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Tribuna:LA CRÓNICA
Tribuna
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Quietos y callaos

Unos tipos que están todo el día quietos y callados alcanzan hoy el mayor éxito en mi ciudad. A nadie extraña: han elegido muy bien su oficio, el tiempo y el lugar. Los mimos de La Rambla despiertan un entusiasmo que no puede compararse al de ninguno de sus predecesores. Ni los charlistas de los cincuenta, a los que se llevaba Ava Gardner a beber blanco de Alella. Ni los tragafuegos, que segregaban bencina por saliva, el año que asesinaron a Carrero Blanco. Ni los hare krishna hare, cuando el pachulí. Ni la Ocaña vestidita con el organdí que acabaría matándola. Ni Juanjo Fernández, al que no olvidamos, que el día de Sant Jordi paseaba por allí con su novia: él llevaba un libro y ella una alcachofa. Ni los trileros de los primeros ochenta, cuando ya empezaba a intuirse la estafa. Ni Antoni Ribas. Ni Montserrat Caballé sobre las brasas del Liceu cada tanto, poniéndole música al grito cenital de Cataluña, ho reconstruirem, vaya que sí. Ni Eduardo Mazo, que lleva 25 años escribiendo versos y aforismos en La Rambla, sin otro suport genèric que el de los plátanos. Ninguna de esas acciones sofisticadas, osadas, bárbaras o autóctonas obtuvo nunca el aplauso que hoy recoge esta galería de muertos en vida. Las variedades de su inacción son infinitas y cubren de norte a sur todo el paseo. Está Fumanchú, seguramente. Cristóbal Colón, el original, no la copia de abajo. Están dos mimos tristísimos, que hacen de sí mismos. Un piel roja que se dejó aquí olvidado Búfalo Bill. Roma está entera: he visto procónsules, gladiadores y a Iulius Caesar de color cobre. Charlot espera. Y el muñeco de hojalata de El Mago de Oz busca estrábico a Judy Garland. Aun no he visto a don Tancredo, indiferente ante la fiera, y debiera verlo: hay que rendir homenaje a los ancestros. Ninguna otra convulsión, más que el dring del dinero, los agita. El pobrísimo espectáculo callejero sólo alcanza grandeza cuando la inmovilidad se detiene. Entonces se ve bajar del pedestal de cartón piedra a algo similar a un hombre. Alguien que va dejando a un lado las armaduras de cobre y el casco, que se limpia el sudor con una toalla demasiada pequeña, que se desentumece estirando los brazos y girando metódicamente el cuello, que echa un vistazo al cuenco repleto de monedas agujereadas y que enciende un cigarro mientras las gentes, tan paradójicas, se van en busca del espectáculo siguiente, metros abajo. Uno quisiera ayudarles. A riesgo de meterse en lo que no le llaman, pero quisiera ayudarles. No a conseguir el éxito de las masas, que ya lo tienen, sino a combatir la aburrida tragedia que hay en sus caras cuando se desploman. Si en vez de acudir a la sobada imaginería popular, histórica, cinematográfica, literaria, acudieran a la realidad, las cosas irían mejor. La realidad siempre va mejor. Sólo hay que abrir los periódicos y tomar apunte del natural: ¿Qué tal Yeltsin bebiendo una copa? A los rusos que ocupan Barcelona les haría, sin duda, muchísima gracia ¿Qué tal un dúo, Clinton y Lewinski, por ejemplo, en la agradable circunstancia de un acto impropio? Tampoco es imprescindible limitarse a la evocación de los personajes de la escena internacional. Se avecina el otoño y estos extranjeros que hoy ocupan el paseo volverán a sus puertos. Un tic congelado de Pujol haría mucho efecto en la coyuntura. Y bien: Maragall de romano sería muy, muy, aplaudido. Sin embargo, hay todavía otra posibilidad mucho más atractiva. No sé el dinero que daría, que siempre estamos en lo mismo, pero sería hermoso intentarlo. Consistiría, de aquí a marzo, en cubrir todo el largo de La Rambla con imágenes de los suscriptores del llamado Foro Babel. Esta asociación (más o menos) tiene características muy extrañas y singulares. Una de esas características es concitar la curiosa reacción de los escritores locales, dueños de la palabra: empezó uno mandando que se callen y acaba otro diciendo igual. Y como no sólo los escritores, sino también los funcionarios, los candidatos a la Generalitat y hasta ellos mismos mandan que quietos y se callen, yo creo que La Rambla, este invierno, ya tiene dueños. En el grupo, además, hay tipos impecables, que harían una muy buena estatua. Y bien, si los mimos profesionales rechazan mi sugerencia, siempre pueden estudiar los del Foro Babel el bajar en persona a La Rambla, ganarse unas peseticas y dar así exitosa cuenta de su condición y su estado.

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