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Tribuna
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Indios

Querida Clara del Rey: Soy aquel que cada noche te da el coñazo. Ya te imaginas quién. Más de cuarenta años y menos de cincuenta; me llamo Severo; estoy separado, aunque no demasiado; tengo potentes músculos, sé de artes marciales y ejerzo de gorila para un empresario de cuyo nombre no conviene dar pistas. Me gusta ir por ahí marcando paquete y aprender de otros. Pero me es muy duro estar lejos de Madrid a la caída de la tarde. Soy un sentimental. Quiero a Madrid tanto que me alarmo de mi forma de amar. Pero es lo que hay, señorita Clara, heroína, gata, castiza.Desde pequeñito, mis allegados dicen que tengo vocación de indio, de asilvestrado, en resumen, que me va la marcha. Pero lejos de Madrid se me planta la melancolía en el crepúsculo y lloro por la noche. Aunque me tienen por un eficiente guardaespaldas, soy pura mantequilla, pero las chicas no se dan cuenta, y las indias, tampoco. Total, que al anochecer me uno a una jauría de chavalines indígenas y les canto las cuarenta con desparpajo. Ellos hablan en lengua extraña y cimarrona, pero nos entendemos. Lo pasamos bomba. Usted pensará que cómo demonios me lo monto para llevarme tan bien con las nuevas generaciones indígenas. Muy fácil, doña Clara: les hablo de Madrid en lengua inexplicable, les canto boleros, hago de gánster de pacotilla, parto piernas a las sombras, bailo, taconeo, deliro, me escondo tras un cocotero, imito a los primates... Aunque esté mal el decirlo, es un espectáculo inquietante.

Soy un patriota madrileño, señora. Mire usted, los niños del Tercer Mundo me entienden aunque hable en latín o en cualquier lengua ignota. Y, además, me permito el lujo de hacer como que lloro (y lloro de verdad) cuando les increpo: "Inditos, no sabéis lo que es Madrid cuando se pone el sol". Y ellos me contestan por señas: "Ni tú te percatas de lo que son nuestros atardeceres, hombre blanco". Y entonces me olvido de Madrid algo, no demasiado. Me pongo a hacer el indio. Cuando vuelva al foro, se va enterar más de una.

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