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Entrevista:

"La Viagra no nos quitará la clientela"

La psicóloga María Pérez Conchillo y el médico Juanjo Iborra (los dos sexólogos de 44 años) llevan más de una década felizmente casados, tienen dos hijos y resuelven juntos en el Instituto Espill los problemas sexuales de los valencianos. El año pasado organizaron en Valencia un Congreso Mundial de Sexología. La Consejería de Bienestar Social les ha nombrado corresponsables del servicio de atención a los menores que sufren abusos. Pregunta. ¿No les parece que el Instituto Espill es una especie de templo cuyos feligreses cambian la salvación eterna por el placer? J. Iborra. [Risas] ¡Ojalá fuera así! Más que buscar el placer vienen a intentar encontrarse bien, a veces a recuperar sólo la función [sexual]. Ojalá fuera mayor la preocupación por el placer. Parece que es algo malo, cuando en sexología hablar de placer incluye sentimientos, convivencia... P. ¿Cómo es la relación sexual plena? J. I. No está condicionada al orgasmo o al mito de los mitos, el orgasmo simultáneo. Mucha gente se siente frustrada por eso. Hay una preocupación exagerada por la erección. La sexualidad debe ser una expresión de placer y sensualidad. Lo importante es encontrarte bien, no que la cosa dure más o menos. Hay que preguntarse qué le gusta a uno. Unos necesitan más relaciones sexuales y otros son menos apetentes, como a la hora de comer, pero no por eso dejan de disfrutar de la comida. P. ¿Habrían recomendado a Clemente que los jugadores mantuvieran relaciones sexuales con sus parejas en el Mundial? J. I. Hay selecciones que permiten que sus jugadores estén con sus parejas y mantengan relaciones sexuales y no por eso dejan de rendir. Hay un mito de que el sexo provoca un cansancio añadido. No es cierto, el sexo puede ser un buen relajante. El problema es que a la hora de descansar se dediquen a hacer otras cosas. Si trasnochan en la víspera no rendirán. Se impone la abstinencia para que se concentren, pero no deteriora el rendimiento. P. ¿Qué hace un sexólogo en la cama? M. Pérez. Lo mismo que los demás. Hombre, de algo te sirve. Sobre todo te enseñan mucho los clientes. Al trabajar en sexología te das cuenta de los errores de la gente en las relaciones y procuras que no te afecten a tí. En eso sí que somos privilegiados. P. ¿Cuesta separar el aspecto personal del profesional? J. I. No, esa es una de las claves que nos ha permitido ser socios en lo profesional y pareja. Convertir nuestra vida en una sesión continua de terapia sería horrible. P. Por su libro Sexo a la fuerza desfilan hombres que siempre dicen sí aunque no les apetezca, por el estereotipo del macho que cumple en la cama. ¿Cómo se dice que no sin dañar la autoestima? M. P. Las mujeres lo aprendimos hace tiempo, ya es hora de que los hombres tomen nota. Hay una visión de la sexualidad finalista. A veces al hombre no le apetece llegar al coito, pero estaría bien acariciando a la mujer. J. I. Es vergonzante la situación que sufrimos los hombres. Las mujeres pueden decir que no y son más valoradas. Nosotros creemos que estamos en una situación de poder y no podemos permitirnos decir que no. Nos imponemos la obligación de dar placer y eso cae como una losa. Muchos actúan como jornaleros del sexo que más que hacer lo que les apetece se convierten en esclavos que van a dar satisfacción, en una carrera en la que nunca llegan a saber si logran lo que pretenden y la confusión les va inundando. P. ¿Qué le ha aportado a la sexología el congreso de Valencia? M. P. Ha marcado un hito en la sexología mundial. En la clausura se leyó la Declaración de Valencia que reconoce la sexualidad y la salud sexual como un derecho básico del ser humano. Por eso habrá un antes y un después de este congreso. Revistas escandinavas o canadienses y expertos reunidos en Caracas o Minnessota hablan de la Valencia Declaration. P. La prostitución, ¿es un mal inevitable? M. P. Estamos en una sociedad libre. Lo preocupante es que a alguien le obliguen a prostituirse. La trata de blancas y la prostitución infantil son denigrantes. En la India muchas niñas son vendidas para la prostitución. El turismo sexual es una nueva forma de colonialismo. Los políticos deben implicarse más porque se trata de un derecho fundamental. P. ¿Sigue siendo el sexo un arma de guerra? J. I. Los musulmanes de Bosnia creen que el honor de los hombres es como el diamante, si cae en el barro puede lavarse. Pero la honra de las mujeres la comparan con el algodón: una vez manchada no vuelve a limpiarse. Por eso los serbios usaron las violaciones de musulmanas para desmembrar la sociedad bosnia. Desde el rapto de las sabinas, la violación de las mujeres de los vencidos siempre ha figurado entre el botín de guerra. M. P. Es otra forma de esclavitud. Son formas de sexualidad y concepciones patriarcales y primitivas, donde los hombres se pelean y cambian sus mujeres. P. ¿África sigue siendo el corazón de las tinieblas en el mundo sexual? J. I. No sólo en África, es una zona geográfica que también se extiende por el sureste de Asia y la zona musulmana. 