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Reportaje:

Coplas de un ciego con vista

Rimas y cantilejas convocan a los vecinos de Usera a participar en un mercado medieval

"La buena limosna dar, unas migajas de pan o de dinero", rogaba a todo el que pasaba a mediodía de ayer, frente a la puerta del mercado de Usera, un ciego ataviado a la antigua usanza medieval. Como los ciegos que con sus coplas, aleluyas y rimas narraban entonces los cotilleos de un barrio, los chascarrillos entre vecinos y los actos y ferias que tenían lugar en las cercanías.El ciego de ayer no era tal, pero quién sabe si tampoco lo eran los que él intentaba imitar. Pícaros de otra época que haciéndose pasar por ciegos y la complicidad de un lazarillo pretendían sacar provecho de la bondad ajena. Ayer, en Usera, no era tanto. Un ciego -o que se lo hacía- con tremenda verborrea, una dulzaina, una concha de peregrino en el gorro y una vara con una calabaza de la que colgaban cascabeles. Un niño de lazarillo o unos platillos, una niña con un tambor de redoble y una señora, como si fuera la madre, con un tambor machacón: una familia en torno a un ciego charlatán que a cambio de esa limosna de pan o dinero rogaba al Señor buena salud y bienes para los que depositaban unas monedillas en al hatillo de cuero que en el suelo yacía frente al clan.

Pero lo de ayer en Usera sólo era el anuncio de un mercado medieval que va a producirse los días 19 y 20 de septiembre. El ciego estaba allí con su familia para recrear una época de la misma manera que se va a escenificar ese mercado.

Y es que esa popular barriada madrileña levantada en torno a la plaza Elíptica, y en cuyas calles predominan las de apellido Usera, se encuentra inmersa en sus fiestas patronales hasta octubre. Un mes largo plagado de todo tipo de actividades culturales, deportivas, musicales, artísticas y de ocio. El III Mercado Medieval de Usera será uno de los actos más llamativos y curiosos con los que cuenta esta fiesta, y el ciego de ayer quería anticiparse.

"¿Hay alguien escuchando?", preguntaba cada vez que terminaba alguna de sus peroratas al no apercibirse de aplauso ninguno. No sería ciego, pero los ojos los llevaba vendados y en verdad no debía ver nada. Al producirse algún tímido reconocimiento a su labor de anunciante tuvo que rectificar: "Gracias por esos aplausos tan espontáneos e inteligentes".

Las amas de casa salían del mercado de Usera con la compra del sábado y no daban crédito al invidente que les convocaba para otro mercado más pintoresco. "Tendrá lugar en la plaza de Francisco Ruano, más conocida como la Romana", sonaba la monótona cantinela del coplero, interrumpida por la dulzaina y la percusión. Una familia saltimbanqui sacada del túnel del tiempo y colocada de forma extraña entre un quiosco de prensa, una cervecería, una relojería y unos banquitos de jardín romántico. Una señora con el carrito rebosando viandas instaba a su nieto para que echara unas monedas en el saquito.

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