Bailar entre trenes y famosos
A las doce de la noche, las aceras de la Ronda de Atocha están casi vacías, y eso que estamos a viernes y el calor de agosto no acaba de bajar. Las estrellas brillan en el cielo despejado, es luna nueva. En la esquina de Atocha con la avenida Ciudad de Barcelona, tres chicas preguntan a un señor de unos 70 años cómo llegar a la Vieja Estación. "¿La Vieja Estación?", repite este jubilado, que pasea a su perro. "¿Qué vais a hacer en la estación a estas horas?", les pregunta el hombre. "¡A bailar!", le contesta una de ellas. Estas tres chicas saben muy bien a lo que van. La semana pasada, unos amigos les contaron que en esta macroterraza y discoteca vieron en carne y hueso al actor Bruce Willis (Armageddon). "Nosotras también queremos ver a un famoso", explican a coro estas tres lolitas de traje corto.Y es que La Vieja Estación no es una discoteca cualquiera. Ubicada detrás de los despachos del AVE, en la estación Puerta de Atocha, el local lleva muy bien su nombre. La Renfe dejó tres antiguos vagones en el solar para que guardara un sabor ferroviario. La idea fue del dueño de este local, propietario también de la cercana discoteca Kapital. "Una idea loca y a la vez genial", opina el encargado, Miguel Ángel Morales Sánchez, quien asegura que La Vieja Estación se ha puesto muy de moda. "Tan de moda, que muchos famosos vienen aquí a trasnochar", confirma, y aventura que esa noche están esperando a Agustín Bravo, ex presentador del Telecupón. La gente anónima, pero "bonita", según Morales, viene en grupo, tiene entre 25 y 45 años y es de clase social media-alta.
En esta discoteca, nacida entre andenes hace cinco veranos, no hay necesidad de aire acondicionado, pues todo funciona al raso, menos el karaoke y el chill out -dos espacios localizados en antiguos almacenes de la Renfe-. "En el chill out se puede bailar y tomar una copa", explica Morales, que se enorgullece de poner a disposición de la clientela ocho barras, dos pistas de baile, un restaurante argentino, un karaoke y, sobre todo, una zona reservada a las personas "muy importantes". "Zona VIP", afirma muy seguro.
Ante la zona VIP, un guardia controla a quien pretende entrar. "¿Dónde está Agustín?", cuchichea una chica a su amiga. Ante los ojos amenazantes del guardián, ambas se alejan. Cuentan que ya han visto aquí a la cantante Rosario, la modelo Valeria Mazza y al bailarín Joaquín Cortés. Cada semana vienen con amigos a pasárselo bien y aprovechan para divisar famosos.
A unos cuatro metros del espacio reservado a las personas "muy importantes", dos chicos sedientos quieren beber uno de los cócteles exóticos que se preparan en esta barra, como mojitos o daiquiris. "Tenéis que ir a comprar unos tickets enfrente", les informa la camarera. Uno de los jóvenes le contesta, irónico: "Aquí es peor que en la Administración, siempre hay que correr detrás de los tickets".
Desde uno de los dos antiguos almacenes de la Renfe, se escapa el sonido melodioso de unas voces femeninas. Tres mozas, encaramadas en una pasarela alta, han empezado a cantar con micrófonos una de las 600 canciones en español que ofrece el karaoke. "Esta canción se llama Bailar pegados", asegura Maite, la encargada del karaoke. Mientras tanto, dos mozos con los ojos fuera de las órbitas admiran a las tres improvisadas estrellas. "Aquí, muchos cantan para ligar", cuenta Maite. Afuera, la fiesta está en su apogeo. Son las dos de la mañana. En la pista de baile, unos grupos se contonean al ritmo de la música electrónica. Otros se quedan sentados y beben a sorbitos un whisky o una copa de champán, mientras otros esperan impacientes a que llegue el famoso Agustín Bravo.
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