios, y el resultado fue la promulgación de la ley del aborto. La insistencia en la criminalización del aborto es una ofensa para las mujeres que no tienen más remedio que practicarlo y un ejercicio innecesario de crueldad. Porque el aborto no es una decisión sin consecuencias; es dolorosa y provoca traumas en las mujeres obligadas a recurrir a él por razones extremas, como la marginación, el desempleo, la miseria o simplemente la incapacidad para asumir responsabilidades que les desbordan. Los obispos deberían cambiar su política de campanario y de toques a rebato por un discurso mejor integrado en la conciencia social de la grey que pretenden apacentar y, desde luego, dejar en paz a quienes no comparten sus creencias religiosas.

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