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Un planificador soviético para salvar la economía

Yuri Masliukov, que cumplirá 61 años dentro de 18 días, es comunista, moderado y realista. Un teórico y práctico del consenso. Una incógnita. Nadie está seguro de lo qué hará exactamente como encargado directo de la política económica. Su llegada al Gobierno es fruto del compromiso. Su afiliación política ejemplifica que esta crisis no se ha resuelto como otras en los últimos años: con Yeltsin poniendo su bota sobre el cuello del Parlamento. Su pasado como jefe del Gosplan, el organismo de planificación económica en tiempos soviéticos, permite creer que es partidario de un fuerte papel del Estado en la dirección de la Economía. Hay quien dice que esas cosas imprimen carácter, pero Masliukov parece demasiado pragmático para eso.Su apoyo a Serguéi Kiriyenko en la Duma, el pasado abril, violando la disciplina de voto, demostró que pesa más en él la independencia de criterio que la afiliación política. Su participación en ese efímero Gobierno, el 23 de julio, probó sobradamente que está dispuesto a colaborar con quien haga falta si cree que los fines lo justifican. Y su salida del Gabinete, el 3 de septiembre, cuando ya lo presidía interinamente Víktor Chernomirdin, dejó claro que reconoce los síntomas de que un barco se está hundiendo.

Carrera de técnico

Masliukov, nacido en 1937, en el seno de una familia obrera, en lo que entonces era república soviética de Tayikistán, desarrolló en tiempos de la URSS una clásica carrera de técnico con ambición de poder. Su trabajo como ingeniero en el complejo industrial-militar le llevó enseguida a la dirección de fábricas y a puestos cada vez más importantes en los Ministerios de Defensa e Industria, antes de pasar a dirigir el Gosplan. Por escaso tiempo, en 1991, fue incluso viceprimer ministro de la URSS.Al hundirse el imperio soviético, desapareció durante cuatro años de la escena política y trabajó como director general de una empresa de asesoría. Regresó al ser elegido diputado por el partido comunista, en el que se ha situado como una voz independiente capaz de presionar incluso a favor de presupuestos a los que combatía su propio grupo parlamentario. Eso no impidió que Guennadi Ziugánov le incluyera en una lista de 5 candidatos a primer ministro aceptables para los comunistas. Primakov también estaba en la relación.

Fue capaz de llegar a un notable grado de entendimiento incluso con partidarios de la reforma radical como Anatoli Chubáis. Otro de ellos, Borís Fiódorov, que dirigió con Kiriyenko el Servicio Estatal de Impuestos, y considerado el mejor interlocutor posible con el FMI o el Banco Mundial, declaraba ayer mismo que no estaba dispuesto a renunciar voluntariamente a participar en el Gobierno de Primakov. Falta por saber si el pragmatismo de Primakov, y de Masliukov, llega a tanto como para aceptar un tándem tan explosivo.

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