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La montaña se encuentra al límite

El autor, para frenar el deterioro de la zona, se opone a la construcción de un restaurante a gran altura y nuevos telesillas.

La sierra de Guadarrama, tan próxima a Madrid y a Segovia, fue desde época temprana un espacio valioso para el excursionismo cultural, por ofrecer un paisaje muy diferente de las llanuras castellanas y manchegas. Los alrededores de El Escorial, Cercedilla, Navacerrada, etcétera, fueron localidades típicas de investigaciones y hallazgos geológicos, biológicos y culturales que tienen hoy interés histórico en la propia Unión Europea. Desde los años cincuenta, el desarrollo ha presionado aquí constantemente, dado su atractivo comercial, para instalar hoteles, segundas residencias y para la práctica deportiva. El empuje inmobiliario fue notable a comienzos de los setenta, pero la renacida sensibilidad española por la naturaleza contó con la ayuda de una economía entonces poco boyante y pudo desviar parte de aquellas apetencias defendiendo otras formas de desarrollo de la sierra. A principios de 1993, una empresa promotora de deportes de montaña publicó un libro, Una estrategia de ecodesarrollo para la sierra de Guadarrama, presentado por el consejero de Cultura y con un prólogo del mismo presidente Leguina. El primero quería orientar la acción del Gobierno autónomo en la sierra de acuerdo con las actividades que el proyecto preveía. Sin embargo, tal programa consistía sólo, básicamente, en desarrollar el esquí y en la construcción de más edificios e infraestructuras.

Francisco Díaz Pineda es catedrático de Ecología de la Complutense

Presidente de WWF España (Adena) y de la Comisión Rectora del Centro de Investigaciones Ambientales González Bernáldez de la Comunidad y de la Sociedad de Amigos de la Sierra de Guadarrama

Aunque muy pocos de los dos millones de esquiadores españoles encontrarían en el Guadarrama un espacio climáticamente posible para la práctica de su deporte, mediante este proyecto quería darse positiva respuesta a los deseos de, tal vez, muchos aficionados madrileños. La intención no era mala. De hecho, años atrás, algunos promotores del proyecto fueron comprometidos conservacionistas valientemente opuestos a las ambiciosas actuaciones urbanísticas previstas a considerables altitudes de la montaña. Tan decidida postura merecerá siempre todo respeto.

La solución que ofrecía el desarrollo del esquí fue muy criticada en diferentes foros, incluido el parlamentario. Además, el citado proyecto de ecodesarrollo consideraba con detalle extremo las características de las edificaciones, casi a falta de describir el modelo de grifos de los aseos, las de un aparcamiento subterráneo, a 1.800 metros de altitud .y aspectos de este estilo. Los objetivos a que el propio título de la estrategia aludía debieron que dar apartados hasta un momento posterior, ya que no constaban en ninguna parte del proyecto que el Gobierno autónomo apoyaba. La buena intención, enfrentada a la esclavitud de la naturaleza impuesta por antiguas concepciones urbanísticas, venía a sustituirla sólo por una jornada laboral de sol a sol.

Pero, al margen del interés de cualquier empresario, los objetivos de desarrollo cortos de vista, cuando no la ignorancia del interés y potencialidad de la montaña, están haciendo desaparecer rápidamente los valores naturales del Guadarrama. La sensibilidad ambiental de muchos ediles de las conurbaciones que asedian esta sierra parece nula y no hay gobernante estatal, autonómico o municipal con conciencia y valentía para parar el desastre. ¿Qué técnicos les asesoran? Hay municipios de la zona que esperan los beneficios de las licencias de edificación para hacer frente al pago de sus deudas, Adonde conduce semejante idea de desarrollo? La prensa comenta la oposición ecologista a la construcción de un restaurante y un nuevo telesilla a gran altitud, su apoyo por la viceconsejera de Medio Ambiente y la denuncia de ésta por el fiscal de Medio Ambiente. La discusión se centra en la ridiculez de considerar si las obras están dentro o fuera de los límites del Parque Natural de la Cuenca del Manzanares. ¿Qué importan estos límites? ¿Es que fuera de ellos la montaña sí tiene capacidad para acoger es tas nuevas obras? ¿Quién asesora a la viceconsejera? Las características naturales de la sierra, la belleza de sus bosques y raros céspedes de altura, su utilidad pedagógica y de introducción a la naturaleza a diferentes colectivos sociales y la cercanía a la aglomeración madrileña exigen cuidado y sensatez en la ordenación del territorio. La madera de sus árboles y la hierba de los pastos constituyen un patrimonio económico importante. Pero son, además, un importante reservorio de carbono, un papel no despreciable en el controvertido cambio climático; son esenciales en la formación de suelo en las cabeceras de cuenca; excelentes embalses y responsables de la lenta circulación del agua de lluvia laderas abajo. Los políticos no deberían hablar tanto de ahorro de agua en los recurrentes episodios de nuestra nacional pertinaz sequía sin defender antes la conservación de los suelos de montaña.

La potencialidad de la montaña para el turismo cultural requiere más imaginación que la que levanta restaurantes, aparcamientos y telesillas para esquiar unas semanas al año. Este turismo, basado en la naturaleza más que en las nevadas laderas, es un reto técnico y político para potenciar con mimo el valor de una joya cuyo principal mérito, estando tan próxima a Madrid, es precisamente su rareza.

¿No es suficiente degradación la que sufren las laderas de los puertos de Navacerrada o de Cotos? ¿No basta con ver el penoso estado del suelo que dejan los cañones de nieve artificial como para no reclamar otros nuevos? ¿Cuántos telesillas y remontes más son todavía necesarios? ¿Por qué y para qué ese nuevo restaurante a tan gran altitud? Esta llamada de atención es claramente extensible a todas las montañas españolas. Como decía Gónzález-Bernáldez, no puede entenderse aquello que no se ama. Si realmente fuera tan fuerte la afición del madrileño por el esquí y rentable satisfacer su demanda, constrúyanse rampas artificiales cubiertas, pero lejos de aquellas frágiles cumbres. Hay buenos ejemplos en el mundo desarrollado.

Uno se pregunta por qué no aumenta Madrid su oferta operística. Una más generosa programación seria bienvenida, dada la longitud de las colas para conseguir entradas. La sierra, en cambio, no puede ya soportar tanta afición. El bienestar social debe ser una empresa prioritaria para todo gobernante. Pero la desconsideración del medio ambiente representa la empresa más vana y arriesgada que pueda acometerse, pues se olvida de la sociedad misma y de los recursos de que depende.

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