Miles de asistentes a la vistosa entrada de toros de Segorbe
La entrada de toros de Segorbe vivió ayer una edición especial, ya que la manada estuvo conformada únicamente por toros, cuando en ocasiones anteriores iban acompañados de vacas. Las calles, desde la plaza de los Mesones hasta la de la Cueva Santa, se llenaron, como siempre, de aficionados y curiosos, que ayer superaron la decena de millar. El cohete marcó el inicio del vistoso encierro, declarado de Interés Turístico Nacional, y que se celebrará, diariamente, hasta el próximo domingo.
Cuando alguien trata de explicar el proceso que siguen las entradas de toros de Segorbe, siempre faltan palabras para describir la emoción en torno al toro, protagonista de este acto. La muchedumbre se agolpa en las calles y a las 14.00 horas, ningún estómago siente más movimiento que el del nerviosismo por que el encierro transcurra con normalidad. Hasta 20.000 personas pueden llegar a concentrarse en el centro de Segorbe a la espera de unos segundos de grandeza que han convertido la entrada de toros en una celebración de Interés Turístico Nacional. El rialé, ubicado junto a un río de estampa ensoñadora, es el lugar en que los astados permanecen desde primera hora de la mañana. Es un lugar poco frecuentado, en el que los toros deambulan a su aire. Antiguamente, en este espacio se hacía la selección del ganado que había de salir a la carrera. Cada uno de los minutos de las dos horas que preceden a la entrada se viven en la ciudad como preludio de la carrera. Los aperitivos, las tapas, todo gira entorno al lugar elegido para seguir el encierro. Llega el momento. Nueve caballos, con sus expertos caballistas al lomo, inician el galope y, como en una reacción en cadena, la muchedumbre comienza a abrirse a su paso. Es como una cremallera cosida en un tejido humano que desvela una larga y casi siempre ordenada hilera de caballos y toros. Los astados pasan casi rozando a los presentes y en tan sólo 65 segundos todo ha terminado. Son cerca de 600 metros de recorrido y el momento cumbre de todo un año preparando cada instante. Doce meses de entrenamiento a los equinos, de elección de los jinetes. Sin embargo, ninguna preparación es necesaria para aquellas personas que ejercen de barreras, a las que los toros esporádicamente llegan a embestir.
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