Las pequeñas lunas de Júpiter originaron los anillos del planeta
Los ténues anillos de Júpiter se han originado en las lunas pequeñas del planeta gigante, en los impactos de meteoritos contra la superficie de estos cuerpos. Los científicos han llegado a esta conclusión tras analizar en profundidad los datos enviados por la sonda interplanetaria de la NASA Galileo, en órbita del sistema joviano desde hace dos años y medio. Es más, las imágenes recibidas revelan que el tercer anillo de Júpiter, llamado de gasa por su transparencia, está formado por dos anillos, uno dentro de otro, compuestos de fragmentos microscópicos procedentes de las pequeñas lunas Amaltea y Tebe.El descubrimiento fue anunciado ayer por científicos de la Universidad de Cornell y de los Observatorios Nacionales de Astronomía Óptica (NOAO), de EEUU. "Ahora conocemos el origen del sistema de anillos de Júpiter y cómo funciona", declaró ayer Joseph Burns, de Cornell.
En los años setenta las célebres naves interplanetarias Voyager descubrieron la estructura de los dos anillos de Júpiter: el principal, aplanado y exterior, y el interior, parecido a una nube, ambos compuestos de partículas oscuras. Una de las imágenes parecía indicar la existencia de un tercer anillo, el que ahora se ha identificado a su vez como doble.
El diámetro de Júpiter es aproximadamente 143.000 kilómetros; su sistema de anillos comienza a unos 92.000 kilómetros del centro del planeta y se extiende hasta unos 250.000 kilómetros del mismo. El sistema está compuesto de tres partes: un anillo plano principal, un halo toroidal interior y el anillo de gasa exterior al principal.
"Los anillos son importantes laboratorios dinámicos para investigar procesos que probablemente acontecieron hace miles de millones de años, cuando el Sistema Solar estaba formándose a partir de un disco aplanado de gas y polvo", dijo Burns. "Por primera vez podemos ver el polvo procedente de Amaltea y Tebe y es probable que el anillo principal proceda de otras dos lunas, Adrastea y Metis", continúa este científico.
Por su parte Michael Belton, del NOAO, comento: "La estructura del anillo de gasa ha sido totalmente inesperada. Estas imágenes proporcionan uno de los más significativos descubrimientos de todo el experimento de imagen de la misión Galileo".
La sonda Galileo tomó más de 30 imágenes de los anillos y de las pequeñas lunas de Júpiter durante tres órbitas alrededor de ese planeta en 1996 y 1997, pero la transmisión ha sido muy lenta porque su antena principal no funciona. Las lunas exhiben "extrañas superficies de composición intederminada muy oscura, rojiza y horadada por cráteres de impacto, según explicaron los científicos ayer. Los anillos contienen partículas rojizas, oscuras y muy pequeñas. A diferencia de los anillos de Saturno, no hay en los de Júpiter signos de hielo.
Los científicos creen que el polvo de los anillos sale despedido de las pequeñas lunas cuando éstas reciben el impacto de meteoritos, fragmentos de cometas o asteroides a velocidades realmente altas, incrementadas por el gran campo gravitatorio de Júpiter. Las pequeñas lunas son especialmente vulnerables por su proximidad al planeta gigante.
"En estos impactos, los meteoritos llevan tal velocidad que se entierran profundamente en la luna, se evaporan y explotan. Los fragmentos salen disparados a tal velocidad que escapan al campo gravitatorio del satélite", explicó ayer Burns. Si la luna en cuestión fuera demasiado grande, las partículas de polvo no alcanzarían suficiente velocidad para escapar al campo gravitatorio de ese cuerpo. Adrastea, con un diámetro de sólo ocho kilómetros y en una órbita situada justo en la periferia del anillo principal, "es la más capacitada para este trabajo". Al salir disparadas de las lunas, las partículas de polvo se sitúan en órbitas muy similares a las de éstas, sobre el ecuador de Júpiter.
La cámara de la nave Galileo tomó las imágenes ahora presentadas desde una distancia de unos 2,3 millones de kilómetros y la resolución de las fotografías varía entre los 46 kilómetros y los 24 kilómetros.
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