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Artillero

¡Katapum! Ya está. Así comenzará el festejo esta tarde en Alderdi Eder. Nosotros no nos andamos con chiquitas. Nada de txupinazos, sino cañonazos. Ya lo dice la canción que servirá de melodía a estas fiestas, y también a estas crónicas: "Artillero dale fuego". Donde otros se conforman con un cohete, nosotros no sabemos renunciar a una cierta escenografía cuartelera. Pero no se piensen que se debe a una especial querencia militarista. Nada de eso. Todo consiste en nuestro inconfesado gusto por el disfraz. Y no hay mejor baúl que la historia o que la cotidianidad ya marchita para buscar el disfraz que nos proporcione ese papel que nos esforzamos por encontrar en la vida infructuosamente. Donostia fue plaza militar. Y de ahí salieron algunos disfraces, siempre vistosos. Disfracémonos, pues, con ganas. Y celebremos que estas fiestas se aparten ya en su mismo inicio de ese modelo sanferminero que arrasa en todos los rincones de Euskadi. Donostia es Fancyland. Y si no es así, haremos que lo parezca. Fíjense, si no, en todo ese pulular de disfraces a lo largo de nuestro calendario festivo. Soldados con tambor, cocineros con tambor, iñudes con niño, artzaias, aguadoras, caldereros... y Artillero. Orondo y con patillas borbónicas, es bon-vivant y jocoso, y le gusta la vida en su dimensión más corporea. La risa es un tesoro, pero sabe que eso tiene mucho que ver con el vientre. De ahí que esté orgulloso del suyo y jamás intente aprisionarlo en su casaca. Desde siempre, ha aprovechado el estruendo del cañonazo para soltar su propia artillería,un rito que le producía una inenarrable satisfacción. Delante de todo el mundo, con el mayor de los recochineos y sin que se enteraran. Era como desnudarse en medio de un teatro aprovechando un apagón. Hasta hace un año. El cañón soltó su estruendo, pero a él se le demoró tontamente el suyo. Dudó si evitarlo, pero pensó que dada la distancia nadie se percataría, así que se dejó ir a la gloria. Pero se enteraron. ¡Vaya si se enteraron! Y sonó un aplauso atronador, que fue miel en su boca. Desde entonces, repite. Así es Artillero. Después se irá a cenar con su tropa, copiosa, placenteramente, de forma que se perderá los Fantastic Fireworks, de los que sólo paladeará el estrépito. Y no se vestirá el pañuelito azul, al que considera un remedo txukuna del pañuelito sanferminero. Y Donostia no es txukuna, por más que se empeñen algunos, sino, como dice él, sensuuuaal. Tan sensual como esta noche de San Lorenzo, repleta de estrellas fugaces, y que él no se perderá por nada del mundo. Mágica como aquella noche de San Lorenzo en Florencia en tiempo de los Tercios, comiendo sandía en la plaza homónima,y en la que conoció a Francisco de Aldana, al que le habló de San Sebastián. O como aquella otra noche en Askizu, en los dominios de Mikel Lasa, cantando boleros mientras los fuegos navegaban por el cielo zumaiano. Orondo y sensual, adora a los poetas. Es todo un alma.

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