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VILLENA

Ruta de almenas y troneras

Los castillos musulmanes de la cuenca del río Vinalopó, que se inicia en Villena, presentan algunos rasgos comunes por corresponder al gusto de la misma época. Su recinto amurallado no es muy grande, están situados sobre una espectacular colina que domina el llano, y poseen unas monumentales torres centrales de base cuadrada con varias plantas en su interior. Entre estas fortalezas era posible comunicarse visualmente y transmitir los mensajes oportunos para advertir de la inminente presencia de peligros externos. Durante la Edad Media la posición privilegiada de esta frontera de castillos consolidó su importancia estratégica. Cuando se generalizó el uso de la pólvora fue el momento de incorporarles troneras, aberturas que sirven para disparar con arcabuces, diseñadas con una característica forma circular rematada por una cruz. Del medio millar de fortalezas que tiene la Comunidad Valenciana, aquí en el Valle del Vinalopó encontramos las que mejor defienden el llano. Crecieron en una época de permanentes pulsos y de incursiones fronterizas. Hoy, remozados y rehabilitados, se adaptan a los tiempos modernos como símbolos de un pasado medieval. Desde el interior de estos recintos de piedra, vacíos y oscuros, contemplar el horizonte a través de las rejas continua siendo un goce para los sentidos. A once kilómetros de Villena, siguiendo el trazado de la carretera nacional 330, llegamos al Castillo de Piedra de Sax. Situado a unos 500 metros sobre el nivel del mar ofrece una imagen inconfundible al levantarse sobre unos peñascos de difícil acceso. Las rocas parecen darle peso. Le sujetaron firmemente a tierra para evitar que siguiera creciendo y despegara hacia lo alto. El castillo evoca a un monumental nido de águilas revestido de piedras y cemento. Sax siempre dependió del marquesado de Villena. Por eso en su término municipal el carácter árido de las tierras de Villena y los colores ocres tienen una digna continuidad. Y por descontado el paisaje de vides acompaña fielmente al viajero. El castillo de Sax se compone de dos grandes torres cúbicas unidas por lienzos de murallas almenadas. Una de las torres es de construcción posiblemente romana, al menos en sus cimientos, y la otra, la más grande, situada a unos 40 metros, procede del tiempo de los árabes y recibe la consideración de torre del homenaje. Entre ambas torres se puede ver un aljibe cubierto con bóveda de medio cañón. En el interior de la torre grande una sorprendente escalera con bóveda de arcos ojivales permite ascender a los pisos superiores. Desde la amplia terraza se domina el curso del río y los picos característicos de las sierras que flanquean el valle. Al aproximarnos a la conurbación que forman las populosas ciudades de Elda y Petrer, destino inevitable para el viajero que busque un buen calzado, se distingue sobre el horizonte urbano la restaurada silueta del castillo de Petrer, situado unos 640 metros sobre el nivel del mar. Al entrar en Elda y Petrer abandonamos el carácter medieval que todavía pervivía en las poblaciones visitadas hasta ahora, porque estas dos ciudades, divididas exclusivamente por la frontera simbólica de una calle, crecieron desmesuradamente con la implantación de fábricas y ferias del calzado. Este despegue urbano modificó su identidad, y promovió un urbanismo de nueva planta que poca relación mantiene con la existencia de un castillo en ruinas en Elda y de una flamante fortaleza, restaurada recientemente, en Petrer. Villena y Sax por el contrario son ciudades que saltaron las murallas del castillo para poder comenzar a vivir de manera autónoma y libre. El castillo de Petrer se sitúa en un montículo al este de la ciudad. Su amplia muralla exterior de nueve lados está rematada por una vistosa línea de almenas. Su muro de acceso, formado por dos lienzos de tapial separados por un torreón central, tiene unos cubos en los extremos. En el interior llama poderosamente la atención del visitante la solidez de la gran torre cuadrada con dos pisos.

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Tesoro de tiempo inmemorial

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