La policía de Marruecos incrementa la vigilancia a lo largo de la frontera con Melilla
Lo policía marroquí ha multiplicado la vigilancia en las faldas del monte Gurugú, donde decenas -o tal vez cientos- de subsaharianos están concentrados en espera del momento propicio para saltar la frontera hacia España. La policía ha practicado detenciones, pero su presencia en la zona está alimentando la tensión entre la población de ambos lados de la frontera hispano-marroquí. La situación de los subsaharianos es tan desesperada -no tienen alimentos ni medios de subsistencia- que se ven obligados a robar en los pequeños huertos de la zona, según los vecinos.
Verlos no se les ve. Ni se sabe cuántos son. Pero en las faldas del monte Gurugú hay decenas, puede que cientos, de subsaharianos esperando el momento propicio para saltar la alambrada que separa a Marruecos de España, de la Unión Europea (UE) . Los marroquíes que viven cerca de la alambrada fronteriza gesticulan con irritación cada vez que se les habla de los subsaharianos. "Hace meses eran decenas, ahora son centenares", asegura Hammed, el dueño de una modesta tienda de ultramarinos a apenas 10 metros de la frontera con España."Los jefes ahora no duermen", asegura, poniéndose dos dedos en el hombro a modo de galón. Según los vecinos de la zona, la vigilancia de la policía marroquí se ha multiplicado en los últimos meses. Hace apenas 40 días apresaron a más de 150 subsaharianos en las laderas del monte Gurugú. Esto tan sólo en una redada, pero, según aseguran algunos policías, quedan muchos más.
La situación de los subsaharianos en territorio marroquí es dramática. Escondidos en la espesura de los pinares del Gurugú, suelen esperar la llegada de la noche para bajar en grupos a llevarse lo que pueden de los huertos, ya pobres de por sí, de los alrededores. Éste es uno de los motivos que ha acelerado el crecimiento de la hostilidad hacia ellos en los pueblos que circundan la frontera.
Hace algunos años, el monte fue repoblado con monos. Los turistas iban a darles de comer y los vecinos aseguran que había cientos correteando entre los pinos y cruzando la carretera frente a los coches. Incluso, llegaron a bajar hasta Melilla en la época en la que la sequía les dejó sin comida. Ahora no se ve ningún simio y los marroquíes culpan a los subsaharianos de su desaparición. Sospechan que se los comieron.
"Me comieron un perro"
En las faldas de este monte han llegado a sobrevivir miles de personas sin nada que llevarse a la boca. "A mí me comieron hasta un perro", asegura un viejo con chilaba y gorro blanco, mientras toma un té a escasos metros del puesto fronterizo de Beni Enzar.La tensión crece por momentos y los marroquíes que viven cerca de la frontera sostienen que la construcción del nuevo centro de acogida de inmigrantes en Farhana, ya en suelo español, no será más que un imán para los inmigrantes ilegales de países como Ghana, Nigeria, Mali, Senegal y otros, que aspiran a entrar en Europa.
Las vías de entrada, de manera ilegal por supuesto, en territorio español varían según avanza la construcción de una nueva valla doble. En junio pasado, más de una treintena de subsaharianos penetró en tropel y con gran violencia en Melilla a través de Rostrogordo.
Ahora ahí se levanta la nueva valla de cuatro metros de altura y varios metros de separación entre una y otra. Por eso, unos 40 lo intentaron el pasado martes por el barrio chino de Melilla, donde la frontera está delimitada por una espiral de alambre de poca altura y bastante maltrecha en muchos tramos.
Sin duda, el avance de la nueva valla es un verdadero acicate para los subsaharianos que malviven en el Gurugú, desde donde observan una Melilla de aspecto occidental y prometedor, y en los días claros pueden llegar a ver hasta el continente europeo.
La Delegación del Gobierno en Melilla se congratula de la relación con Marruecos en materia de lucha contra la inmigración ilegal. Ayer mismo insistía en las bondades de la cooperación mutua.
Desde ambas administraciones se insiste en que el problema se limita ahora a los subsaharianos y argelinos, mientras que la inmigración ilegal de marroquíes hacia España, aún intensa y constante, queda enmascarada con esta publicitada amistad. Pero la mayoría de los que intentan cruzar el Estrecho en las frágiles pateras son marroquíes.
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