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Tribuna:MUSEO DEL CARNAVAL EN CADIZ
Tribuna
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¿El genio en la botella?

Siempre he pensado que la vitalidad del Carnaval de Cádiz, su genio, era difícil, dificilísimo, meterlo en la botella de un museo. No es infrecuente oír en la ciudad opiniones que, defendiendo radicalmente la vitalidad del Carnaval en la calle, menosprecian al Carnaval encerrado en los teatros. Opiniones que les llevan a no participar en el concurso e incluso a criticarlo. Sin embargo, es curioso, al menos a mí me lo parece, que habiendo intelectuales y artistas que desde hace décadas vienen criticando la existencia de los museos artísticos, por lo que éstos tienen de memento mori, de fijación en el tiempo de lo que esencialmente fluye -en la línea, por ejemplo, de lo que algunos han comentado recientemente sobre el contenido del Guggenheim bilbaíno-, aquí en Cádiz no se manifiesten opiniones en esa línea. Ciertamente, los museos artísticos, aún con su tradición histórica y valor cultural generalmente aceptado de sus contenidos, tienen un componente de panteón que, más allá de la reflexión, surge como un gusano en la sensibilidad de las personas que los visitan. Un componente tozudo, contra el que tienen que estar peleando constantemente los técnicos que de ellos se ocupan; si no para eliminarlo, sí para compensarlo con la vitalidad de las exposiciones, las actividades culturales y didácticas y la renovación casi constante. Quizás sea la precipitación del juicio lo que haga pensar a algunos que "el arte que se echa", "lo bonito que es", "lo que alegra el espíritu", "el ingenio que se muestra"... es tanto en los Carnavales de Cádiz, que no se debería perder y, además de guardarse, convendría que se mostrara de forma permanente. Sin pensar demasiado que a todo eso, que es cierto, tendrá que restársele la vida o, si no se quiere ser categórico, gran parte de la vida. Por lo que se verán obligados a abandonar su entusiasta posición inicial y replantearse la cuestión, centrándose exclusivamente en los objetos que quedaran para su almacenamiento. Unos elementos materiales que no se apartarán de los demás objetos para "salvarlos de la quema", como ocurre en Valencia, sino que quedarán bastante "quemados", por el daño que en ellos cause la desposesión de la vivencia. Históricamente, los Carnavales que actualmente conocemos no provienen de la burguesía, sino de las clases populares gaditanas. Unos carnavales en los que año tras año y década tras década, muchas personas fueron creando buenas agrupaciones, simpáticos disfraces y magníficas coplas. Pero tras de sí, por sus escasísimas posibilidades económicas, todo esto sólo fue dejando pobres vestimentas y pitos de caña. Una situación que, con el cambio general de la sociedad, sólo hace pocos años que se ha ido modificando. Hasta la arquitectura, el componente más sólido de los carnavales, es arquitectura efímera, pensada y realizada para desaparecer con el eco de las coplas. ¿Cómo invertir la ecuación y rescatar, de alguna manera, lo que aquellas personas fueron capaces de crear con estos vestigios? No sólo es difícil la respuesta, sino que se está ante el riesgo, de que si la contemplación de estos objetos no va acompañada de un conocimiento suficiente, la simplicidad de los objetos degrade la valiosa obra inmaterial de la que formaron parte. Estimo que sería conveniente hacer -tarea posiblemente más difícil, para cuantos más metidos están y más saben de todo esto- un ejercicio de distanciamiento y pensar, por ejemplo, que en este primer nivel de aproximación no debería hablarse de la creatividad, el arte o el ingenio de las coplas del Carnaval, sino de algunos disquetes de ordenador, en los que se recojan todos los libretos de los últimos cien años del Carnaval de Cádiz. Todo lo cual quizás nos lleve a fijar nuestra atención sobre el concepto museo, a reflexionar qué se entiende por tal y, tal vez, a pensar si es el término más adecuado para lo que se pretende. Otras cosas serían la dedicación de un inmueble -con la denominación que se considerase más adecuada- a concentrar la enorme actividad viva, pre carnavalesca, del acontecimiento anual, o el intento de reconvertir las actuaciones de las agrupaciones carnavalescas en una modalidad de espectáculo permanente (aunque como el acontecimiento se define por su señalamiento temporal, los expertos tendrán que aquilatar cuidadosamente en qué medida su extensión temporal no implica su disolución). Creo que puede ser muy interesante que en Cádiz haya un centro dedicado al Carnaval pero, dadas sus peculiaridades, debería contarse previamente con un buen proyecto elaborado por profesionales en la materia y ampliamente consensuado, que minimizara el riesgo político populista, de ir rápida y torpemente a la creación de... una botella.

Rafael Garófano es profesor de Filosofía y ex Delegado Provincial de Cultura de la Junta.

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