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Los economistas de la energía

Janet Yellen, asesora económica de la Casa Blanca, ha dicho que el 75% de las reducciones de dióxido de carbono se realizarán mediante la compra de derechos a otros países, presumiblemente a Rusia. Esto se debe a que los economistas de la Casa Blanca calculan que la reducción de las emisiones para cumplir el protocolo de Kioto costaría a los Estados Unidos entre uno y 1,8 billones de pesetas al año, por lo menos hasta el año 2008, lo que equivale al 0,1% del producto interior bruto, y repercutiría en un incremento de entre 10.000 y 16.500 pesetas en el recibo de la luz (EL PAÍS, 6 de agosto). Es evidente que los economistas de la Casa Blanca no han considerado que no se está informando a los consumidores de las posibilidades de ahorro que les ofrecen las modernas tecnologías, que se está subvencionando de diversas formas tanto la producción de energía de fuentes no renovables como el consumo de la misma, y que no existe una política que favorezca la inversión en sistemas de ahorro y eficiencia energética. Si se diera una información correcta, tanto a los empresarios como a los consumidores domésticos, facilidades para adquirir tecnologías más eficientes y se permitiera que el ahorro compitiera con el gasto en igualdad de condiciones de mercado, se descubriría, lo que es lógico, que dejar de quemar combustibles fósiles no genera gasto, sino riqueza y que es, precisamente, la quema de combustibles fósiles la responsable del gasto. La prueba de ello la tenemos en que debido a la inversión de Japón en tecnologías eficientes, sus exportaciones han adquirido una ventaja automática del 5% con respecto a las de Estados Unidos, y la brecha se seguirá incrementando y se espera que en el año 2000 llegue al 45%, debido a que el PIB japonés es menos intensivo que el de EE UU, en el consumo de energía. Por lo tanto podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que evitar la contaminación derivada de quemar combustibles fósiles puede lograrse beneficiando al mismo tiempo a la economía del país. Las objeciones de algunos gobiernos que en teoría son partidarios de la economía de mercado se explica, no porque defiendan los intereses de su nación, sino porque protegen los de las compañías petroleras. En todos los países, el potencial de energía que suman la solar, biomasa, geotermal, hidroeléctrica y eólica, es mayor que las reservas de petróleo, gas natural, carbón y uranio. La postura de los EE UU es muy importante porque él sólo emite más del 25% de las emisiones mundiales de gases con efecto invernadero. Más, a pesar de que este país es uno de los más ricos en reservas de energía fósil, la energía renovable disponible equivale a 614.000 BBOE (miles de millones de barriles de petróleo), mientras que los recursos convencionales sólo ofrecen una reserva de 44.000 BBOE. El potencial energético procedente de las energías solar y biomasa es mucho mayor que el de cualquier otra fuente de energía de los Estados Unidos. Con respecto a la forma escogida por EE UU para cumplir el compromiso de Kioto, aunque existe un amplio sector del movimiento ecologista que se opone a estas fórmulas, Los Verdes no las veríamos mal si se condicionaran a que Rusia renunciara al empleo de la energía nuclear y a su adopción de tecnología occidental ya que la soviética no es tan eficiente. También pensamos que Rusia no debería ser el único beneficiario del comercio de derechos de emisiones, sino que se debería dar ocasión a China y la India de beneficiarse del mismo, pues al ser países muy poblados y en una fase del desarrollo crucial para determinar que tipo de tecnología van a usar, es trascendental la posición que adopten. Consideremos, asimismo que la deuda externa de los países sobreexplotados se relaciona estrechamente con su adquisición de tecnología para la producción de energía, por lo que estaría bien que la reducción de las emisiones globales fuera acompañada de la adquisición de fondos adicionales, por parte de estos países, para adquirir tecnología eficiente e iniciar una vía de desarrollo que eluda los problemas creados por el modelo industrial centralizado. Hoy en día, lo atrasado es imitar a una ciudad como Los Ángeles, en su dependencia de los coches y del sistema de autopistas, lo que le acarrea enormes costes económicos y medioambientales; o extender la red eléctrica a una población que dista más de 400 metros, ya que a partir de dicha distancia resulta más rentable la utilización de placas fotovoltaicas y electrodomésticos eficientes. El progreso, en cambio, requiere residir cerca del lugar de trabajo y usar el transporte público en los desplazamientos. Según el Panel Intergubernamental de Científicos para el estudio del Cambio Climático (IPCC), si no se adoptan las medidas pertinentes, las emisiones de dióxido de carbono procedentes del mundo en desarrollo aumentarán del 25 al 50% del total mundial para el año 2025. Sin embargo, muchos de estos países están haciendo un considerable esfuerzo, en proporción mucho mayor que los países ricos. España es la antítesis. Por ejemplo, Túnez concede un préstamo a bajo interés durante siete años para pagar una instalación solar térmica, con la cual se consigue una producción de energía al mes cuyo valor es mayor a lo que hay que pagar de préstamo. Brasil y México están desarrollando un programa para dotar a las viviendas con placas solares térmicas, mediante el cual esperan conseguir que en el año 2025 todas las viviendas dispongan de agua caliente. Otro de los obstáculos que se interponen en el desarrollo de las energías alternativas es que los economistas, a menudo, critican que los ahorros que ofrecen son muy pequeños. Por ejemplo, esta objeción se hace en el caso de la energía solar térmica, sin considerar que EE UU emplea en calentar agua el 6% de la energía primaria que consume. Pero esta actitud va cambiando, ya que la práctica se impone sobre las especulaciones teóricas; así por ejemplo, en Arizona se ha comprobado que la compra de casas con placas solares para calentar agua sale más barata, ya que el coste mensual que incorpora el pago de las placas es menor que el ahorro que producen. Es cierto que esta tecnología no es tan espectacular como la atómica, sin embargo, con mucha menor inversión la eficiencia energética desplaza mucha más cantidad de dióxido de carbono que la nuclear, por lo que esta última no puede considerarse una alternativa a la quema de combustibles fósiles. Esos pequeños ahorros no son despreciables, pues son ellos quienes nos están ofreciendo la posibilidad de liberarnos de la contaminación generada por los combustibles fósiles y sus efectos perversos, ya que además del efecto invernadero provocan problemas de salud, perjudican las cosechas, dañan los bosques..., etc. Pero los economistas seguirán poniendo pegas al desarrollo de las tecnologías eficientes y las energías renovables, porque los técnicos llegan a conclusiones diferentes según quien les paga. Y para este problema aún no hemos encontrado la solución.

Rafael García Perelló es portavoz de Los Verdes.

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