Cangrejeras
La costa alicantina no ofrece muchos lugares en los cantos rodados hagan que caminar descalzo sea una prueba para faquires. Así, las cangrejeras que tantos berrinches costaban de pequeños se convierten en una bendición para los pies y la orilla se convierte en una pasarela de moda para las extremidades inferiores. Los más clásicos prefieren recordar las rozaduras de su infancia y eligen el modelo de siempre, con aquel tono marronáceo, el cierre metalizado y la ventaja de no perderse entre el oleaje. Los demás las prefieren de plástico, en colores fuertes y con un anagrama de la marca que hasta los miopes puedan leerlo a distancia.
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