El hormigueo de la fiesta La playa de la Calita acoge en las madrugadas la avalancha de unos 20.000 jóvenes
Es el ritual de la madrugada y casi del amanecer. En la mayor concentración de jóvenes de la Bahía de Cádiz el desfile de coches, motos y personas parece no tener fin. Como si de una peregrinación se tratase, casi 20.000 jóvenes de edades comprendidas entre los 18 y los 30 años, según los cálculos de la policía local, deciden buscar el epílogo de sus noches de verano en un enclave que parece tener cabida para todos, como una hucha que nunca termina de saciar su contenido. La marcha humana, con perfil casi castrense, está organizada, y todos buscan a su rey o reina particular aunque con una premisa común: la diversión. En sus intentos de triunfo estarán rodeados de dos alfiles conocidos y degustados de diferente forma, el alcohol y el sexo contrario. La música y las luces serán peones que se duplicarán a cada momento en un tablero que se levanta sobre la arena de una playa artificial que dejó su nasciturus con la apertura del puerto deportivo de Puerto Sherry en El Puerto de Santa María. En la corte de la faraona verborrea, el ojo asumirá su cuota de protagonismo avistando con su pupila, adecuada a la noche, los detalles que son difíciles de reproducir con el testigo sol por delante. "Las fotografías que ves aquí son increíbles", comenta Nacho, un joven madrileño que, de veraneo en El Puerto, asegura que nunca en la capital de España vio un culto nocturno de tales dimensiones. Entre los aspectos que no pasan desapercibidos y han extendido la fama de este lugar está el baile de los chicos o chicas go-go, que ligeritos de ropa, moverán la figura en turnos hasta que aparezcan los primeros rayos del sol. El horizonte se plaga de una marea uniforme de siluetas que mimetizan los movimientos que marcan estos animadores esculturales al ritmo de la música dance más pujante. En una población donde los problemas de la movida juvenil en el interior del casco urbano son un dolor de cabeza constante para el Ayuntamiento, los rectores municipales no ocultan su satisfacción porque la plaga de la noche arrastre todos y cada uno de sus tentáculos a La Calita, alejada unos dos kilómetros del enclave residencial más cercano. Excursiones de Sevilla Las secuelas que ocasiona la movida juvenil desaparecen cuando las agujas del reloj marcan las 3 o las 4 de la madrugada. Empieza una marcha que no sabrá de distinciones y que acogerá a grupos completos de excursiones que se organizan desde Sevilla sólo para las madrugadas de los fines de semana. "Estamos ante un fenómeno que no tiene límites y que lejos de molestar facilita el descanso de la población a partir de esa hora desplazándose a un escenario que difícilmente pudiéramos haber imaginado e impuesto a los jóvenes", asegura Hernán Díaz Cortés, alcalde de la localidad, que, con todo, advierte del gasto excesivo al que tienen que hacer frente las arcas municipales para los gastos de limpieza de la zona. La Meca portuense de la noche y las emociones fuertes completa así el preámbulo de las innumerables historias del tubo o la jarra, gracias a la ardua labor de un buen puñado de camareros de barra que no dan a vasto con las sedientas gargantas, pese a los sudores y esfuerzos que emplean por abastecer el avituallamiento de aquellos que desean evitar una pájara inoportuna. Con el amanecer servido, llegarán todavía algunos rezagados perdidos y comenzará poco a poco el desfile de vuelta, ya sin orden, de cientos de vehículos con rumbo diverso. La cama les espera ante la llamada del sueño. Algunos aprovecharán los primeros rayos del sol para, tendidos en la arena o apoyados en las rocas, ensalzar sus espíritus románticos junto al que por unos momentos es el amor de su vida. Los más fríos y calculadores sacarán el máximo provecho de sus conquistas entre arbustos y pinares. La especie se completarán con aquellos que duermen la pava sobre la arena rendidos ante los efectos del indiscriminado consumo de bebida y con aquellos otros que, en busca todavía de aventura, convierten su ropa interior en improvisado traje de baño y se dan el primer chapuzón del día. Así con el paso de los minutos, y la recogida de los chiringuitos y la limpieza de las primeras patrullas municipales de playa, la imagen irá transformándose paulatinamente. Las sombrillas del dominguero irán sembrando de colorines una playa que no se toma descanso durante la temporada estival. El culto al ocio de bañistas y noctámbulos así lo impone. "La Calita al poder", reivindica el farolillo rojo ante la mirada perpleja de una familia que nevera en mano se le cruza en el camino.
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