Felipe II en la Cámara de los Lores
La Cámara del Príncipe en la Cámara de los Lores es una estancia elegante, antesala de la propia Cámara. Está dominada por una estatua de la reina Victoria sentada. Y en las paredes, colgados muy alto, hay retratos de los monarcas Tudor, con sus respectivos consortes. ¿Por qué los Tudor? Seguramente porque los parlamentarios de mediados del siglo XIX sentían que su vida institucional empezó entonces, como "leones", aunque, como dijo EnriqueVIII, "leones bajo el trono".Se creía que esos retratos eran copia de los "originales". Según la Guía de los Lores, la búsqueda de dichos originales fue uno de los factores que contribuyeron a la creación de la National Portrait Gallery de Londres en 1856. Los cuadros, horribles, fueron pintados por estudiantes de la Real Escuela de Bellas Artes de South Kensington, bajo la supervisión (y en ocasiones, con la ayuda) de su director, Richard Burchett, que pretendía pintar "una serie realista de efigies de personajes representados con sus atuendos y tal y como vivían". Burchett fue un pintor histórico de cierta reputación en su día, autor del cuadro, famoso en su día, La muerte de Marmion, inspirado en el poema homónimo de sir Walter Scott.
En la Cámara del Príncipe podemos ver a lady Jane Grey, la "reina de los nueve días", en pie de igualdad por una vez con la reina Isabel I. También está, por supuesto, María I, La Sanguinaria, al igual que su marido, FelipeII de España, quien, aunque se suele olvidar, fue proclamado rey de Inglaterra tras su banquete de boda celebrado en Winchester en 1554. Se dice que el retrato de Felipe II está basado en un ticiano de la colección de lord Stanhope, un estadista de principios del siglo XVIII, comandante en jefe británico durante la guerra de sucesión española y que conquistó Madrid en 1710, el único general británico que lo logró jamás. No parece probable que vuelva a repetirse.
De hecho, el cuadro del que está copiado el retrato de Westminster era, a su vez, una copia del famoso retrato de Ticiano, que, según se dice, era el retrato preferido por Felipe II de todos los que le habían hecho. Otra copia fue enviada a María antes de casarse para que supiera qué aspecto tenía el que habría de ser su esposo, detalle éste al que María correspondió enviándole un retrato suyo, obra del pintor flamenco Antonio Mor. Ambos originales se encuentran en la actualidad en el Museo del Prado.
Tras la muerte de María, FelipeII intentó seriamente -a través de su embajador, el duque de Feria- casarse con su hermana, Isabel. Después, España y Gran Bretaña pasaron a ser enemigas, y mediante la constante propagación de una "leyenda negra" antiespañola, Felipe II se convirtió, en la Inglaterra victoriana, en el archienemigo continental del país. Tennyson resumió perfectamente esta idea en La Venganza, su famoso poema sobre sir Richard Grenville, publicado en 1880, cuando el héroe le pide al general de artillería que destruya su pequeño barco en lugar de entregarse:
"Hunda el barco, general artillero,
Húndalo, pártalo en dos.
Caerá en las manos de Dios
Pero no en las de España". Encontrar un retrato de FelipeII -aunque sea copia de una copia- en una sala importante del palacio de Westminster es algo tan inesperado, que todo aquel que entra en la Cámara del Príncipe con un invitado español no puede evitar hacer un comentario al respecto. Y el invitado, ya sea el alcalde de Móstoles o el duque de Medina Sidonia, asentirá con la cabeza en un gesto de agradecimiento perplejo.
En este año de 1998 se cumple el 400º aniversario de la muerte de Felipe II, y para celebrar la ocasión, el embajador español, Alberto Aza, dio un almuerzo en la sala Attlee de la Cámara de los Lores el 1 de julio. Fue un acontecimiento notable. Estuvieron presentes el presidente de la Cámara de los Lores, el ministro de Justicia y jefe de la administración de justicia británico, y el rector de Oxford, lord Jenkins. También asistió lord Montgomery de Alamein, conocido amigo de España, y el ex ministro de Asuntos Exteriores, lord Wright. No faltó lord Howe de Aberavon, que era ministro de Asuntos Exteriores cuando los reyes don Juan Carlos y doña Sofía realizaron su espléndida visita real en 1987, y que inició una serie de conferencias, las "tertulias", siguiendo el modelo de las reuniones anglo-germanas Könikswinter. También se encontraban allí historiadores británicos interesados en España, entre los que me incluyo junto con sir John Elliot. Éstos y otros amigos de las relaciones hispano-británicas brindaron en memoria del rey FelipeII con un rioja proporcionado por lord Montgomery.
Durante esta curiosa celebración, el embajador de España hizo un discurso en el que recordó, con bastante ecuanimidad, el espíritu de tolerancia que el rey FelipeII había intentado infundir en su esposa cuando estuvo en Inglaterra en 1554-1555. Su confesor predicó en Inglaterra contra la quema de los herejes. Su inteligente embajador, Simón Renard, le escribió: "No considero conveniente que Su Majestad permita que tengan lugar más ejecuciones", pero él no podía hacer nada. Después, el embajador del rey Juan Carlos se lamentó de que los reinos de Inglaterra y España no hubiesen continuado unidos. ¡Cuántas guerras y tragedias podrían haberse evitado! Otro orador insistió en que FelipeII debía ser considerado un "auténtico europeo". ¿Acaso no estuvo casado con cuatro mujeres, cada una de ellas de un país europeo diferente: Portugal, Francia, Austria e Inglaterra? ¿Podría Jacques Delors alardear de tamaña proeza? Además, el primer ministro de más confianza de FelipeII, Ruy Silva, príncipe de Éboli, era portugués. ¿No era posible acabar con la imagen que se tiene de FelipeII de autócrata intolerante, tal y como lo presenta Schiller en su genial obra y utiliza Verdi en su magnífica ópera?
Con estos simpáticos y valiosos juegos históricos, y uno de los mejores vinos del reino de FelipeII, concluyó el almuerzo en la sala Attlee. Es posible que, dentro de dos años, se pueda organizar otra celebración, esta vez para festejar el nacimiento, en 1500, del padre de FelipeII, el emperador CarlosV, y I de España, que realizó dos visitas a Londres en 1520 y 1522. No habrá, ciertamente, ningún "sucedáneo" de retrato de Ticiano bajo el que hacerse una foto. Pero si, como es de esperar, se sirviera vino de todos y cada uno de los dominios del emperador, el banquete sería un acontecimiento todavía más memorable.
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