Ultramarino: Los abandonó la colonia
ILUSTRACIÓN: ALFREDOLa palabra ultramarino se está viendo acosada por las denominadas grandes superficies: la economía de mercado como antesala de la economía de hipermercado; y sufre el acoso minimalista del todo a cien, réplica doméstica al país de las maravillas cuando entró Francis Fukuyama y expulsó a Alicia por subversiva. Ultramarinos eran Elcano o Magallanes; marinos ultras fueron Pita da Veiga o el golpista Menéndez. Pero el ultramarino es una suerte de marinero en tierra de Alberti envuelto en aromas de especia. Perdidas las colonias, el triste colofón sería la pérdida de estos establecimientos de coloniales que abundan en Sevilla y Cádiz, las dos ciudades que tuvieron el monopolio del comercio con Indias. Esta economía de aventureros que hacían las Américas para no salir de Andalucía generó curiosos vocablos. Chicuco es en Cádiz el dueño o empleado de un almacén de ultramarinos. Chicuca es su alcaldesa, Teófila Martínez, santanderina de la capital que se casó con uno de la provincia, Santiago Cobo, dueño en El Puerto de Santa María del hotel Los Jándalos. Probó fortuna como hotelero en Venezuela. Su local dispone de un vehículo, el Jandalito, que transporta a sus clientes a la playa, a jugar al golf o Puerto Sherry. Los santanderinos bajaron a Andalucía en las oleadas repobladoras. De allí proceden políticos señeros como Alejandro Rojas-Marcos o Felipe González. Luis Cernuda retrataba en su libro Ocnos a estos gallegos ("denominación gremial y no geográfica") estacionados junto a las tiendas de la plaza del Pan en su pluriempleo: cosarios, mozos, estibadores, costaleros en Semana Santa. La academia hace una discutible definición de la palabra jándalo, que se podría traducir por andaluces del Norte. Un jándalo en Cádiz. Así tituló uno de sus libros Gerardo Diego, el montañés del 27, que compartió con Borges los honores del premio Cervantes. Cernuda era de esa quinta. Se fue al exilio y en su casa natal de Sevilla se estableció un tendero asturiano. Otro jándalo, la más sutil de las invasiones.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.