El Vaticano admite haber analizado el cráneo de un papa muerto misteriosamente
Un clavo en la cabeza de Celestino V sugiere que pudo ser asesinado en 1296
La Iglesia Católica admitió ayer haber analizado con escáner en 1988 el cadáver del papa Celestino V, muerto misteriosamente en 1296. En el cráneo se detectó un clavo, lo que apoya la sospecha de que el pontífice, partidiario de que la Santa Sede adoptara un estilo de vida pobre, pudo ser asesinado. El reconocimiento del Vaticano contrasta con la actitud mantenida a la muerte en 1978 de Juan Pablo I días después de ser elegido, cuando la autoridad eclesiástica se negó a realizar la autopsia al cadáver, lo que alimentó la hipótesis de un presunto envenenamiento.
La postura oficial de la Iglesia sobre la muerte de Celestino V había sido, hasta ahora, afirmar que se debió a causas naturales. Ayer, después de que el pasado miércoles el Ayuntamiento de Aquila (en el centro de Italia) exigiera que el Vaticano reconociese haber examinado los restos mortales con escáner, el arzobispo de esa ciudad, Mario Peresin, confirmó la investigación, aunque aseguró que los clichés y el disquete se habían perdido. El pasado martes el sacerdote Quirino Salomone, presidente del Centro Celestino de Aquila y antiguo rector de la basílica de Collemaggio -donde reposa ese pontífice, muerto a los 79 años-, anunció la próxima publicación de un libro sobre los resultados del análisis realizado con escáner. Tal anunció levantó las sospechas sobre la existencia de la investigación.
El comunicado del arzobispo emitido ayer -también firmado por el padre Salomone- elogia las posibilidades de la técnica moderna, lo cual permite a los expertos en los usos del Vaticano intuir que las investigaciones siguen abiertas.
El hallazgo más polémico ha sido el de un clavo de plomo en el cráneo de Celestino V. Ello reaviva la sospecha de numerosos historiadores de que el papa falleció de muerte violenta, aunque no falta otra escuela que sugiere que el clavo pudo ser introducido en el cadáver para arrojar dudas sobre su sucesor, Bonifacio VIII.
Bonifacio VIII encarceló a Celestino V en la fortaleza pontificia de Fumone, a unos 80 kilómetros de Roma, a los seis meses de haber sido elegido papa. Celestino V no quería acceder al pontificado, vacante desde hacía 27 meses por luchas partidiarias.
De hecho, hasta entonces había sido sólo el fraile benedictino Pietro del Morrone, que vivía como ermitaño en una cueva al frente de la orden de los Pobres Eremitas del Morrone, que aspiraban a restaurar el ideal ascético benedictino. Cuenta la leyenda que el padre Pietro quiso echar a correr cuando tuvo que recibir, "con hirsuta barba", al cardenal Colonna y otros altos dignatarios, que se postraron ante él para comunicarle que le habían elegido papa.
Ya como Celestino siguió reivindicando la pobreza cristiana para la Iglesia. El cardenal Caetani -futuro Bonifacio VIII- no se opuso a que abdicara. La ceremonia de renuncia consistió en despojarse de los atavíos papales y volver al hábito, pronunciando el lema: "Fit monachus qui Pontifex fuit".
Celestino V, conocido como el Papa ermitaño o del Gran Rechazo, fue canonizado en 1313.
El reconocimiento por parte de la Iglesia de que en 1988 ordenó examinar con escáner los restos de Celestino V contrasta con la actitud mantenida por el Vaticano respecto a la muerte en 1978 de Juan Pablo I, sucesor de Pablo VI. Juan Pablo I, ex cardenal Luciani, apenas fue papa un mes.
La versión oficial atribuyó el fallecimiento a un infarto agudo de miocardio e informó de que quien encontró el cadáver en su lecho fue el secretario particular del pontífice, el obispo John Magee. Sin embargo, en 1988, éste obispo irlandés lo negó y aseguró que la primera persona que vio muerto a Juan Pablo I fue una religiosa que todas las mañanas le llevaba el café a su despacho y no al dormitorio.
Ya en 1987 un debate en la RAI evidenció que circulaban otras hipótesis sobre el fallecimiento, entre las que no faltaba el veneno o la ingestión de un potente fármaco contraindicado para personas con tensión baja, caso de Luciani. La Santa Sede, no obstante, rechazó que se hubiera practicado la autopsia al cadáver.
El teólogo Gianni Gennari, amigo personal de Luciani, achacó esa negativa vaticana a "estupidez"y a "esa maldita costumbre de no querer nunca informar sobre los hechos". En 1993 salieron a la luz unas revelaciones de Gennari sobre que a las pocas horas de morir se retiraron del cadáver las vísceras, aspecto que sólo podría confirmar la exhumación del cuerpo o la apertura de archivos secretos.
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