Una española presa en Pakistán que padece sida solicita su repatriación
Hace sólo una semana que Xiomara de Armas Trujilla, una canaria de 30 años, sabe que es una enferma de sida. Hasta que recibió el resultado de los análisis que se le practicaron pensaba que el mal estado físico en que se encontraba era consecuencia de la penosa situación que vive en la cárcel de Karachi (Pakistán), donde lleva presa desde agosto del año pasado. Ahora es consciente de que su muerte está cerca y quiere volver a España a pasar el final de su enfermedad con los suyos. El cónsul español en Islamabad, Antonio Javier Romera, ha comenzado las gestiones para solicitar a las autoridades pakistaníes su repatriación, tras conocer el estado físico en que se encuentra. Además, ayer mismo, el senador socialista Ignacio Díez, envió una carta al ministro de Asuntos Exteriores Abel Matutes en la que, en nombre de la familia de Xiomara, le pide que "haga las gestiones oportunas para procurar que sean aplicadas medidas de gracia especiales en esta situación".
Xiomara de Armas fue detenida el verano pasado junto a otra amiga. Está acusada de dos delitos relacionados con la posesión de estupefacientes. Ya ha cumplido la pena que le correspondía por el primero de ellos: ocho meses. Pero aún tiene pendiente el juicio por el segundo. Hoy comienza esta causa. Mientras no exista una sentencia firme por este segundo delito, sus abogados no pueden solicitar una medida de gracia. Por eso, para conseguir que se acepte su repatriación urgente, no le queda más que la vía diplomática.
Situación infrahumana
El caso de Xiomara es el que viven muchos otros españoles encarcelados en prisiones de otros países -existen 1.350 en todo el mundo-, especialmente en las cárceles de Suramérica, Asia y África. Además de estar privados de libertad, la situación que padecen en los penales es infrahumana: la higiene brilla por su ausencia, están mal alimentados y los malos tratos son habituales. A ello se añade a menudo la falta de contacto con sus familias e incluso la dilación de los procesos judiciales. Sin embargo, Xiomara ha tenido más suerte que otros. Para su defensa, ella y su amiga consiguieron contactar con un abogado español afincado en Karachi. Se libraron así de otro problema habitual entre los presos en el extranjero: la picaresca de los abogados que intentan sacar el máximo dinero posible de sus procesos. Tienen un abogado con el que hablar en su propio idioma. Todo ello fue posible gracias a que su familia solicitó ayuda al abogado catalán Eduardo Vicente, quien ha hecho una cuestión personal de la defensa de los presos en el extranjero. "La situación de Xiomara es grave, porque en este momento de su enfermedad le bajan las defensas", explicaba ayer. Y ello se agudiza con las condiciones del lugar donde vive. La repatriación quizás no cure a Xiomara, pero evitará un mayor sufrimiento.
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