120 millones de mujeres son víctimas de las ablaciones, tres veces la población de España. En Europa se dan cada vez más casos por el aumento de inmigrantes. M. P. Le hemos escrito a Hosni Mubarak, presidente de Egipto para denunciar estas prácticas que padecen las niñas de su país. Le dijimos que era una barbaridad regular políticamente esta práctica y le advertimos que la Historia le pedirá explicaciones. Ninguna tradición puede estar por encima de los derechos sexuales. P. Llega un cliente con fuertes convicciones católicas, que se toma en serio el veto papal a los preservativos, pero no se conforma con la castidad. ¿Qué le recomiendan? M. P. Es típico aspirar a una cosa sin renunciar a la otra. No somos moralistas, sólo analizamos las consecuencias de los actos; las cuestiones morales dependen de cada uno. Sólo le advertiríamos que si no se pone un preservativo se arriesga a sufrir un embarazo no deseado o una enfermedad de transmisión sexual. P. ¿Les alarma que el año pasado se triplicaran los casos de abusos a menores valencianos? J. I. Aumenta el número porque cada vez hay más sensibilidad y la gente denuncia casos que antes ocultaba. Nosotros apostamos por dar tratamiento psicológico al agresor, para prevenir los abusos. No podemos estigmatizarlo de por vida y dejar que se pudra en una cárcel. Creemos en su rehabilitación. P. ¿Qué incita a una persona a abusar de un menor? J. I. No hay un perfil de agresor. En algunos casos fueron víctimas en su infancia, pero no todos los que sufrieron abusos se vuelven en agresores. Se da en todas las capas sociales. Muchos casos suceden en familias donde el futuro agresor no mantenía buenas relaciones con sus padres. P. Los abusos cometidos por personas próximas a la víctima, ¿son poco denunciados? M. P. Sí porque es una situación muy incómoda para la mujer violada, que a veces se siente culpable. Se pregunta si no supo detener a tiempo la situación. Se traiciona la confianza de la víctima, porque es un amigo suyo o un familiar. Por eso a estas víctimas a veces les cuesta mantener relaciones de confianza. P. ¿Cómo le explicaron a sus hijos qué es el sexo? M. P. El otro día me reí mucho porque le pregunté al pequeño de seis años: "¿Quién es el novio de mamá?" y enseguida él, con una risa muy pícara, me dice: "Papá, papá es el novio de mamá". Hay que enseñarles el cariño, que vean que sus padres se besan, se respetan. Eso es educación sexual, no sólo darles nociones de anatomía genital. P. ¿Han asumido los españoles la homosexualidad? J. I. Queda mucho por hacer a nivel de calle. Sigue habiendo intolerancia, gente poco respetuosa que no se da cuenta del daño que produce. Lo mejor que puede hacer la sociedad con los homosexuales es ser indiferente, igual que con la alopecia. P. ¿Cuáles son los problemas sexuales que más atienden? M. P. Trastornos erectivos, eyaculación precoz y bajo deseo sexual. También dificultades en el orgasmo y vaginismo [problemas en la penetración]. En algunos casos se mezclan los problemas sexuales con las relaciones de pareja por su falta de entendimiento y sus expectativas exageradas de lo que es la relación. Además, vienen mujeres que de pequeñas sufrieron abusos y ahora tienen problemas para mantener relaciones. P. Se ha armado un gran revuelo con la Viagra. J. I. Sí, hasta Alfonso Guerra le ha recomendado Viagra a Aznar. En todo el mundo ha sido un escándalo. En Internet hemos encontrado un listado de chistes sobre la Viagra. El problema es que se confunde la sexualidad con la genitalidad. La gente cree que [la Viagra] es la panacea cuando lo más importante son los sentimientos, no que dure cinco minutos más la erección. P. ¿Les dejará sin clientes? J. I. Un colega me decía que la Viagra reducirá nuestras consultas, al ser fácil de usar. Pero sólo será útil en un limitado porcentaje de pacientes. Puede ser un buen recurso para gente con neuropatías no severas, problemas basculares y dificultades en su respuesta sexual por causas psicológicas, integrándolo en una terapia. Pero en estos casos no servirá si sólo atendemos a la erección y olvidamos la terapia. Nuestra clientela también subirá porque cada vez hay más personas mayores que sienten que su vida sexual se prolonga desde que nacen hasta que mueren. Esta gente se dará cuenta de que el medicamento y la erección que causa no son la única solución. La Viagra no nos quitará la clientela.

"Apostamos por dar tratamiento psicológico a los que abusan sexualmente de los menores"

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