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La matanza de Ensenada agudiza la guerra entre los grandes narcotraficantes mexicanos

La guerra entre bandas de narcotraficantes rebasó el jueves el límite de lo conocido con la matanza de 19 personas en el rancho El Rodeo, en Ensenada, el violento territorio fronterizo con EEUU donde acampa el cartel de Tijuana. Los sicarios no perdonaron ni a mujeres ni a niños. Dispararon sus fusiles AK-47 sin piedad. El defensor de los derechos humanos Víctor Clark considera que la matanza representa la ruptura de un pacto sagrado entre los grandes capos en México, el de respetarse las familias. Sin pistas, todo apunta hacia los temidos hemanos Arellano Félix, jefes de la mafia de Tijuana.

Entre algunas de las cuentas pendientes con la Justicia, los hermanos Arellano Félix, los narcotraficantes más peligrosos de México, está el asesinato del cardenal Jesús Posadas. Desde la muerte de Amado Carrillo, el jefe de cartel rival de Juárez, se han convertido en los amos de un lucrativo negocio que mueve 4,5 billones de pesetas al año.El procurador de Justicia (fiscal) del Estado de Baja California, Marco Antonio de la Fuente, está convencido de que detrás del crimen está la mano del narcotráfico. Tan sólo hay un indicio sobre el posible origen de la matanza, el hecho de que uno de los acribillados, Fermín Castro, es señalado como el encargado de los Arellano del cultivo de marihuana en la zona y responsable de las pistas de aterrizaje.

Al parecer, el hombre fue brutalmente torturado antes de morir. Los demás fueron ejecutados sumariamente junto a una pared del patio. Hay tan sólo dos supervivientes: el niño Mario Flores y Viviana Flores, que se encuentran "muy graves", sin posibilidad de hacer revelaciones.

Las autoridades carecen de pistas de los sicarios -que viajaban en tres furgonetas-. No se sabe cuántos eran ni si realmente pertenecen al cartel de Tijuana o son rivales, pero, según diferentes periódicos, Tijuana y sus alrededores son actualmente una zona de guerra entre bandas que se disputan el control.

El sangriento suceso de el Rodeo sólo es comparable en su magnitud -guardadas las distancias políticas y sociales- con la masacre de Acteal (en Chiapas), donde un grupo de paramilitares asesinó a tiros el 22 de diciembre a 45 indígenas, en su mayoría mujeres y niños.

Sólo algunas venganzas personales entre narcotraficantes habían incluido, de manera aislada, la muerte de mujeres o niños. Pero nunca como ahora.

Víctor Clark, del Centro Binacional de Derechos Humanos, dijo al diario Reforma que "si los narcotraficantes ordenaron esta masacre (...) violaron uno de los pactos sagrados entre los capos: respetar la vida de sus familiares. Se trata de reglas históricas y tradicionales no escritas en las vendettas ". La violencia ha desbordado todo límite, agregó Clark. "Los narcotrafiocantes resuelven sus problemas matándose entre ellos, pero nunca asesinando a la familia del rival".

Si los sicarios forman parte de organizaciones del narcotráfico, el país está ante una nuevas reglas de venganza y una violencia más grave, aseguran los expertos. Los crímenes ocurrieron en el sangriento entorno de Tijuana, dominio de los Arellano Félix y donde se han registrado 240 asesinatos en lo que va de año, la mayoría de ellos relacionados con el crimen organizado.

Es posible que las muertes de el Rodeo sean parte de una nueva guerra de capos por la zona, sobre todo porque el otrora poderoso cartel de Juárez está sumido en una sangrienta recomposición desde que en julio de 1997 murió su jefe, Amado Carrillo, conocido como El Señor de los cielos.

Sobre esa posibilidad, Clark dice que, si el narcotrafico esta detrás de la matanza, quiere decir que "los agresores han desafiado a uno de los carteles más poderosos del país", lo que tendría algunos de significados concretos: o el cartel de Tijuana ha perdido fuerza o que "la banda agresora es tan fuerte como la de los Arellano".

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