Quevedo
Querido Francisco de Quevedo y Villegas: Me llamo Marcos, tengo 27 años y soy cámara de televisión. Nací en Madrid, como usted, pero soy menos dado a andar de la ceca a la meca. Usted es nómada; yo, sedentario del Foro. Mi profesión, en cambio, me obliga a viajar constantemente, cosa que solivianta mis potencias. En esta ocasión le escribo desde León. Estamos realizando un reportaje sobre las Rutas de Quevedo para el canal Viajar, de Canal Satélite Digital.
Hasta ahí, todo en orden, porque un servidor es muy dormilón y aficionado a los Sueños. Lo malo es que el director del programa es un dictador sin escrúpulos que nos masacra a mí, a mi ayudante y a la jefa de producción. Además, el plumilla en cuestión tiene un morro que se lo pisa, el mamón. Con la disculpa de Quevedo se está poniendo las botas: vino del Bierzo, ancas de rana, mollejas, callos, botillo, cecina, nicanores de Boñar, imperiales de La Bañeza y orujo de Los Ancares. Camela a los lugareños diciéndoles que Madrid es una ciudad impresentable donde todo el mundo va como geisha por arrozal. "León, en cambio, es un paraíso -dice el muy jeta- donde el riguroso clima carece de relevancia si se dispone de aguardiente y guindillas". Ayer no pude resistir más, le reproché su cinismo y, ya montado en cólera, le dije que era un cerdo. Sin inmutarse, me contestó: "Yo era un cerdo, pero me curé. Ahora soy un jamón de pata negra". A continuación se fue de vinos con el escritor Antonio Pereira, creador de los Cuentos eróticos diocesanos, y ambos nos obligaron a seguirles como perrillos.
Don Francisco, madrileño mío, estoy hasta más abajo del ombligo y ansío volver a Madrid, donde residen mi corazón y mi novia. El plumilla es rijoso y se solaza como un marrano con diversas nativas. Le he llamado la atención, pero el muy cazurro replicó: "Polvo será, señor, mas polvo enamorado".
Cuando llegue a Madrid me voy a hundir como un animal, no ya en polvo, sino en un barrizal.
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