"La gente cree que hago lápidas de muertos"
Luis Requena talla las piedras preciosas y graba las ágatas de los anillos con escudo nobiliario
Este lapidario lo es por oficio, no por concisión solemne. Luis Requena se recrea en explicar su arte. Y, a guisa de prefacio, aclara un equívoco común: "La gente cree que lapidario es quien hace lápidas para los muertos, pero no señor; ésos son los marmolistas".Lejos de los epitafios, cerca de los minerales y de la historia. Así lo explica don Luis: "Esta es una tarea antigua. Desde los tiempos de Alfonso X el Sabio, por lo menos, es lapidario quien corta, talla y pule las piedras preciosas". O sea, el artesano que, como él, comienza por extraer láminas de un bloque mineral gracias a un disco diamantado que ejerce de sierra.
Requena se apresta a hacer la demostración en su pequeño y atestado taller. Se dirige hacia el mostrador donde se agrupan varios tornos, cada uno con una tarea. "Una vez cortada la piedra, la lámina se desbasta en el esmeril. Luego, para tallarla, hay que darle forma haciendo distintas caras o facetas. Finalmente hay que pulirla". Con todos los pasos dados, la piedra está lista para convertirse en el adorno de cualquier sortija o broche.
"En cierto sentido, somos negros, porque hacemos un trabajo que les luce a otros, por ejemplo a los joyeros", reflexiona Requena, quien se define con precisión: "Soy lapidario de piedras de color".
-¿Qué supone eso?
-Que trabajo aquéllas que tienen hasta el grado nueve de dureza, según la escala de Mohs .
-Entonces usted abarca hasta el corindón, pero no se ocupa de los diamantes.
-Eso es. Los diamantes son cosa de los lapidarios de piedra blanca.
Luis Requena no para de buscar cajas -algunas de puros- repletas de minerales que muestra con devoción veterana.
Este hombre, que nació en Madrid en 1934, llegó a su oficio por azar. A los 14 años, como tenía que llevar habichuelas a casa, se estrenó de chico en un taller de bisutería. Pero las piedras de mentirijilla le duraron poco. Un año después saltó al mundo del tallado y el pulido de las piedras de verdad , que ya no abandonaría, aunque ahora talle incluso "piedras científicas", o sea, artificiales.
Sin embargo, para poder progresar y ampliar conocimientos,Requena tuvo que lanzarse a la aventura de convertirse en autodidacto. "Este oficio enamora", justifica. Durante once años trabajó en el taller de un ciudadano alemán, donde aprendió la técnica de los lapidarios. "Cuando ya dominaba aquello, quise aprender a grabar sobre las piedras preciosas. Pero se negaron a enseñarme porque eso era algo que sólo sabían hacer los alemanes que estaban en el taller". Requena no se paró en barras: cogió el portante y se fue a París para aprender ese arte, llamado glíptica. Tenía 27 años y muchas ganas de saber.
De vuelta, con los 30 cumplidos y amplios conocimientos de gemología, el artesano se instaló por su cuenta, primero en una habitación alquilada en la calle del Desengaño -"entonces no era como ahora"- y luego en el pequeño despacho que aún ocupa en la calle de Mesonero Romanos, 3. Don Luis tuvo que empezar por construirse las herramientas -aún lo hace- antes de ofrecer sus servicios de grabador de piedras preciosas a los joyeros establecidos, su principal fuente de trabajo.
Y de grabador a heraldista: los anillos con el escudo nobiliario grabado son el encargo principal que recibe el lapidario. Tal especialización le ha obligado a rodearse de libros que desginan el blasón que corresponde a cada apellido, siempre que tenga sello de nobleza. "Cuando viene un cliente cuyo nombre no tiene escudo, yo no se lo hago. No me invento blasones falsos", matiza Requena.
Don Luis marca yelmos y cascos de gules sobre las ágatas, piedras de diversos colores, las que más abundan en los anillos heráldicos. Para hacerlo, calza la sortija en un corcho. Sobre la piedra hace un boceto a lápiz. Después impregna la broca eléctrica con polvo de diamante. "Es que el ágata es seis veces más dura que el acero. Si no pusiera esa sustancia, no podría grabar ni un trazo, porque la piedra se comería el metal de la broca". Herramienta en mano, graba las líneas.
Requena calcula que en Madrid sólo hay dos o tres grabadores de piedras preciosas, un oficio que él no piensa enseñar más que a uno de sus cuatro hijos, que ya vela armas en la glíptica. A él le mostrará cómo realizar su técnica favorita: la alternancia de bajo y altorrelieve.
Los secretos de este arte quedarán en la familia, donde don Luis es capaz de encontrar también materia prima: alguna vez aprovecha el culo de una botella de sidra para fabricar cristales que, a ojos de lego, tienen apariencia de esmeraldas. Por tallar, talla hasta un trozo de duralex.
-¿Qué tienen las piedras que no tengan otros materiales?
-La piedra es un mineral, pero también es un ser vivo.
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