Telefónica
Han sido los internautas quienes han encarnado, al fin, la primera oposición masiva a Telefónica. No es probable que la aplasten con este envite pero Fomento ha cedido con la promesa de "tarifas planas".El próximo agosto se cumplen 75 años desde que la dictadura de Primo de Rivera creó la Compañía y, desde entonces, la corporación ha sostenido el semblante achulado y prepotente. Siempre ha parecido que Telefónica nos hacía un gran favor. Un favor de modernización general pero, ante todo, un favor personal que nos otorgaba de mala gana. Gritábamos para podernos entender a través de líneas defectuosas, sufríamos cortes, interminables esperas en la concesión, tropezábamos con un ejército de teléfonos proclamando el "no funciona", facturas inmisericordes, atropellos, delaciones y tratos desabridos frente a la impotencia para hacer valer nuestros derechos. Hay otros grandes bloques a los que aborrecer, desde el reino imperial de las eléctricas a las totalitarias petroleras. Alrededor del ciudadano español se ha mantenido durante el siglo, noche y día, un acoso de oligarcas que determinaron a su antojo los precios, la calidad de las prestaciones y hasta la calidad humana de los usuarios. En este grupo Telefónica fue la entidad con mayor privilegio para introducirse hasta los entresijos de nuestra intimidad con el fin de sacarnos las tripas. Merecería nuestro rencor por habernos tratado como villanos, merecería nuestro despecho por estropear nuestras ciudades con sus infames tendidos y diseños. Sería coherente, en correspondencia, serle infiel ahora cuando brotan competidores por los entornos. Con la subversión de los internautas se cumple el primer desquite, pero no tardará el día en que la Compañía deba suplicar para vernos prendidos a sus redes tras haber sido nosotros quienes le hemos cortado el hilo.
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